En la historia de los mecanismos de control político formados por la dictadura de Trujillo, se ha escrito de manera extensa de los crímenes ejecutados en el país por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM); pero poco de la existencia de una red de espionaje que por mandato del dictador se conoció como Servicio de Inteligencia en el Exterior y/o Servicio de Inteligencia en el Caribe, que tuvo entre sus más destacadas figuras al general Arturo Espaillat, al teniente coronel Johnny Abbes García y el abogado Félix W. Bernardino, quien en 1952 “era un personaje del régimen muy
conocido en Centroamérica por las misiones conspirativas y criminales que cumplía, en ese momento”.[1]
Aunque de manera formal el servicio en el extranjero se constituyó a partir de 1946, se recuerda que desde mucho antes, en el período 1933-1934, cuando los exiliados dominicanos comenzaron a concentrarse en La Habana y dieron inicio, encabezado por Rafael Estrella Ureña, a la fallida “Expedición de El Mariel” ya Trujillo tenia organizado en la isla de Cuba un servicio secreto que vigilaba los planes organizados contra su gobierno.
El trabajo de los espías relacionados con la inteligencia cubana, además de infiltrados en la oposición dominicana, facilitó que Trujillo recibiera informes confidenciales que fueron utilizados para presionar a los gobiernos de Estados Unidos y Cuba para impedir que los exiliados tuvieran éxitos en sus planes, evitando la concretización de la referida expedición de El Mariel.[2]; pero lo cierto, que fue después de la utilización del general Arturo Espaillat, recién graduado en West Point, que se dio inicio a los planes de Trujillo de crear una red de espionaje que cubriera la ciudad de México así como ciudades en Haití, Estados Unidos, Centro América y el Caribe con el fin de vigilar al exilio dominicano y ayudar a desestabilizar los gobiernos que lo apoyaban. La labor de los agentes incluyó el asesinato de oposicionistas, golpes de Estado y atentados criminales contra varios presidentes.
La decisión de construir un sistema de control policial y moderno y profesionalmente administrado—dice Nelson Moreno Ceballos en su texto “Represión y crímenes” durante la dictadura de Trujillo (2015), “fue lo que posteriormente llevó a crear la Dirección Central de Vigilancia Nacional e Internacional y, luego (…), a establecer el SIM. Sin embargo, cuando se envió a Johnny Abbes a entrenarse en México, ya existía un efectivo sistema profesional de vigilancia y seguimiento en el exterior”. [3]
Sin embargo, como lo habíamos apuntado, fue a partir de 1946 cuando quedó organizado, por lo menos de manera formal, el Servicio de Inteligencia Militar en el Exterior, [4] coincidiendo con el auge de las conspiraciones anti trujillistas y con un período de cambios en la región del Caribe y otros países, debido a que gobernantes bien relacionados con el mandatario dominicano, entre ellos Maximiliano Hernández en El Salvador, Jorge Ubico en Guatemala, Isaías Medina Angarita en Venezuela, Fulgencio Batista en Cuba y Getulio Vargas en Brasil habían perdido el poder,[5] provocando niveles de aislamiento de Trujillo en su política exterior y facilitando espacios favorables para la planificación de expediciones armadas contra su gobierno.
La caída de esos gobiernos produjo una situación favorable para los exiliados opuestos a Trujillo que se concentraban en los países en los que nuevos gobernantes se mostraban afines con el interés anti dictatorial, lo que se expresó a través del apoyo brindado por los gobiernos de Guatemala, Costa Rica, Venezuela y Cuba. Fue de 1947 a 1949 cuando los exiliados impulsaron desde Cuba la expedición de Cayo Confites (1947), y desde Guatemala en 1949, la fracasada expedición de Luperón.[6]
El general Arturo Espaillat, que fue reclutado para dirigir el trabajo de inteligencia en el exterior cuando todavía era capitán del Ejército, narra en su libro Trujillo: anatomía de un dictador (1963), que al momento de comenzar el trabajo de organización no existía “ ningún Servicio de Inteligencia Dominicano propiamente dicho” y que fue debido a su esfuerzo y al de Johnny Abbes, que le sucedió en el mando, que el servicio en el extranjero “se organizara y moldeara según ciertos patrones un tanto convencionales y gubernamentales”.[7]
Las relaciones diplomáticas al servicio del crimen
Las actividades de la red de espías que se creó, tenían como sustento la utilización de mecanismos diplomáticos y de la propia Secretaría de Relaciones Exteriores. A través de las embajadas y consulados ubicados en los países de interés para su accionar, el régimen de Trujillo lograba insertar sus agentes, que eran nombrados como embajadores plenipotenciarios, cónsules, agregados culturales, inspectores de embajadas y consulados, agregados militares y en puestos administrativos designados de manera confidencial para desarrollar operaciones encubiertas ordenadas por el dictador.
A través de las valijas diplomáticas se remitían las armas y las instrucciones emitidas por Trujillo, quien se cuidaba de ubicar en el ministerio a los que debían de encabezar los operativos. Se seleccionaban “personas con buena apariencia y modales refinados”, que tenían entre sus obligaciones, la de mantener al mandatario actualizado con un flujo constante de informaciones, sobre todo “cuanto se relacionara con la Republica Dominicana, con la vida y milagros de los dominicanos que vivían y se movían en el exterior “. [8]
Desde las embajadas y oficinas consulares que servían de plataforma, los agentes encubiertos que formaban el Servicio de Inteligencia en el Caribe, como también le llamaba Arturo Espaillat, recogían las informaciones obtenidas a través de “una enorme red de escuchas de radio, espías y maleantes incrustados en las estructuras administrativas y de seguridad de otras naciones”. Para cubrir el pago de los servicios prestados por los espías—sigue diciendo Mario Read Vittini—, el gobierno elaboraba una nómina, que era administrada por un primo suyo de nombre Pablo Giudicelli Velázquez.[9] El pago recibido por los informantes fluctuaba entre los 100 y 500 dólares mensuales; una cantidad suficiente para cumplir con sus trabajos de vigilar estudiantes y exiliados, revisar periódicos y correspondencia privada y manejar un sofisticado equipo electrónico que “permitía bloquear las estaciones de radio venezolanas, cubanas, haitianas, etc. que diseminaban propaganda anti-trujillista”. [10]
Organizando la red de espionaje
Cuenta el general Arturo Espaillat, en su libro-memoria Trujillo: anatomía de un dictador, que al principio, cuando él comenzó a organizar la red de espionaje, el servicio estaba formado por una media docena de agentes, los cuales se encontraban en México, Venezuela, Colombia y toda América Central. A la vez, cada uno de los espías tenía organizado a su alrededor y como apoyo, a un equipo de personas reclutados en cada país, que lograban establecer contactos en los cabarets, oficinas del gobierno, con las prostitutas, oficiales de la policía, y funcionarios estatales. Esto contactos, dice el jefe del Servicio de Inteligencia, “se constituían en las mejores fuentes de información”. [11].
En el mismo sentido, narra Johnny Abbes García, que fue también jefe de la inteligencia en el exterior, que el servicio mantenía un reclutamiento de extranjeros destacados como inteligentes y resueltos, y que esos recursos humanos fueron tan valiosos para las operaciones que tiempo después, cuando en la República Dominicana se procedió a organizar el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), muchos de estos agentes pasaron a formar parte de esa estructura especializada en la vigilancia y el crimen dentro del territorio nacional. [12]
Dentro de la red, además de dominicanos infiltrados en los estamentos políticos y en las estructuras oposicionistas, Trujillo contaba con agentes extranjeros, y entre sus operaciones estaban las de apoyar con recursos y pertrechos a los movimientos locales contrarios a los presidentes de turnos. [13]
Los vínculos de los agentes de Trujillo eran tan extensos que actuaban combinados con los aparatos de inteligencia de otros países. Por ejemplo, Arturo Espaillat, que por su perfil sanguinario, era conocido con el sobrenombre de Navajita, explica que el “servicio de inteligencia dominicano en el exterior trabajaba en combinación con el servicio de inteligencia de Guatemala” y que Trujillo tenía más control sobre el servicio de inteligencia guatemalteco que el propio presidente de ese país pues tenía “docenas de agentes guatemaltecos en su nómina. Eventualmente, Trujillo, por medio de Johnny Abbes, sabia más de lo que estaba ocurriendo en Guatemala que el mismo Castillo Armas”. [14]
En cuanto a los contactos de Trujillo con su inteligencia en el exterior, además de usar los mecanismos formales de la diplomacia a través de Relaciones Exteriores, el mandatario hacia trasladar de manera secreta agentes y armas que desembarcaban en puntos escogidos utilizando aviones de la Aviación Militar Dominicana, el yate Angelita y embarcaciones de la Marina de Guerra.
Como se puede ver, las operaciones de montar y mantener vigentes en países centroamericanos y caribeños las estructuras locales de vigilancia de los exiliados y asedio contra los gobiernos que les prestaban ayudas incluía agentes dominicanos y extranjeros, la utilización de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores y sus embajadas y consulados, el yate Angelita, aviones de la fuerza aérea y embarcaciones de la Marina de Guerra. A esto también se sumaba la colaboración de los servicios de inteligencia de los países en que la red operaba, además de intercambio de información con la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos.[15]
Acciones destacadas del Servicio en el Exterior
En la larga lista de crímenes registrados como parte del accionar de lo que el general Espaillat llama la “la red del terror de Trujillo”, que actuaba bajo control del Servicio de Inteligencia en el Exterior, se pueden señalar los siguientes: el asesinato de Sergio Bencosme en Nueva York en 1935; derrocamiento de Elie Lescot en Haití (1946); el secuestro y muerte del dirigente obrero Mauricio Báez en Cuba (1950); golpe de Estado contra el presidente guatemalteco Jacobo Arbenz (1954); la muerte del presidente Carlos Castillo Armas en Guatemala en el mismo año.
También fueron acciones destacadas el secuestro y desaparición de Jesús de Galíndez en Nueva York (1956); intento de derrocamiento de Fidel Castro en Cuba (1960); el asesinato de José Almoina en México (1960), y el atentado criminal contra el presidente Rómulo Betancourt en Venezuela (1960). Este último, aunque fue exitoso en la operación ejecutada por los espías, no contó con la suerte del presidente, quien resultó gravemente herido sin embargo no perdió la vida. Este hecho marcó de manera definitiva el declive de las operaciones de los espías, y provocó el aislamiento del régimen de Trujillo en el ámbito internacional.
Experiencia al servicio de la represión
Tanto Johnny Abbes como Arturo Espaillat, luego de sus efectivos servicios en el exterior fueron trasladados a República Dominicana a mediados de los años cincuenta, después de participar en las muertes de Castillo Armas y Jesús de Galíndez. Desde entonces, y como premios a sus servicios, Trujillo los responsabilizó de la organización de la Dirección de Seguridad y del Servicio de Inteligencia Militar en la República Dominicana, organismos responsables de la vigilancia y control de los opositores desde 1954 hasta 1961. Como ellos mismo lo explican, la experiencia alcanzada en el Servicio de Inteligencia en el Exterior fue determinante en las operaciones desarrolladas para el mantenimiento del régimen de Trujillo.
El servicio de los espías en el extranjero se mantuvo activo hasta los días finales de la dictadura y aunque no queda muy claro las relaciones de este con las actividades SIM, no se descarta que todavía en 1961 estuviera controlado bajo la dirección de Johnny Abbes García. En una “Nomina del Servicio de Inteligencia Militar del período 1960-1961, aparecen 23 personas, dominicanos y extranjeros, identificados con sus nombres y ubicados en embajadas y consulados, a los que se les tenían asignados pagos mensuales por las labores rendidas en el exterior. Esos pagos aparecen bajo el acápite de “agentes internacionales”, con salarios de 100, 150, 200 y 500 dólares. [16]
No existe documentación accesible para determinar hasta cuándo estuvo actuando la red de espías en el exterior al servicio del régimen de Trujillo, pero se puede inferir que debido a la muerte del dictador y al establecimiento de un gobierno que llegó a su fin en los primeros días de 1962, la estructura de agentes secretos debió ser desmantelada a principios de 1962, cuando ya había desaparecido el SIM aunque sus agentes seguían operando como parte lo que se conoció como la Agencia Central de Información (ACI).
(Notas bibliográficas: [1] (Euclides Gutiérrez Feliz, Trujillo: Monarca sin corona. Santo Domingo, Editora Corripio, 2008, p. 390; [2] Eliades Acosta, La Telaraña cubana de Trujillo. Tomo II. Santo Domingo, AGN, 2012 p. 196; [3] Nelson Moreno Ceballos, “Represión y crímenes”. En: Historia general del pueblo dominicano, vol. V. Santo Domingo, ADH, 2015, p. 611; [4] Bernardo Vega, “La Era de Trujillo, 1930-1961”. En: Frank Moya Pons (comp.). Historia de la República Dominicana. España, CSIC, 2010, pp. 445-503, (p.448); [5] Lauro Capdevila, La dictadura de Trujillo en: Republica Dominicana 1930-1961. Santo Domino, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, p. 167; [6] Luis Gómez Pérez, “La resistencia a la tiranía trujillista”. En: Historia general del Pueblo dominicano. Vol. V, Santo Domingo, ADH, 2015, pp.631-650, (pp. 640-641); [7] Arturo Espaillat, Trujillo: anatomía de un dictador. Barcelona, Ediciones de Cultura Popular, 1963, p. 127; [8] Mario Read Vittini, Trujillo de cerca. Santo Domingo, Editora San Rafael, 2007, pp. 147-148; [9] Ob. cit., p. 148; [10] Bernardo Vega, La Era. ob. cit. P. 447; [11] Arturo Espaillat, ob. cit., p.128; [12] Johnny Abbes Jarcia, Trujillo y yo: memorias de Johnny Abbes García. Santo Domingo, Letra Grafica, 2009. pp. 159,173; [13] Arturo Espaillat, ob. cit., p. 144; [15] Ob. cit., p. 125 y ss,; [16] Véase “Nomina del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), del periodo 1960-1961, copiada por el historiador Antinoe Fiallo en papeles pertenecientes al Movimiento Revolucionario 14 de Junio.