Esta semana toda la atención del mundo económico y financiero se enfoca en Jackson Hole, Wyoming, tras el tradicional simposio que se realiza de manera anual desde el año 1978, auspiciado por el Banco Central de Kansas City, donde anualmente participan figuras prominentes, gobernadores de bancos centrales, ministros de finanzas al igual que académicos y líderes de los mercados financieros de todo el mundo.

Esta cumbre, seguida por los participantes de los mercados, típicamente ejerciendo cierta influencia en los mercados bursátiles, así como en los mercados de divisas. La misma gira alrededor de un tema en específico; por ejemplo, el pasado año fue “Navegando la década que se avecina: implicaciones para la política monetaria”, y este año el tema escogido es “Política macroeconómica en una economía desigual”. Dentro de los puntos a tocar se encuentra la posición de las distintas autoridades monetarias sobre el tapering.

¿Qué es el “tapering”? Como es sabido, la FED lleva inyectando liquidez a la economía norteamericana en los últimos años vía la compra de activos financieros, tanto de bonos del tesoro como de bonos corporativos. El tapering no es más que la disminución de manera paulatina de la compra de estos activos por parte de las autoridades monetarias. En el marco de los debates de esta semana alrededor de este tema, no se abordará nada con relación a de si retirar los estímulos o no, sino cuándo será el momento acertado.

El índice Labor Market Conditions Indicator (LMCI) señala la proporción de desempleo y empleos disponibles, que se sitúa en alrededor de 1:1, siendo el más alto en los últimos 10 años.

Sobre lo que nos ocupa existen opiniones encontradas alrededor de cuál sería el momento idóneo, qué tanta volatilidad traería a los mercados, alza de las tasas de los bonos norteamericano de corto y largo plazo, al igual que del mercado laboral. Entre las voces más fuertes está la del gobernador del banco federal de Philadelphia, Patrick Harker, quien en declaraciones para Bloomberg Radio no ocultaba su inclinación hacia el inicio del tapering.  En sus propias palabras: “mientras más rápido, mejor”, expresaba él.

El señor Harker añadió que la economía norteamericana lleva un sólido crecimiento y que contrario al parecer de muchos, con respecto a la tasa de desempleo actual, en nada puede ayudar la política monetaria, pues obedece a una combinación de dos factores: el primero a que muchos temen volver al mercado laboral por temor a la variante Delta, y el segundo a la discordancia entre la oferta de empleos y las habilidades existentes en la demanda laboral. Como muestra citaba el índice Labor Market Conditions Indicator (LMCI), que señala la proporción de desempleo y empleos disponibles, que se sitúa en alrededor de 1:1, siendo el más alto en los últimos 10 años.

Ahora bien, es rigor establecer que esas decisiones no se limitan al mercado de los Estados Unidos, sino que repercuten en los mercados globales. El impacto de las mismas es inmenso, no tan sólo porque es la economía más grande del mundo, sino al hecho mismo de que el dólar, en efecto, es la moneda universal. Es la más utilizada en las reservas internacionales, y la principal para las transacciones globales. Así pues, las políticas monetarias de la FED tienen repercusiones mucho más significativas que bancos centrales tales como Banco Central Europeo, o el Banco de Japón.

En el caso de nuestro país, las implicaciones serían múltiples si eventualmente se inician las políticas contractivas (hakwish) como así se percibe. Ya los bonos del tesoro a 2,10 y 30 años, exhiben un comportamiento similar al tapering que llevó a cabo la FED en el 2013. De lo anterior se desprende que, con un mayor rendimiento de los bonos, se inclinaría a un dólar más fuerte. Históricamente hablando, un dólar fuerte es negativo para los países emergentes, pues frenaría el entusiasmo por activos de riesgo, lo que probablemente provocaría un retroceso en la entrada de capital extranjero a los mismos.

Otro factor a tomar en cuenta sería que los activos de los países emergentes se ven presionados, afectando el costo de nueva deuda en los mercados de capitales. Cuando nos fijamos, nos damos cuenta de que aún no exista un diferencial uniforme entre los bonos de países emergentes y bonos norteamericanos, la realidad es que existe una fuerte correlación entre uno y otro. Son realidades que tenemos que tomar en cuenta a corto y largo plazo.