La educación de las personas y de las organizaciones, en el mundo, ha experimentado un desarrollo sin precedente en las últimas décadas. Este desarrollo ha posibilitado, a su vez, un impulso mayor, a los cambios culturales. Ha impulsado la transformación de la mentalidad de personas y de instituciones. Estos cambios no han sido espontáneos; han supuesto procesos arduos, de debates y de controversias. Al final, se integran en la vida de los pueblos y hacen más humanizantes estos espacios. Basta recordar lo que supuso el derecho de la mujer al voto. Asimismo, lo que han supuesto las conquistas laborales vinculadas a la sindicalización y a la participación de la mujer en la vida pública. Estos procesos han significado largos períodos de discusión, de negociación y, sobre todo, de concientización de la sociedad.

La política de género es una prioridad en la sociedad dominicana para que pueda avanzar y colocarse a tono con las exigencias de los tiempos. Jamás alcanzará un desarrollo pleno si uno de los sujetos que ha de aportar, como es la mujer, se mantiene en situación de desigualdad permanente.

Esta realidad no ha sido un caso particular de la República Dominicana; no, ha sido un fenómeno mundial. En este momento histórico, estamos frente a otro caso que confronta; que separa posiciones y opciones de personas, grupos e instituciones de la sociedad dominicana. De nuevo nos encontramos ante otro caso que provoca inquietud y rechazo: la Orden Departamental 33-2019 con la que se establece como prioridad el diseño e implementación de la política de género en el Ministerio de Educación. Esta es una Orden Departamental que invita a la sociedad dominicana a establecer rupturas actitudinales y de enfoques. De igual modo, la urge a decidir si asume como derecho humano la igualdad y la equidad entre los seres humanos. Ha de definir si se queda con el discurso de la inclusión humana y social, o si lo piensa poner en práctica. Esta realidad nos indica que la Orden Departamental es pertinente y plausible.

La Orden Departamental 33, 2019 ha de convertirse para cualquier educador en un instrumento de humanización. Ha de fortalecer la construcción social compartida entre hombres y mujeres.

La desigualdad entre los hombres y las mujeres ya es insostenible en cualquier punto de la geografía mundial. Alentar que las mujeres se mantengan orilladas y como un objeto más de la sociedad ya no tiene lugar en la nueva historia que hombres y mujeres están escribiendo juntos hoy. La filosofía de la sospecha que afecta la política de género hay que superarla. Hay que reorientarla para trabajar juntos por un desarrollo humano social integral en nuestra nación. La educación en perspectiva de género no ha de ser privativa del Ministerio de Educación, ha de ser una política de todos los Ministerios y de todos los sectores sociales. El ámbito de la Educación Superior ha de unirse a este trabajo.  La urgencia es avanzar en igualdad y corresponsabilidad. Lo importante es instaurar sistemas socioeducativos, políticos y culturales que integren y respeten a la mujer como un ser humano necesario y significativo como los hombres. Tenemos que hacer juntos, hombres y mujeres, la construcción y el desarrollo del mundo. No es correcto continuar formando al margen de la justicia y de la equidad que necesita la mujer en la República Dominicana y en el mundo. La violación a los derechos de las mujeres no es cuestión de datos estadísticos. Los hechos cotidianos dan cuenta de la situación de precariedad de derechos y de reconocimiento como sujeto capaz de hacer y de empujar la historia humana y política.

La política de género es una prioridad en la sociedad dominicana para que pueda avanzar y colocarse a tono con las exigencias de los tiempos. Jamás alcanzará un desarrollo pleno si uno de los sujetos que ha de aportar, como es la mujer, se mantiene en situación de desigualdad permanente. Llegó la hora de analizar dónde están las raíces del miedo que genera una Orden que ha de restaurar la paz escolar y la paz social. Esta paz está afectada profundamente por el fomento de la supremacía del hombre ante la mujer, que se vive en la familia, en la escuela y en la sociedad a través del uso diferenciado del lenguaje y de los métodos. Asimismo, a través de políticas educativas, sociales y electorales que asumen las mujeres como seres con déficits de neuronas. La Orden Departamental 33, 2019 ha de convertirse para cualquier educador en un instrumento de humanización. Ha de fortalecer la construcción social compartida entre hombres y mujeres. Proponemos reflexión y análisis sereno del documento para extraer del mismo lo mejor; para hacer de esta política una experiencia que potencie la convivencia y la equidad social y educativa.