Los precios de la gasolina han aumentado diariamente en los últimos 45 días, convirtiéndose ésta en la más larga racha computada en los últimos 16 años. La data de American Automible Association (AAA) dio la información en esta última semana.
Sin hacerse esperar, se inician nueva vez los tambores populistas, insinuando que el hecho es el producto de políticas públicas de “carácter inflacionarias”, al igual que la prohibición de perforar en tierras federales y la suspensión del proyecto Keystone XL pipeline del presidente estadounidense Joe Biden, donde encontré jocoso que un buen amigo comentara que esa es siempre la tendencia: “la gasolina aumenta con un demócrata en la Casa Blanca, y disminuye con un republicano en el poder”.
Nada más lejos de la realidad. Decía el gran Napoleón que la victoria tiene 100 padres y la derrota es siempre huérfana; algo similar aplica a los precios de la gasolina. Si ésta lleva una tendencia a la baja, todos quieren tomar crédito por el “acontecimiento”, pero si el panorama se invierte, y se retoma una tendencia al alza, nadie es responsable; y por lo regular se intenta recurrir a argumentos de carácter políticos a una obvia tendencia alcista que no van en sintonía con la realidad, dejando de lado que como todo tenemos que partir del contexto y coyuntura de las tendencias históricas.
República Dominicana es un país netamente importador de gasolina, que no produce una gota de petróleo, compra en moneda extranjera y es mucho más susceptible a factores externos
Lo primero que tenemos que entender es que venimos de un momento singular, una anomalía estadística, producto del confinamiento global como consecuencia de la pandemia, lo que se traduce en menos vehículos transitando y simultáneamente menos consumo del combustible. El sentido común, que es el más común de todos los sentidos, nos dice que los niveles absurdos de sobre oferta del año 2020 serán asunto de tiempo para que se corrijan, pues pende de que el mundo vuelva a su normalidad.
Asumiendo un escenario donde retomamos la normalidad del mercado, entonces lo lógico sería enfocarse en el movimiento hacia arriba de los precios del carburante. Así, cuando analizamos el comportamiento del precio “spot” en el NYMEX, en 12 de los últimos 15 años, la tendencia al alza inicia a principios de año, con pico entre los meses de mayo y julio, lo que nos conduciría a pensar que éste no será la excepción, donde ya experimentamos similares patrones a los períodos 2016-2017 y 2018-2019.
De igual trascendencia es el inventario de la gasolina (oferta) en los Estados Unidos de América. Basado en el reporte del U.S. Energy Information Administration (EIA) del pasado miércoles, el abastecimiento del combustible que nos ocupa se encuentra por debajo del promedio anual de los últimos 5 años, con déficits en relación al 2020, de un 6.4%. Esto, a pesar de que las refinerías norteamericanas prácticamente duplican en estos momentos su producción en comparación con finales de marzo del pasado año, de 5.9 MM a 9.2 MM bpd.
Otro argumento que por el momento carece de fundamento es el de la suspensión del proyecto Keystone XL, oleoducto que facilitaría la transportación de petróleo desde Alberta, Canadá, a la costa del Golfo en los EE.UU. Sin embargo, aún con la suspensión del mismo, de acuerdo al EIA, la exportación de petróleo desde Canadá a EE.UU. se sitúa en cifra récord de 3.8 MM bpd, y se espera en los próximos 5 años aumente a 4.4 bpd.
A ello se suma el ingrediente de las decisiones tomadas por la India, de disminuir su importación del oro negro tipo Brent, y a la vez aumentando la importación de petróleo procedente de Texas, que es mucho más atractivo por su bajo contenido de sulfuro y ser un tipo de petróleo más liviano y mucho más fácil de refinar. Los resultados se han podido percibir en este último trimestre donde la misma India disminuyó en un 36% su importación del carburante procedente de Arabia Saudita, mientras duplicó las importaciones procedentes desde los EE.UU.
Cuando observamos todos estos elementos y los analizamos en contexto es de rigor entender que las alzas en los precios de la gasolina no han sido producto de medidas políticas del presidente Biden, ha sido más bien el resultado de oferta y demanda; es ciertamente un asunto de los fundamentos de la economía norteamericana.
Es pertinente entender que las medidas tomadas por esta administración no tienen ni tendrán un impacto directo inmediato en los precios del combustible. Es de notar que en el momento actual la extracción de petróleo oscila en alrededor de 10.4 MM bdp, y que la producción previa a la pandemia alcanzaba los 13 MM bdp, todo lográndose sin el proyecto Keystone Pipeline XL.
Lo anterior es una prueba más de que a media que la gasolina va en aumento, típicamente el partido de oposición tiene mucho mayor material para criticar e intentar poner en apuros al mandatario de turno, en este caso, a Biden, aún sea con argumentos pocos sólidos. Ahora imaginemos ese escenario en la República Dominicana, un país netamente importador de gasolina que no produce una gota de petróleo, asumiendo compra en moneda extranjera y mucho más susceptible a factores externos.
Debemos todos hacer conciencia de que ese carburante fue, es y será siendo por tiempo prudente, la punta de lanza de los partidos de oposición, y la llaga del gobierno de turno, sin importar las verdaderas causas, ni las consecuencias.