El gobierno ha comenzado un programa de encuentros con delegaciones internacionales y actores de los derechos humanos, para explicar el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros y los pasos que ha seguido desde que fue emitido el decreto 327-13.
Ello implica también explica roa ley de naturalización 169-14, para los dominicanos de ascendencia haitiana, que no están incluidos en el Plan Nacional de Regularización.
Es ahora, excesivamente tarde, luego de finalizado el plazo de 18 meses otorgado por el Plan Nacional de Regularización, cuando el gobierno se percata de que es necesario ofrecer explicaciones al mundo.
Está muy bien que el gobierno ofrezca explicaciones, y que salga en una campaña mundial a ofrecer su criterio, sus puntos de vista y las acciones que ha emprendido para regular la presencia de extranjeros, principalmente haitianos, en nuestro territorio.
Decimos que hay un retraso muy largo, porque esta campaña debió comenzar tan pronto se inició el Plan Nacional de Regularización de Extranjero.
Ahora salimos en forma desesperada a contener las críticas que se nos formulan desde todos los ángulos. Todos los medios importantes del mundo han dado cuenta del proceso de repatriación de haitianos. Y vinieron y filmaron las filas, los empujones, los reclamos y las miserias de los haitianos que se han establecido en el país. Ni siquiera para explicar a los medios extranjeros que han venido al país en las últimas semanas hemos aplicado un plan ni habilitamos canales de comunicación.
Medios como Al Jazeera, Vice, BBC, The Washington Post, The New York Times y otros enviaron corresponsales a la República Dominicana. Otros sencillamente editorializaron o publicaron artículos críticos sobre lo ocurrido en la República Dominicana. Es en ese contexto que se producen críticas como la del alcalde de New York Bill De Blasio, quien habló de un boicot al turismo y a los productos dominicanos en los Estados Unidos.
Hay quienes piensan que haciendo declaraciones en la prensa dominicana, incluso que insultando en los medios dominicanos, se puede contener ese tipo de agresiones contra el país. Tremendo error. La publicación de una declaración agresiva como la de Di Blasio repercute en muchos ámbitos a los que resulta difícil llegar a la República Dominicana.
Además, el insulto jamás podrá ser una respuesta a una imputación agresiva e injusta. El gobierno debió formar un equipo de profesionales con capacidad para manejarse en varios idiomas, y para explicar en Estados Unidos, Canadá, Europa y algunos países de América Latina su proceso de regularización, con los pasos que estaba dando, como parte de un cronograma, con información y contactos con las autoridades de Haití. No lo hicimos.
El gobierno se dejó llevar de un discurso agresivo y racista, encarnado en el grupúsculo conocido como Fuerza Nacional Progresista. Con ese discurso íbamos hacia el despeñadero y hacia el desprestigio completo, con un daño irreparable para el turismo y para las exportaciones dominicanas. Incluso un daño directo a la inversión extranjera. Ese discurso fracasó y todo el mundo sabe que era interesado y promotor del odio y la irracionalidad.
A la República Dominicana no le conviene ni le interesa ser reconocida como enemiga de Haití, ni como segregacionista contra los nacionales haitianos. La migración es una realidad en todas partes del mundo. Y los países toman medidas para proteger su integridad y la economía interna. Lo hace Europa, lo hace Estados Unidos, lo hace Canadá y lo hacen países hermanos nuestros como Costa Rica, Chile, Colombia, Argentina y las islas del Caribe inglés y francés.
Es lo que debimos salir a decir al mundo hace más de un año. Y ahora el gobierno, en forma precipitada emprende un programa de explicación de sus políticos, cuando ya tenemos muchos golpes sobre nuestra imagen y sobre la imagen del gobierno, del turismo y de la inversión extranjera.
Algunos competidores se han aprovechado de esto para también martirizar a la República Dominicana.
Dejemos atrás el discurso de odio y vayamos por el mundo, con humildad y con datos, a explicar lo que estamos haciendo y lo que seguiremos haciendo, sin la repulsa ultranacionalista ni el expediente de que nuestra soberanía está en peligro, porque eso no es una explicación que ayude en nada la regularización de extranjeros.
El gobierno cuenta con personal calificado y con argumentos sólidos para decir las razones de su política.