La República Dominicana forma parte de una isla. Su naturaleza isleña la dota de un cinturón de agua cristalina, de color azul y hasta azul verdoso. Tanto el agua como sus tonalidades tienden a serenar a las personas; a encantar a los humanos y a los animales; tienden, además, a provocar complicidad natural y liberadora con la belleza del mar, y con las prodigalidades de la naturaleza. A todos estos encantos hemos de agregarles las virtudes que adornan a los pobladores de la zona rural y los valores que encontramos en hombres y mujeres de la ciudad. Tenemos la convicción de que la sociedad dominicana tiene un lado humano cargado de hospitalidad, de actitud solidaria y de alegría contagiosa. Estas manifestaciones y estos rasgos distintivos de los dominicanos, y otros que quizás nos pasan desapercibidos, están en situación de alto riesgo. Se colocan actualmente entre los aspectos nobles que avanzan hacia la extinción; pronto podrían formar parte de los recuerdos buenos del pasado.
En esta media isla encantadora, la sociedad dominicana observa con pavor que los homicidios, los atracos, los asesinatos y los feminicidios no cesan; y parece que preocupan poco a los responsables de buscarles una solución a estos graves problemas. La burocracia, los afanes electorales y el deseo de continuidad en el poder distraen a los funcionarios de los verdaderos compromisos que tienen en sus respectivos trabajos. Nos encontramos ante un fenómeno sin freno y en escala ascendente. Pero esto ya no puede quedar en simples declaraciones o en sencillos anuncios de encuestas indicando que la criminalidad baja y que la violencia es falta de educación o que el feminicidio lo provocan las mujeres. La realidad requiere políticas públicas que reorienten radicalmente la problemática; se necesitan acciones efectivas y menos pantalla. Esta última vamos a dejársela a los cines y a las proyecciones particulares.
Nos preguntamos: ¿Por qué los funcionarios tienen asignados salarios exorbitantes si no hacen lo que tienen que hacer? ¿Quién les pide cuenta a los funcionarios de este país para que no divaguen y actúen con la efectividad que demanda la cruda realidad que circunda a los dominicanos? Ya llegó el tiempo de que la burocracia y la pérdida de tiempo no formen parte de la hoja de ruta de los Ministerios responsables de trabajar con tesón y con responsabilidad estos graves problemas.
La sociedad dominicana debe adoptar una posición vigilante y comprometida también, para aportar sus ideas, su inteligencia y experiencia en la búsqueda de solución a los problemas vinculados a criminalidad. Nuestra sociedad tiene capacidad para interpelar a las autoridades y requerirles que nos representen con dignidad y con la laboriosidad que demandan los problemas. Nuestra sociedad tiene, también. que implicarse más, para que las soluciones no se busquen cuando las flores hayan crecido en las tumbas. Es ahora, es mañana, es en la vida cotidiana que se deben afrontar estos problemas. Por esto, en la medida en que los ciudadanos actuemos con la corresponsabilidad debida, en esa misma medida provocaremos una respuesta más seria y coherente de muchos funcionarios del país. Nuestro compromiso ciudadano y el seguimiento que podamos darles desde la sociedad civil, a Ministerios y funcionarios, constituirá un respaldo necesario para aquellos funcionarios, que, aunque constituyen una minoría, realizan esfuerzos para transformar el estado de situación.