Este 17 de marzo llegamos al 46 aniversario del asesinato del periodista Orlando Martínez. Un crimen de Estado que apenas pudo ser sancionado parcialmente, y que desde el primer momento estuvo en conocimiento del presidente de la República de entonces, Joaquín Balaguer, sobre quiénes fueron los responsables del asesinato que puso en evidencia la fachada sanguinaria de una administración que tiñó de sangre muchas calles de la República Dominicana.
Orlando Martínez Howley fue asesinado en el momento en que dirigía la revista Ahora!, propiedad del periodista y abogado Rafael Molina Morillo.
Orlando era el autor de una columna diaria en el diario El Nacional de Ahora, que cada día abordaba temas políticos, militares, sociales e internacionales con un prisma crítico, muy a tono con el pensamiento socialista del autor, quien reflejaba claramente las ideas en boga en las líneas programáticas del Partido Comunista Dominicana.
Hace 46 años del crimen, ocurrido el 17 de marzo de 1975, y no solo la familia de Orlando fue víctima de los desmanes oficialistas alrededor de la figura del hijo de doña Adriana Howley y Luis Mariano Martínez, sino que trascendió a los medios de comunicación, pretendiendo colocar mordaza sobre la libertad de expresión. Y los criminales no solamente asesinaron a Orlando, también acribillaron a Edmundo Martínez Howley, hermano del periodista, quien se empeñó en indagar sobre el crimen su sus autores.
El horrendo asesinato del periodista Orlando Martínez no consiguió el objetivo de silenciar el periodismo. Los 12 años de gobierno del doctor Joaquín Balaguer (1966-1978) no califican como una típica dictadura porque los periodistas siguieron ejerciendo su rol, exponiéndose a la persecución y a las amenazas. Otros periodistas perdieron la vida, como Guido Gil Díaz y Gregorio García Castro, o Enrique Piera, y las patrañas y acusaciones se quedaban entre los generales policiales criminales, abiertamente identificados, que estaban vinculados como parte o cabecillas de grupos vandálicos, como La Banda Colorá, que cobraron cientos de vidas de jóvenes progresistas y opositores al régimen del doctor Balaguer.
Desde el 17 de marzo de 1975 Orlando Martínez ha iluminado desde su martirio el ejemplo del periodismo combativo, del periodismo combatiente, del periodismo crítico. Y por ello esta fecha es simbólicamente importante para los periodistas y para los medios dominicanos.
No es extraño que este miércoles 17 de marzo el Colegio Dominicano de Periodistas esté lanzando desde el Palacio Nacional un seminario en periodismo ético. Tampoco es extraño que la sala de prensa del Palacio Nacional lleve el nombre del periodista Orlando Martínez.
Aún la justicia dominicana tiene una deuda con el periodismo en el caso de Orlando Martínez. Los autores intelectuales de la muerte de Orlando Martínez siguen bajo protección de instancias económicas y políticas. Los autores materiales fueron identificados y condenados. Los que dieron las órdenes para perseguir a Orlando y supuestamente darle una lección, siguen vivos y esquivando la atención pública.
En un acto cínico el presidente Balaguer ofreció una recompensa a quien ofreciera información para apresar a los criminales de Orlando Martínez. Balaguer lo sabía todo. Luego en sus Memorias colocó una página el blanco, que supuestamente sería llenada por alguien que le sobreviviría. Ese alguien jamás apareció. Y Balaguer hasta desde la tumba quedó embarrado con esta muerte. A menos que el responsable de llenar la página en blanco haya entendido que hubo justicia con las condenas que se produjeron entre 1996 y 2000 contra los que asesinaron a Orlando Martínez. El receptor de las informaciones de Balaguer, aunque fuera por vergüenza y hasta por respeto a un hombre anciano y cínico, debió ofrecer al país las confirmaciones de lo que ya todos sabíamos.
Desde 1975 y por siempre, el 17 de marzo de cada año es símbolo del sacrificio de un periodista por su verdad, por su derecho: Orlando Martínez. Es un día para celebrar el buen periodismo. Con la esperanza de que Orlando siga viviendo en la memoria del pueblo dominicano. Y con él sus ideas de libertad y decoro.