SANTO DOMINGO, República Dominicana.- “Para mí era muy doloroso cuando yo tenía que hablar con mis hijas por videollamada y que ellas solamente me dijeran bendición mami, yo sin poder verlas ni estar con ellas por culpa del covid. Eso me lastimaba”.

Este es el sentimiento expresado por la doctora Silvia Cuevas, de la unidad de covid-19 del hospital Francisco Moscoso Puello, al hablar de los retos de su labor durante este año de pandemia.

Para la especialista, el estar lejos de su familia por un virus asesino que no reconoce cara para atacar, ha sido una de las peores experiencias en el último año. Sin embargo, estar al frente de esta guerra es una de sus mayores responsabilidades.

Esa misma conmoción invade a todo personal de primera línea en cada centro de salud, especialmente cuando ese equipo médico sabe que tiene que apartarse de sus seres queridos para cuidarlos.

“Al principio de la pandemia me lo tenían aislados (a sus hijos) completamente, yo podía verlos de lejos solamente. En mi casa me preguntaban que si yo no sentía miedo, pero, nosotros los médicos no podemos tener miedo porque si nos acobardamos ¿quién va a dar la cara por esos pacientes?”, expresó la doctora Anya Giraldo, también de la unidad de pacientes covid.

A un año de haberse reportado el primer caso de covid-19 en la República Dominicana, se han notificado más de 236 mil casos acumulados y más de 3 mil defunciones.

De aquellas estadísticas, más de 700 profesionales de la salud han sido infectados por el virus durante el ejercicio de sus labores.

El primer caso fue detectado el pasado primero de marzo del 2020 en un turista ciudadano italiano. A partir de ese momento en los hospitales y clínicas de este país solo se habla del coronavirus, aseguran las doctoras.

A la pregunta de qué ha sido lo más engorroso que han visto dentro de la salas de cuidados intensivos, las galenas respondieron que lo más lastimoso ha sido ver morir a sus pacientes después de haber hecho todo lo humano posible para salvarles la vida.

“Tú tratas de hacer todo lo humano posible para salvarles la vida y que tú no puedas lograr ese objetivo, que se mueran en tus manos y tú sin poder hacer nada, tú te sientes cruzado de manos pero en tu corazón tú sabes que hiciste todo por ellos. Eso duele y lastima mucho”, cuentan las especialistas.

Mas, ninguna de esas aflicciones han detenido la labor heroica del personal médico, quienes han sacrificado no sólo su salud física, sino también su salud mental y los vínculos familiares.

La milla extra

Estos médicos especiales de la unidad de covid no solamente se han encargado de cuidar de cada paciente, sino que han dado la milla extra al servir de canal de comunicación con los familiares.

“No se permiten las visitas pero yo escribo una carta y los doctores se encargan de leérsela”, “ellos de acuerdo a la condición del paciente utilizan sus teléfonos para que nosotros podamos verlo (a su familiar) por videollamada”, así explican los familiares de aquellos pacientes la forma en la que logran tener contacto con sus seres queridos hospitalizados.

El kit de protección

Todo el personal de salud que trabaja en la unidad de covid-19 debe utilizar además de la mascarilla, un traje especial de bioseguridad que le cubra el cuerpo completo, pero, algunos profesionales señalan que no siempre poseen las indumentarias suficientes para una jornada completa de trabajo.

Así lo denunció el presidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de Enfermería (Sinatrae), Julio César Cruceta, quien en una entrevista el pasado mes de noviembre dijo que la escasez de indumentaria de protección para las enfermeras que atienden pacientes con covid-19 limita la distribución a un equipo por turno.

EFE/EPA/MAXIM SHIPENKOV/Archivo

El personal médico entrevistado por Acento pudo confirmar que una vez se intentan quitar esos trajes por cualquier razón ya no pueden volver a utilizarlo, pero explican que en sus respectivos centros de salud no ha existido aquella precariedad.

Recuento de los datos y medidas

Desde el pasado 20 de marzo el país ha vivido en un eterno Estado de Emergencia por la pandemia de covid-19, y junto a este, la población ha conocido diferentes tipos de restricciones, dentro de ellas la imposición de un toque de queda.

Ese toque de queda que ha llegado hasta hastiar a gran parte de la población, provocó que la misma exigiera la modificación de la medida a través de las redes sociales y que a su vez, logró desencadenar varios enfrentamientos entre civiles y la Policía Nacional.

Además el cuerpo policial se ha visto en la necesidad de frustrar e intervenir fiestas clandestinas y celebraciones de bodas.

El horario restringido, según las autoridades, ha sido programado conforme al comportamiento de la población, el incremento de los contagios y tasa de positividad.

Un ejemplo de esto pasó en diciembre-enero cuando se vivió el más duro de los confinamientos durante las fiestas navideñas. Era la primera vez que el país recibía el Año Nuevo con una población encerrada.

Aunque la tasa de contagio ha ido en aumento mes tras mes, el número de defunciones y tasa de letalidad se ha comportado como una montaña rusa, donde los puntos más altos han quedado marcados en los meses de julio, agosto, septiembre, enero y febrero como los más mortíferos.

Ante la crecida del número de muertes notificadas, las autoridades explicaron que se ha debido a un retraso en las notificaciones de las defunciones, por lo que las estadísticas de un día no necesariamente corresponde al boletín de ese día en específico.

La luz al final del túnel 

Una vez el gobierno anunció que había firmado contratos con las distintas farmacéuticas que producen las vacunas contra la covid-19, la esperanza volvió a los dominicanos.

El pasado 30 de octubre el Gobierno dominicano firmó el primer acuerdo con la empresa biofarmacéutica británica AstraZeneca para adquirir 10 millones de dosis de su vacuna candidata contra el COVID-19, desarrollada junto con la Universidad de Oxford.

Asimismo las autoridades acordaron a través de Covax, un programa de la Organización Mundial de la Salud,  el suministro al país de unas 17 vacunas que también están en proceso de producción y aprobación, además se firmó con la farmacéutica Pfizer para la compra de 7 millones de dosis.

El pasado 15 de febrero, el gobierno presentó al país el Plan Nacional de Vacunación y esa misma noche arribó a suelo dominicano un total de 110 mil dosis de la Covishield, la vacuna del laboratorio anglo-sueco AstraZeneca que elabora el Instituto Serum de India.

Al día siguiente, se inauguró formalmente el proceso de inoculación en el Hospital Ramón de Lara en San Isidro, donde se inició con el personal de salud de primera línea.

Una semana después, el país recibió un cargamento de 768 mil dosis de la vacuna Sinovac procedentes de China. Aún se espera que llegue la vacuna de Pfizer, para la cual no hay una fecha establecida.

Conforme a datos ofrecidos por el presidente Luis Abinader, se prevé que para diciembre de este año el 80% de la población mayor de 18 años esté vacunado.

El informe del 25 de febrero reveló que en tan solo 10 días Salud Pública habría vacunado a un aproximado de 26 mil personas.

Lo cierto es que este año de pandemia ha marcado significativamente la importancia de contar con un sistema de salud íntegro, capacitado y dotado de todas las herramientas necesarias para socorrer cualquier enfermedad. Pero también se necesita del compromiso de cada ciudadano para que las medidas adoptadas por el gobierno muestren sus resultados.

Por otro lado, otorgarle el debido reconocimiento a cada personal de salud que ha estado al frente de la pandemia desde sus inicios y que de alguna manera ha tenido que poner a un lado su vida para ayudar a preservar la vida de los demás, ante esa enfermedad mortal.