En nuestro último artículo abordábamos el interesante panorama actual que arropa al sector petrolero, donde las proyecciones de consumo para el 2022 superan la producción petrolera actual, a la vez que analizábamos el rol esencial que jugarán los miembros de los Organización Mundial de Petróleo (OPEP), principalmente Irán, y una potencial sobreproducción de los Estados Unidos.

En el caso específico de los EE.UU., una hipotética sobreproducción del oro negro provendría de exquistos ‘Shale Oil’, roca metamórfica sedimentaria que contiene gas y petróleo y se encuentra en el lecho marino, contrario al petróleo tradicional que se extrae perforando la tierra, significando, de acuerdo con el U.S Energy Information Administration (EIA), un promedio de 65% de toda la producción mundial.

Por otro lado, al sur del Asia, tenemos a Irán con el potencial de aumentar su producción superior a los 3.5 MM b/d, sujeto a la reanudación del acuerdo nuclear; sin embargo, tal y como expresábamos en “Genesis y actual rol de la OPEP”, existen realidades e intereses distintos entre los principales productores del oro negro, incluso dentro de los mismos miembros de la OPEP, donde coexisten distintos propósitos y agendas.

 

Por ejemplo, aún siendo EE.UU. el país de mayor producción de petróleo del mundo, este sólo representa el 8% de su PIB, contrario a Arabia Saudita e Iraq, que resumen el 50% y 65% respectivamente. Más aún, si continuamos indagando las fluctuaciones del oro negro veremos que tienen significados distintos para diferentes productores. Así, por un lado, tendremos a los Emiratos Árabes que únicamente tiene un costo de producción de US$29.40 el barril, mientras, de acuerdo con datos arrojados por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el costo de producción para Argelia sería de US$87.70 por barril. Ahora bien, en función de las realidades fiscales, para balancear su presupuesto, Arabia Saudita requiere de un precio por barril en alrededor de los US$76, mientras que en lo atinente a Argelia necesitaría un barril nada más y nada menos que los exorbitantes US$169.

Al ver ese panorama no es un secreto que dentro de los mismos productores de petróleo existe una cantidad de variables que entran en juego en su postura ante los precios del momento (WTI US$71.50, y de un Brent en US$73.51), incluso aún en los propios productores norteamericanos, donde se observan distintos costos de producción. Para la producción del petróleo tradicional, dentro del territorio de los EE.UU. el costo para los productores de Shale Oil oscila en los US$40-43 por barril, contrario a la producción convencional dentro de norteamericana que se sitúa en los US$36.por barril.

Independientemente de las realidades planteadas e intereses existentes, más lo que se considera financieramente viable, la producción de petróleo, como vemos, varia de un país a otro, llevándonos a rememorar el amargo antepasado vivido principalmente por Arabia Saudita a inicios del año 1980 con la explosión de los precios del petróleo que alcanzó los US$131. por barril, causando lo que se conoció como “la destrucción de demanda” e iniciando un súper ciclo de tendencias a la baja hasta principios del nuevo milenio.

Tomando como marco referencial la realidad de cada país productor, lo que sería el precio óptimo de cada uno de ellos, desde el punto de vista de la exportación y lo fiscal, así como también lo suficientemente competitivo para la disminución del uso de energías alternativa, la realidad es que nos encontramos en un momento delicado en la búsqueda del precio que dicta el mercado con una “pizca” de manipulación de las partes interesadas. Al final, tanto para los países exportadores como para los netamente importadores, lo sensato será buscar ese punto de equilibrio del precio a fin de no repetir la década de los 80.

Miguel Andújar/Acento