A finales del mes pasado se concretó la reunión previamente pautada por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), donde se oficializó el aumento de su producción petrolera por 350,000 barriles diarios para cubrir los meses de junio y julio hasta alcanzar los 444,000. Sin embargo, a pesar del incremento de la producción, el precio ha continuado hacia el alza hasta US$4. más por barril. La pregunta lógica sería: ¿por qué a pesar del aumento de la oferta continuamos experimentando una tendencia alcista? Para entender este comportamiento tanto del WTI como del BRENT, que de repente se interpretaría como irracional, lo cual no lo es, debemos comprender la génesis y el actual rol de la OPEP.
Esta organización fundada en Bagdad en 1960, con asiento en Viena, fue idea del Dr. Juan Pablo Pérez Alfonso, quien era para la época ministro de Minas e Hidrocarburos de Venezuela, como respuesta al dominio del mercado petrolero mundial por parte de las principales compañías petroleras lideradas por el famoso cartel denominado ‘Las Siete Hermanas’. El modelo seguido por la OPEP fue inspirado en el sistema de cuotas implementado por Texas Comission Railroad (TRC) que, a raíz de la sobreproducción petrolera de Texas a principios del siglo XX, catalizó el desplome de los precios del petróleo en ese estado norteamericano; de ahí el plan de cuotas.
Inicialmente la OPEP estuvo conformada por 5 países: Arabia Saudita, Kuwait, Irán, Irak y Venezuela. Hoy esta organización mundial está integrada por 13 países. A través de los años la misma ha cumplido un rol sumamente importante en el sector energía y a pesar de ser fundada en 1960, no fue hasta principios de la década de los 70 que inició su hegemonía con la desaceleración de la producción petrolera en los EE. UU. Su ejercicio a través de esa década ha transcurrido con altas y bajas, resaltando la suspensión del oro negro a los EE. UU. 1973-1974 a raíz de la guerra Israel-países árabes.
Visto retrospectivamente, la OPEP ha sido quien ha fijado las condiciones del mercado, aunque a partir del 2010 gracias a la revolución del “Shale Oil” en los EE.UU., convirtiendo a estos últimos a partir del 2018 en los principales productores del mundo, así como a otros países que paulatinamente han elevado su producción, generando un alza muy significativa en su rendimiento global que disminuye el mercado total de la organización petrolera, que pasó de alrededor de 55% la pasada década a 38%-40%, para situarse justamente donde se encuentra en la actualidad.
Partiendo de su autonomía y liderazgo, la OPEP no tiene la misma incidencia hoy que muchos años atrás. Precisamente el aumento de las cuotas de su producción señaladas previamente no era más que la crónica de una muerte anunciada. Así tenemos que lo del mes que acaba de transcurrir fue realmente una oficialización de lo anteriormente acordado. Además, hay que estudiar el contexto actual, pues de acuerdo con la OCDE, se proyecta que el PIB mundial del 2021 será de 5.8% y el 2022 el 4.8%, gracias a la exitosa campaña de vacunación y los apoyos monetarios masivos, lo que significaría la mayor expansión económica desde el año 1973, lo que incidiría enormemente en el aumento del consumo de combustibles.
Asumiendo ese interesante panorama, las proyecciones de producción petrolera todavía no superan las de consumo en lo que resta del 2021 y el 2022. Un ingrediente que sí puede ser muy alentador y cambiar la perspectiva seria la vuelta de Irán al acuerdo nuclear, pues añadiría al mercado, en principio, de acuerdo con las estimaciones, alrededor 2.8 MM bpd. y para el 2022 hasta 3.2 MM bpd.
Al final, el escenario actual por un asunto de prioridades e intereses, sólo una sobreproducción masiva de los EE. UU. o un acuerdo con Irán impondría presión a la baja a los precios del oro negro.