La polarización de dos fuerzas políticas en la contienda electoral es un pésimo síntoma para el sistema democrático dominicano. Las encuestas hablan de dos partidos o bloques de partidos como fuerzas contendientes.
Es cierto que la sociedad dominicana ha padecido de ese problema, pero se subsanó con el protagonismo en los años ochenta del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que se convirtió en la tercera fuerza política, luego del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) y del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
El antagonismo entre reformistas y perredeístas era la secuencia histórica de la disputa entre conservadores y liberales, que heredamos desde el siglo XVIII.
Los viejos caudillos confluyeron en las figuras renovadas de Joaquín Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez. Su peso y dimensión en la etapa democrática fue decisiva en la determinación del curso que seguirían los acontecimientos políticos nacionales.
Pero el proceso posterior al protagonismo del PLD fue afectado por las muertes de los tres grandes líderes políticos al finalizar el pasado siglo, en el caso de José Francisco Peña Gómez, y al comenzar el nuevo siglo en los casos de Juan Bosch y Joaquín Balaguer.
Se combinó la muerte de estos líderes con el fortalecimiento de una opción política representada en el nuevo liderazgo del PLD.
Y así esa organización se engulló, en primer lugar al PRSC, y lo convirtió en una fuerza reducida e insignificante, y luego le tocó el turno al PRD, que ha asumido las posiciones del PLD, como un aliado secundario, luego de haber sido la fuerza antagónica histórica más poderosa que tuvieron los grupos conservadores.
Pero el PLD, además de servirse al PRSC y ahora al PRD, produjo un cambio en su concepción ideológica, y de ser la fuerza política más progresista, que asumió la liberación nacional como línea estratégica -luego cambiada al boschismo- se transformó en la organización política representante del pensamiento conservador que una vez le dio fuerza y vigencia a los reformistas.
El resultado de las encuestas electorales de los últimos meses está definiendo el futuro de las fuerzas políticas dominicanas. El sistema de partido entró en crisis y todavía no se conoce cuándo habrá posibilidad de que surja algo nuevo, distinto, alternativo al viejo sistema vigente.
Si lo nuevo lo representa el PRM estaría por verse. Lo que está claro es que ese partido representa la alternancia al poder del PLD. Es sintomático que el presidente Danilo Medina esté en la boleta electoral en más de 15 ocasiones, presentado como candidato de una coalición pocas veces vista en contiendas electorales.
La fuerza emergente que lo enfrenta aparece en apenas 3 o 4 posiciones. Y en la tercera posición sólo se encuentra Alianza País, de Guillermo Moreno, con un porcentaje de intención de votos menor al 5 por ciento, pese a que es la segunda vez que se presenta como opción electoral con Alianza País.
El conjunto de fuerzas políticas adicionales no llega al 1 por ciento, de acuerdo con la encuesta Gallup del diario Hoy. Ese hecho es preocupante, porque allí hay propuestas de gran valor y reconocimiento, que merecerían más atención de la ciudadanía.
La tensión entre liberales y conservadores no existe. Los partidos borraron ya las fronteras ideológicas. Ahora es el pragmatismo lo que importa y lo que define la conducta de los políticos. Las ventajas son para los más hábiles. Es una especie de darwinismo de la política, en donde el clientelismo tiene su sustenta más destacado, y donde las posiciones públicas se distribuyen por ventajas y por pagos de favores.
La crisis de los partidos aún no llega a su fin.