El maestro Charles Aznavour deja huérfana la canción francesa
Mouries, Francia (EFE/EPA).- (Imagen: Guillaume Horcajuelo) La canción francesa quedó huérfana con el fallecimiento de Charles Aznavour, a los 94 años y más de 70 en los escenarios con los que mantuvo un idilio que prosiguió casi hasta su último suspiro, con el que la música mundial pierde a uno de sus decanos todavía en activo.
Aznavour deja huérfana la canción francesa
París, Francia (EFE/Luis Miguel Pascual).- La canción francesa quedó huérfana con el fallecimiento de Charles Aznavour, a los 94 años y más de 70 en los escenarios, con los que mantuvo un idilio que prosiguió casi hasta su último suspiro.
El éxito tardío, que no le llegó hasta los 36 años, se prolongó hasta el final. De hecho, su muerte se produjo nada más regresar de una gira por Japón, cuando recuperaba fuerzas para lanzarse a otra serie de conciertos, que eran el oxígeno que le mantenía con vida, según confesaba en sus últimas entrevistas.
Bruselas iba a ser su próxima cita con el público el próximo día 26, antes de volver a París y a una mini-gira por Francia.
Aznavour se paseaba en los últimos días por Mouries, la localidad del sur del país donde desde hace 30 años tenía una gran propiedad en la que pasaba largas temporadas. De allí salió a comer el pasado viernes y saludó a los habitantes, acostumbrados a su compañía amable.
Allí estuvo prácticamente todo este verano, cuando se fracturó el brazo en una caída, lo que le obligó a suspender varios conciertos, una cura de descanso que le volvió a dejar listo para el trabajo.
Pero no ha podido seguir cumpliendo con sus compromisos por una muerte cuyas causas no se conocen con precisión, y por eso la Fiscalía ha encargado su autopsia que se va a realizar mañana en Nîmes, aunque ya de entrada se descarta cualquier carácter sospechoso.
Su fallecimiento se ha convertido en tendencia mundial en Twitter, red social en la que han expresado su dolor el primer ministro armenio, Nikol Pachinian, la Asociación por la Memoria Armenia o el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
Entre los artistas, Alain Delon, Patrick Bruel, Mireille Mathieu, Brigitte Bardot, Benjamin Biolay, Nathalie Baye o Jean Dujardin también han recordado la figura del cantante.
Aznavour compuso un millar y medio de canciones, decenas de ellas tarareadas en todos los rincones del planeta; actuó en miles de conciertos en 92 países, en escenarios modestos y en los más prestigiosos; y cantó en seis lenguas diferentes.
Francia, que le consideraba inmortal, le despide una semana antes de que acompañara al presidente, Emmanuel Macron, a Ereván, la capital de su querida Armenia, donde tenía previsto cantar ante los jefes de Estado y de Gobierno asistentes a la cumbre de la Francofonía.
"Sus obras maestras, el timbre de su voz, su brillo único, quedarán durante muchos años en el recuerdo", escribió Macron en su cuenta de Twitter, donde le definió como la voz "de las alegrías y de las penas de tres generaciones".
Difícil encontrar a un francés que no conozca "La Bohème", "Je m’voyais déjà", "For me formidable", o el centenar de clásicos que le condujeron a la leyenda, cantados por él o compuestos para otros como Édith Piaf, Gilbert Bécaud, Serge Gainsbourg, Juliette Gréco, Maurice Chevalier o Johnny Hallyday.
Diez meses después de la desaparición de Hallyday, que congregó masas para su último adiós en diciembre pasado en París, Francia pierde a otro mito, lo que augura otra catarsis general, aunque de un público diferente.
Si entonces se lloró el rock, ahora será la canción romántica, que Aznavour supo combinar con un toque de compromiso, el que le venía de sus raíces armenias, el país de sus padres, emigrantes que llevaban en su venas la historia de un siglo convulso que marcó a su hijo.
Shahnourh Varinag Aznavourian, su verdadero nombre, estuvo comprometido con el pueblo armenio a quien apoyó en todo momento. Él, que fue tan criticado por no haberse implicado en mayo del 68 con las luchas de los obreros y estudiantes que clamaban por una nueva sociedad.
Francia lo adoptó como un hijo propio y lo convirtió en un ejemplo de integración. El hombre que se codeó con la Piaf, que simbolizaba el triunfo de la niña pobre, y con Maurice Chevalier, la voz de una Francia acomodada, se convirtió en el compositor de un país abierto a todas las culturas.
Sin perder nunca de vista la actuación, porque antes que cantante quiso ser actor y lo fue a las órdenes de Jean Cocteau, François Truffaut o Claude Chabrol en medio centenar de apariciones en la gran pantalla.
Lejos de las luces, se apagó una voz que se quería morir en el escenario. Como recordó Macron, su recuerdo permanecerá muchos años en la memoria. EFE