“La historia sobreviene así, ante los hombres, como un factor extraño, como aquello que no han querido y como aquello contra lo cual se creían inmunes. Pero, por ese atajo, retorna así mismo la inquietud negativa de lo humano, que estaba en el origen mismo de todo el desarrollo inadvertido”. (Guy Debord: La sociedad del espectáculo).

Somos, en gran medida, una sociedad caracterizada por la medianía, por el espectáculo en una variedad de dimensiones, por la asunción de la cultura de la basura o, lo que Adorno denominó, la seudocultura. Y ello es así porque en nuestra formación social prevalece una clara sobredimensión de la sociedad política sobre el conjunto de toda la sociedad. La vida social está subordinada al espectro de la política. Hay el ritmo permanente a cada hora, minuto y segundo de la política, no como el arte de la búsqueda del bien común, sino como la expresión vívida de la enajenación a todo el tejido social.

Prima en el escenario societal la marca de la política con letras minúsculas, donde el cuerpo desnudo se dibuja con toda la vastedad de la mácula y la máscara al mismo tiempo. Obra la vacuidad, la superficialidad, simplificación de una realidad compleja y los actores sociales llamados a prender las luces, a iluminar el camino con el conocimiento, han quedado truncados, atrapados y cuando no vapuleados por el sesgo de los intereses y del dinero que reditúa el status y la complicidad.

Nos encontramos con una fractura del partido gobernante. El 20 de octubre se cristalizó la división que desde el 2015 se había perfilado con aristas marcadamente visibilizadas. Esa ruptura, desgarro alrededor del partido en el poder, traería al unísono y concomitantemente un deslizamiento de su hegemonía. La ruptura del PLD, cuasi automáticamente, trajo consigo: pérdida de hegemonía, disminución en la dominación cuasi como partido único, y una antesala de tripartidismo. La fractura del PLD avizora tres polos, tres bloques, que conforman el 74% de los partidos políticos reconocidos oficialmente por la Junta. El desgarramiento del otrora partido hegemónico ha sacudido el mercado electoral, al tiempo que forja una volatilidad y una fragilidad en el Sistema de Partidos, ahondándose a sí mismos alteraciones, reconfiguraciones y rearticulaciones de fuerzas, de actores políticos.

En la historia política de los últimos 58 años, el mercado electoral se había basado en el bipartidismo. Es a partir del 1986, 1990, 1994 donde se configura el tripartidismo. En el 1996 y 2000 ya se había constitucionalizado el 50% + 1 para ganar en la primera vuelta. De no alcanzarlo se haría necesario el balotaje. En los tres primeros citados se ganaba con la mayoría simple. Regresamos en el 2004, 2008 y 2012, al bipartidismo; empero, el PLD construyó mayoría. En el 2016 hubo un bipartidismo débil con un peso trepidante de dominación y hegemonía por parte del PLD. Es claro que estamos en presencia de una fisonomía electoral tan volátil y fragilizada que todo apunta al balotaje, salvo que no sucedan elementos imponderables, sobre todo exógenos, que repercutan en la sociedad política. Verbigracia: Que se conozcan con validez y confiabilidad los codinomes de ODEBRECHT.

Es evidente, indiscutible, notable que al que más ha beneficiado esa fractura, esa división del PLD es al PRM y a su candidato Luis Abinader. Reducir esa innegable, esa sencilla obviedad, es tratar de querer decir que los afecta cuasi por igual: PLD, PRM y a Leonel. Es una actitud y aptitud poco profesional, totalmente subjetiva y tan sesgada que no amerita ni siquiera considerarla. La superficialidad oteada sorprende, anula y desgarra el alma por la falta objetiva de la búsqueda de la verdad.

De aquí a mayo, a junio, cada día tendremos noticias que nos envuelven, que nos apabullarán, nos desconcertarán. El manto de la fragilidad y volatilidad de los actores políticos nos llevará a cada instante a perplejidades. El fake news con su sistematicidad coadyuvará a más incertidumbre y con ello a una cada vez más ralentización de la economía. De enero a septiembre del 2019, en comparación con igual periodo del 2018, la economía dominicana vio desacelerarse, descender en un 30% su crecimiento.

Tres figuras claves gravitaron en el interregno 1962-2000 (38 años): Bosch, Balaguer y Peña Gómez. Ellos eran, si se quiere, la fortaleza y la institucionalidad tanto del sistema de partidos como de la sociedad misma. Líderes, auspiciadores y catalizadores de sus ideologías. Ayer el peso cimentado en la diferenciación de la cosmovisión, de la doctrina. Hoy, un espeso mantra del dinero, del Partido en su fisura por la corporación y los negocios desde el Estado. ¡La acumulación originaria los unió y el crecimiento en desmesura los rupturaría!

En medio de esa fracturación, fragilidad e incertidumbre vemos impávidos como se visibilizan de modo feroz, brutal y despiadados, varios hechos que hemos caracterizado como espectáculos desinstitucionalizados que agrietan aún más la calidad de la democracia. Veamos:

  1. El caso de Radhamés Camacho, Presidente de la Cámara de Diputados y del joven Máximo Eladio Romero Marcial en el play. Trancaron al mozo y la seguridad del inefable diputado fue al cuartel a cerciorarse, a asegurarse que estaba preso. Un acto ostensiblemente ilegal, ilegítimo y de verdadero abuso de poder. ¡Eso solo lo hace un tíguere con poder que no ha licuado su purificación espiritual ni respeta el orden jurídico!
  2. Manuel Díaz, Diputado, quien dijo que pinchar teléfonos es un negocio en República Dominicana y que él mismo ha mandado a intervenir teléfonos. Hoy, lunes 4 de noviembre no sabemos si el Procurador General ha llamado al flamante Diputado.
  3. El costo de las primarias en cifras pequeñas, una muestra en el marco institucional en perjuicio de la sociedad. José Rijo nos ilustró cómo en Obras Públicas en el mes de agosto se gastaron RD$490,000 mil pesos en bebidas y alimentos para septiembre, esto es, un mes después, llegaría a RD$10 millones de pesos. De igual manera, en agosto se habían gastado RD$750,000 mil pesos en vehículos, para un mes después erogarían RD$28 millones. La publicidad y propaganda de la Presidencia en los dos meses referidos fue así: RD$261 millones de pesos y RD$496. Vehículos RD$282 millones y luego ¡wao¡ 519 millones de pesos. Son solo algunos ejemplos de esa monstruosidad en esta democracia de papel, enteramente minimalista. Ni siquiera logramos alcanzar una democracia electoral con competencia, libre, en libertad, con equidad y transparencia.

Una democracia desgarbada, de espectáculos desinstitucionalizados que indica el nivel en que nos encontramos verdaderamente. Requerimos denodadamente construir cementos que limiten el ejercicio de poder y que ofrezcan garantías a los ciudadanos en el puente del Estado de Derecho. La fractura, en medio de la fragilidad y volatilidad del mercado electoral, es una oportunidad para diseñar agendas que renueven y regeneren esta modorra, marasmo institucional en que nos encontramos.