El discurso del sábado del presidente Danilo Medina, en la Asamblea Nacional, inició a las 10:28 de la mañana, cargado de emotividad y optimismo, con el anunciado de que su proyecto como presidente era cambiar a la República Dominicana, “y cambiarla para siempre”. El presidente entiende que lo está logrando y que el cambio es palpable en muchos aspectos.

Rechazó el pesimismo dominicano, que es una tradición en el pensamiento político y en las reflexiones sobre el destino nacional, y que tiene un sustento mucho más profundo que la sola intención de que el país cambie de actitud. “Ha llegado la hora del optimismo dominicano”, dijo. Danilo Medina entiende que hay motivos para creer en la prosperidad dominicana, y que ningún sueño es demasiado grande.

Sostuvo que 950 mil personas han salido de la pobreza en 4 años, que el país tiene en marcha la mayor revolución educativa de toda su historia, que están llegando al país sobre los 5 millones de turistas por año, que las clases medias han subido hasta llegar al 28.9%, más que el porcentaje de pobres del país, que la economía dominicana sigue creciendo como ninguna otra economía de la región, que el 2016 se tiene previsto un crecimiento de un 6%, que la inversión extranjera crecerá en el 2016 en 2,436 millones de dólares, que en enero del 2016 el gobierno completó su promesa de crear por lo menos 400 mil empleos en 4 años y que su programa de visitas semanales a los campos y comunidades ha sido importante porque ha generado 657 proyectos y comprometido 16,600 millones de pesos.

Partir de ese momento, luego de decir que “si alguien dice que esto no tiene importancia es porque no conoce la realidad dominicana”, se produjo su primera estocada directamente política, y le ganó su primer gran aplauso de los presentes, especialmente legisladores, ministros, funcionarios y allegados al gobierno. Esto ocurrió a las 10:57 minutos.

A partir de ese momento el discurso del presidente siguió el sendero de la promoción, de la autopromoción, de la venta de ilusiones y de sacar ventajas políticas en un escenario claramente favorable.

Llegaron entonces las referencias al futuro, al próximo período de gobierno, a las ventajas de un mandato como el suyo y a aprovechar emocionalmente la decisión judicial sobre Bahía de las Aguilas, la histórica lucha de Pike Lora por ese patrimonio público y el trabajo realizado por Laura Acosta, la hija de Pike. Fue el momento cumbre del discurso.

El presidente Medina jugo con las palabras en relación al futuro. “Quiero ser el presidente de la economía familiar”, dijo en un momento. Argumentó que el próximo gobierno llegará cuando ya está resuelto -según Medina- el problema de la generación eléctrica en la República Dominicana. Anuncio la reconstrucción del Puerto de Manzanillo, habló del relanzamiento de las zonas francas como modelo de generación de empleos y anunció la apertura del polo turístico de Pedernales, con Bahía de las Aguilas como su enclave más relevante.

Son las claves del futuro en términos de oferta electoral. Como la decisión judicial quedó fuera de dudas, el presidente criticó al “puñado de devastadores del patrimonio público” que se apropiaron de esos terrenos, y dijo que se trataba de “un crimen de lesa Patria”. Era una forma de coronar su mensaje con una golpe a los corruptos, a los delincuentes, y de paso asumiendo la responsabilidad como principal protagonista de esa recuperación. “El secuestro ha terminado definitivamente…Bahía de las Aguilas ha sido liberada”, remató el presidente Medina.

Más serenamente analizado, el discurso del presidente Medina fue políticamente intenso, dedicado a su proyección como el presidente de la continuidad y del cambio, el hombre que está cambiando la historia del país.

Es el mismo presidente que al tomar posesión del cargo, el 16 de agosto del 2012 prometió solemnemente mucho más de lo que su recuento le permitió.

El hombre que dijo: "No voy a negociar con la mediocridad, no voy a negociar con los deshonestos, no voy a negociar con el desgano. El pueblo dominicano me ha dado una gran oportunidad. La responsabilidad de dar respuesta al deseo de cambio y de renovación, que late en sus corazones. Yo no traicionaré esa aspiración. Yo, hoy más que nunca se lo digo, en la solemnidad de este acto de juramentación, vengo a hacer lo que nunca se ha hecho".