Este 17 de marzo se cumplieron 42 años del crimen contra el periodista Orlando Martínez Howley. Fue director de la revista Ahora, articulista del diario El Nacional, creador de la columna Microscopio, que tuvo como epígrafe una frase de Terencio que decía “Nada humano me es ajeno”.

Además de periodista, Orlando Martínez fue militante político y combinó su vida profesional con su vida política. El temperamento de Orlando Martínez fue siempre el de un hombre tranquilo, políticamente comprometido, pero sin estridencias. Si alguna vez se le conocieron excesos fue en las opiniones que emitía, que para su época algunos podrían considerar atrevidas. Sus ideas fueron las que provocaron la ira de sus matones o condujeron a los autores intelectuales del crimen a ordenar su muerte.

Y luego asesinaron a su hermano Edmundo. Y de ese modo su familia, con doña Adriana su madre encabezando el sufrimiento por el trágico final de dos de sus hijos, se fue agotando y sus lágrimas se fueron secando hasta consumirse completamente, sin alcanzar el grado de justicia que siempre demandó. Aún no se ha terminado de hacer la justicia necesaria, en particular con los autores intelectuales del crimen.

En este 42 aniversario del crimen contra Orlando Martínez vale la pena responder la pregunta que algunos se hacen, cuando se enteran que Orlando Martínez fue un periodista amante de la justicia y que rechazaba cualquier tipo de discriminación, abuso, expoliación de la propiedad pública o cualquier acto que afectara la dignidad humana. ¿Valió la pena que Orlando luchara, escribiera, se comprometiera y se expusiera hasta la muerte, cuando son apenas pocos los que le recuerdan 42 años después del crimen que le segó la vida?

El pobre Orlando Martínez, fue un idealista, que pensó arreglar las cosas en este país, eliminar la pobreza, evitar la extracción de los recursos naturales de la República Dominicana, y obligar al gobierno de Balaguer a cumplir su propia legalidad. Si no se hubiese comprometido ni atacado tanto a Balaguer hoy estaría vivo-, dijo una persona convencida de que luchar por el país no vale la pena, y que ya no es necesario dar su vida para salvar la patria.

Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, dice una canción de Joan Manuel Serrat. Es difícil concluir que la lucha por mejorar las condiciones políticas o económicas de la sociedad es inútil o que no vale la pena, porque las nuevas generaciones no lo reconocerán o porque a quien se compromete socialmente le acecha la muerte en cualquier esquina.

Entregarse o resignarse es lo que no tiene sentido. Quedarse indiferente ante las injusticias es lo que desalienta y contradice la conducta de las personas más admiradas en la historia de la humanidad, desde Jesucristo hasta Mahatma Gandhi, desde Aníbal o Publio Cornelio Escipión hasta la madre Teresa de Calcuta, desde Gengis Kan hasta Martin Luther King. En este caso habría que pensar si hoy tendríamos el país del que somos parte si Juan Pablo Duarte y los Trinitarios no se hubiesen ocupado de luchar por una república independiente, con leyes democráticas y con unas propuestas bien claras de justicia social.

Una vida vale mucho. Es lo más valioso con que cuenta cualquier ser humano. Y si está dispuesto a entregar la vida para que haya justicia para los demás, es digno de recordación, de respeto, de admiración y aprecio.

Orlando entregó su vida involuntariamente. Él no quería morir, pero estuvo ejerciendo un derecho que lo puso en peligro, especialmente en un país donde hubo y sigue habiendo criminales a sueldo. A Orlando lo asesinaron sicarios al servicio del Estado, y sicarios con altos rangos militares ordenaron su asesinato. Y lo justo es que paguen, sin importar la edad que hoy tienen. Ya tienen el escarnio público por el crimen ordenado, y que muchos en la sociedad dominicana saben que fueron ellos los que dieron la orden. Orlando Martínez cumplió con un deber ciudadano, un deber profesional y un deber social de buscar una república con justicia.

Orlando Martínez merece ser recordado. Su muerte no fue en vano. Con su muerte muchos han aprendido, han adquirido conciencia, y muchos seguirán creciendo en el compromiso de la justicia. Honor a Orlando Martínez.