La participación del canciller de Haití, Lener Renauld, en la sesión de la Organización de Estados Americanos, ha motivado una reacción del representante de la República Dominicana en esa entidad, doctor Pedro Vergés, desmintiendo las denuncias del gobierno haitiano.

La República Dominicana y Haití, el pasado 6 de junio, habían llegado a acuerdos a través de las cancillerías de los dos países, y existe un documento sobre el contenido de esos acuerdos.

Al finalizar el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros, y comenzar el retorno voluntario de miles de los extranjeros haitianos a su país, las autoridades de Haití han comenzado a denunciar la posibilidad de una crisis humanitaria.

Lo hizo el primer ministro Evans Paul, y también -aunque en menor proporción- lo hizo el presidente de Haití, Miuchel Martelly. Ahora acaba de denunciarlo el canciller de Haití, Lener Renauld. En secretario general de la OEA, Luis Almagro también tomó parte en los debates y anunció el envío de dos misiones a la República Dominicana y a Haití, ahora en julio, para analizar la situación y el peligro de apatridia para miles de personas.

Al mismo tiempo, la respuesta dominicana ha sido de rechazo a las críticas y con un desmentido en que ha calificado como mentiras las denuncias de Haití, en el sentido de que estarían preocupados por la separación de las familias haitianas residentes en nuestro país y en la desnacionalización de descendientes de haitianos nacidos en territorio dominicano.

A nivel internacional, en los medios de comunicación más influyentes de los Estados Unidos y de Europa aparecen artículos, editoriales, reportajes en los que se cuestiona la política migratoria de la República Dominicana, y en particular el estado de apatridia en que estarían quedando más de 200 mil personas, incluidas en un informe reciente del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) como uno de los 5 casos más importantes del mundo en esa categoría.

Está ocurriendo lo que hemos advertido en varios momentos. La República Dominicana, y su gobierno, asumieron una postura cerrada a un tema de alta sensibilidad y levantaron el discurso de la agresión contra el país, de la soberanía nacional y de la campaña mundial para hacerlos asumir la carga que representa Haití como el país más pobre del hemisferio occidental. Y pese a los esfuerzos del gobierno de Danilo Medina, no hemos podido salir de la política de que estamos protegiendo nuestras fronteras y nuestra soberanía, para tomar decisiones sobre quiénes pueden permanecer y quienes no en territorio dominicano.

Apostamos por una política de distensión de parte dominicana, para que baje la marea internacional sobre estos asuntos. Confiamos, ademas, en que la verdad y la justicia pondrán cada cosa en su lugar frente a la comunidad internacional y ante nuestros vecinos

Ya que adoptamos la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, y se aprobó y promulgó la ley de naturalización 169-14, para los casos de los descendientes de haitianos, y se emitió el decreto 327-13, sobre la regularización de extranjeros, lo que debió hacer el país, desde temprano fue explicar esa política, en todos los rincones donde se pudiera razonar, para evitar el complicado panorama internacional en que ahora estamos.

El presidente de la República, Danilo Medina, el canciller Andrés Navarro, el Ministro de la presidencia Gustavo Montalvo, los embajadores dominicanos en todo el mundo han comenzado a ofrecer explicaciones a los gobiernos, a los organismos internacionales, a los organismos no gubernamentales de defensa de los derechos humanos, y hasta al Vaticano hemos llagado con explicaciones para convencer a la Santa Sede de que estamos haciendo lo correcto.

Nuestro problema es que ahora, pasado el momento de la adopción de nuestras políticas, son pocos los actores mundiales que nos creen. Se ha creado la imagen, y muchos funcionarios fueron responsables de ello, de que somos un país racista, abusivo, discriminante y antihaitiano. Y esa idea ha sido asumida por los medios de comunicación más influyentes, que escriben editoriales y aceptan en sus páginas artículos que no hacen otra cosa que condenar a la República Dominicana.

El país debe retomar estos importantes asuntos con la calma y la seriedad que los mismos tienen. Estos temas se vinculan con la soberanía, es cierto, y se vinculan con la economía, con la legalidad internacional, con los acuerdos de libre comercio, con los derechos humanos y con la venta de la imagen de la República Dominicana en el mundo, en especial el turismo. Que nadie asuma que este cuadro es algo pasajero y que con declaraciones altisonantes y propuestas de cerrar la frontera, de romper relaciones diplomáticas con Haití, o no aceptar la misión de observación de la Organización de Estados Americanos se va a resolver. Es mucho lo que estamos poniendo en juego en este momento.

Pedimos al gobierno actuar con calma, con sangre fría y sopesar que nos beneficia más mantener relaciones cordiales con los haitianos, pese a la justa indignación que han despertado los últimos ataques y críticas de los funcionarios haitianos. No se trata de tomar una decisión al calor del momento y romper relaciones con nuestro vecino más cercano.

La política exterior requiere de sabiduría y serenidad, y sobre todo de no olvidar la realidad presente. Es necesario recordar que las diferencias entre Francia y Alemania fueron el motivo de dos guerras mundiales, y que esos dos países son socios estratégicos hoy día y comandan la Unión Europea. De igual manera, Estados Unidos se ha entendido con Japón, con Alemania, con Vietnam, con Cuba,  con Rusia, con China y con Venezuela.

El gobierno del presidente Medina, con calma y paciencia, debe seguir dando explicaciones. Y para esto nuestro canciller Andrés Navarro ha demostrado que es eficiente y tiene sangre dulce. El actual canciller ha hecho mucho después del desorden, el descuido y el descrédito que caracterizaron al Ministerio de Relaciones Exteriores durante la administración anterior. En gran medida, la vagancia y la ineficiencia que coparon el servicio exterior durante años nos han llevado a perder varias batallas diplomáticas frente a Haití.

Apostamos por una política de distensión de parte dominicana, para que baje la marea internacional sobre estos asuntos. Confiamos, ademas, en que la verdad y la justicia pondrán cada cosa en su lugar frente a la comunidad internacional y ante nuestros vecinos.

Una sugerencia adicional: Como estos temas tienen tantas vertientes, tal vez corresponde que el presidente Danilo Medina designe un equipo especial de manejo de la situación, teniendo al Ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, y al canciller Andrés Navarro, como los voceros oficiales y los responsables de explicar las posiciones dominicanas sobre el conflicto que se ha creado con la regularización y la naturalización.