Es normal que al comienzo de cada año se pase balance sobre el año anterior y el desempeño de la industria turística figura entre las tareas importantes. Al ser afectados por la crisis de imagen turística que vivimos recientemente, esta vez los veredictos que se propagan por los medios de comunicación, no son muy positivos. Pero eso debe cambiar.
La mayoría de los analistas nacionales se sienten apesadumbrados con el examen frio de las estadísticas del flujo turístico del 2019 hacia el país. Los titulares recurrentes crean alarma al destacar un descenso del volumen de las llegadas de turistas de vía aérea, además de un descenso en los ingresos de la DGII de RD$1,000 millones. El resultado es un injustificado temor, sugiriendo calladamente que la industria turística se enfila hacia un peligroso declive.
Nada más errado, indeseable y perjudicial. Las señales son de que nuestra industria turística va “viento en popa” y de que las perspectivas son halagüeñas. No seria exagerado esperar que el turismo se entronice como la principal locomotora del desarrollo nacional en los años venideros.
Esa favorable perspectiva la presenta el aluvión de inversiones hoteleras que se registra. Este año se espera poner en operación unas 3,000 nuevas habitaciones, mientras cada día se anuncian nuevos proyectos. Solo los proyectos en Macao del Moon Palace y el megaproyecto de Anex Tours prometen añadir mas de 4,000 y 7,000 habitaciones en el mediano plazo.
Según reporta el Departamento de Planeación y Proyectos del Ministerio de Turismo hay actualmente proyectos que aplican por los incentivos fiscales que representan un total de 138,290 habitaciones, mientras de este total 30,887 se ubicarían en el Distrito Nacional. Si solo un 10% se llegara a concretar en los próximos 10 años es dable predecir que el inventario nacional hotelero llegara a unas 100,000 habitaciones para el 2030.
Es cierto que las llegadas de turistas de vía aérea descendieron un 1.9% el pasado año. Esto incluye un reflujo de 9.2% del volumen de turistas estadounidenses (207,262 turistas), nuestro principal mercado emisor donde con mayor intensidad se registró la crisis de imagen durante el pasado verano. Pero el descenso de los turistas estadounidenses y europeos (3.6%) se vio compensado por un incremento de un 14.5% en el total de dominicanos no residentes de vía aérea, lo que arrojó un total de 6,446,036 turistas de vía aérea para el 2019.
Por otro lado, se soslaya que en el 2019 llegaron al país 1.3 millones de cruceristas, un récord histórico. Se soslaya también que el 2018 fue el de mayor bonanza turística en la historia del turismo en nuestro país, alcanzando una tasa promedio de ocupación hotelera de 77.5% –con la de Bávaro-Punta Cana en 83.5%– mientras la del Caribe fue de solo 63.7%. (Analistas internacionales estimaron en un 15% el aumento de los ingresos promedio por habitación en el país.) Ese solo hecho torna asintomática cualquier comparación entre el 2018 y el 2019.
El citado descenso en el flujo total ha sido el primero desde que en el 1991 descendió un 10% por efecto de la Guerra del Golfo. A tal señal de fortaleza del destino se añade el hecho de que nuestro país registró un aumento en su flujo turístico de un 2% en el 2009, el peor año de la crisis financiera internacional, cuando en la región del Caribe se escenificó una baja general de un 10%.
Pero de mayor trascendencia para poder enjuiciar correctamente la reducción de nuestro flujo turístico en el 2019 es el desempeño de nuestros dos principales destinos competidores regionales: Cancún y Cuba. Mientras en nuestro país cayó apenas dos puntos, en Cancún se registró una caída de la ocupación hotelera de 4 puntos y en Riviera Maya de dos. Para Cuba el flujo turístico cayó un 8.5%. De manera que lo ocurrido en la RD debe verse en el contexto de un debilitamiento regional del turismo en el 2019.
Si se toman en consideración las atenuantes reseñadas más arriba queda claro que no estamos abocados a ningún efecto nocivo para nuestra industria sin chimeneas que no sean los que producen los acontecimientos geopolíticos y los vaivenes del mercado. Debemos olvidar el ligero hipo experimentado porque sobran razones para ver con optimismo nuestro futuro turístico, aun en un año electoral.