La sociedad dominicana crece y experimenta un crecimiento económico que, según las cifras del Banco Central, supera el de América Latina y el Caribe en su conjunto al alcanzar un porcentaje de 7.1. El nivel alcanzado en acceso y aplicación de alta tecnología en medicina y algunas industrias da  cuenta de que vamos dando pasos significativos e imparables. El desarrollo de la sociedad se evidencia en el fortalecimiento de la conciencia ciudadana respecto a derechos, a responsabilidades y a conexión con los problemas globales. Es una ciudadanía que va superando la lógica isleña y se abre a una lógica más planetaria; una ciudadanía local, internacional y global con mayor perspectiva crítica.

El desarrollo   que  indicamos es limitado en educación. Todavía es un asomo, pero hay signos que anuncian que algo nuevo emergerá en educación. Los diferentes aspectos señalados nos animan, pero hay otros que nos desafían. El desafío más relevante en esta época histórica es avanzar hacia una sociedad educada y educadora. El déficit de educación de nuestra sociedad se manifiesta en múltiples expresiones, algunas de las cuales se tornan preocupantes por el impacto que tienen en el desarrollo humano, social, económico, intelectual y emocional de las personas y de las colectividades. Son actuaciones que se están convirtiendo en elementos constitutivos de una cultura  que sacrifica la vida, la salud y la belleza del país.

Recorrer algunas de las actuaciones que están drenando la calidad de vida de los dominicanos es un ejercicio poco simpático pero necesario para que nos tomemos tiempo y espacio para pensar y transformar una situación que se vuelve insostenible: los residuos sólidos lanzados sistemáticamente fuera del zafacón con la mayor naturalidad y tranquilidad; el tono de voz cada vez más alto que refleja una desequilibrante necesidad de  compartir con interesados y no interesados las penas y las alegrías propias; el ruido ensordecedor más allá de los colmadones y de las horas límites con la indiferencia de las instancias reguladoras de la contaminación ambiental; las fugas de agua en domicilios y vías públicas sin que los afectados directamente ni   las instancias responsables de resolver el problema actúen con diligencia y efectividad.

Asimismo, drenan la calidad de vida de los dominicanos la sobresaturación de carteles y anuncios sin regulación alguna; la desaparición de las aceras peatonales; la elaboración y comercialización de alimentos en calles, avenidas y en áreas frontales de centros de salud, sin control ni seguimiento; el robo, el soborno, la corrupción, la no rendición de cuenta en el sector público y en el sector privado sin rubor de ningún tipo; la violencia doméstica incrementada; el feminicidio como fenómeno normal; la transgresión permanente a la normativa que regula el tránsito y el transporte en nuestro país. Podríamos continuar nombrando acciones contrarias a una sociedad organizada y educada, pero lo importante es que le demos un giro radical a esta realidad.

La situación descrita requiere una transformación de la sociedad; y una vía para aproximarnos al cambio es el trabajo sistemático por una sociedad más educada y con capacidad para educar a los ciudadanos que la constituyen. Importa una educación que potencie el interés y el compromiso de los ciudadanos por el bienestar colectivo, además del bienestar propio; un compromiso que afirme su vocación en favor de la vida; que cualifique su comportamiento en las áreas públicas y privadas. Necesitamos una sociedad educada que actúe apoyada en el  razonamiento práctico que a su vez subraya el análisis, la reflexión, la evaluación y una acción inteligente. Para lograr que la sociedad actúe de esta manera es necesario desarrollar una tarea educativa transformadora de visiones, de actitudes y de  práctica.

Para que la sociedad dominicana sea más educada es necesario potenciar  la información de los ciudadanos, tratando de que la misma, sea clara, sostenida y fundamentada; cualificar significativamente los servicios sociales en favor de la ciudadanía;  puesta en ejecución de políticas sociales que posibiliten la participación social, una participación sin simulación para que los ciudadanos se involucren  de forma consciente y libre en programas y proyectos orientados al desarrollo y, especialmente, a la educación de la sociedad; puesta en ejecución de programas y proyectos educativos que favorezcan una formación ciudadana crítica, creativa y consistente.

Asimismo, es necesario que  haya apoyo real y sistemático al desarrollo de las artes, desde el nivel inicial hasta la Educación Superior; que se pongan en funcionamiento, programas de investigación que tengan como foco la formación de los ciudadanos; regular y cualificar los programas de televisión en República Dominicana para que se fortalezca la dimensión educativa de los programas. En esta dirección, también se requiere un esfuerzo mayor de los medios impresos y digitales en torno a valores y prácticas que formen humana y cívicamente a las distintas generaciones del país. Además, urge el establecimiento de criterios que regulen la designación de funcionarios con niveles académicos adecuados para que se eleve y dignifique la gestión de las instituciones públicas, y también de las instituciones privadas.

De igual manera es imprescindible que se pongan los medios necesarios para que el actual Programa de Alfabetización fortalezca su calidad y alcance la mayor cobertura en el país. En este marco, los centros educativos, los Ayuntamientos del país, las Organizaciones de la sociedad civil, las Instituciones de Educación Superior, las Iglesias presentes en República Dominicana, así como los diferentes Ministerios de la Administración Pública, tienen que priorizar en su plan de trabajo los procesos, las acciones y las decisiones que tienen como propósito central la formación en contexto de los ciudadanos dominicanos.

El suspiro por una sociedad educada no puede ser un estado permanente. Suspirar nos identifica con buenos deseos para la sociedad dominicana, pero esta misma sociedad necesita que pasemos del suspiro a la transformación real de las condiciones sociales que dificultan la formación y el desarrollo de los ciudadanos. Desde aquí animamos a trabajar activamente por una sociedad más educada y educadora. Actuar en este sentido nos compromete con el bienestar de todos; y fortalece nuestra madurez y compromiso  ciudadanos.