El discurso oportunista electoral no gana votos. Hacer una campaña sobre la base de mentir agitadamente y generar odio hacia un segmento de la sociedad, de la humanidad o directamente hacia una persona, no necesariamente convence a una colectividad.

No importa que se trate de un mensaje focalizado sobre una comunidad determinada a la que se busca persuadir, convencer y dirigir en la decisión de ejercer el voto. Es lo que en estos momentos intentan hacer algunos políticos al pretender representar y liderar a los votantes cristianos (evangélicos y católicos, sobre todo).

Peor aún es que una determinada entidad religiosa se valga de la fe de su grey y de la confianza que ésta deposita en sus pastores para intentar dirigirlos hacia el rechazo contra una determinada persona o una colectividad.

En es sentido, consideramos que emplazar al presidente de la República, Danilo Medina, como lo ha hecho la Conferencia del Episcopado Dominicano, para que presente una carta de protesta contra el supuesto activismo gay del embajador de los Estados Unidos en la República Dominicana, es una exigencia inadecuada.

Podría pensarse que se busca llevar al gobernante a una especie de encerrona, precisamente en un momento de campaña electoral, cuando el presidente está postulando para la reelección.

Como reza una vieja expresión: Muchas veces detrás del incienso de la oración se esconde el delito

Es obvio que los obispos católicos quieren que el presidente entre en un terreno en que pudiera caer víctima del remolino que se ha creado con una campaña homofóbica, de un odio irracional, fuera de cualquier interés legítimo para que la sociedad dominicana deje a un lado los peligros del relativismo ético en que han caído algunos.

Brewster se encuentra en la República Dominicana desde 2013, y vino acompañado de su pareja, con quien está casado de acuerdo a las leyes de los Estados Unidos. Se trata de una persona que ejerce una función diplomática y que tiene su pareja gay, a quien muestra y presenta como lo que es. No hay simulación, ni se están escondiendo, y tampoco están dañando a nadie, como sí hizo un representante del Vaticano en la República Dominicana, durante ocho años: Josef Wesolowsky, pederasta y pervertidor de menores, con quienes practicaba sexo y compartía drogas, alcohol y pornografía.

Con relación a este caso, que es aborrecible y condenable desde cualquier punto de vista, nunca vimos un activismo de la Iglesia Católica ni de las iglesias evangélicas como el que en la actualidad dirigen contra las personas de preferencia no heterosexual, representadas por la comunidad LGTB dominicana.

Hubo varios casos de sacerdotes y pastores evangélicos comprometidos con violaciones a menores de edad, con prácticas de pederastia, incluyendo el sacerdote de Juncalito, que se hacía llamar Padre Gil, y que hoy cumple condena benigna en Polonia, su país, después de una negociación con los tribunales.

Fueron muchos los niños de Juncalito que fueron llevados a Polonia en viajes de “recreación y educación”, por este pervertidor sexual que vestía una sotana de sacerdote. Las protestas y las quejas, por los daños morales infringidos por estos depredadores sexuales no las vimos nunca de los evangélicos ni de los católicos. Silencio cómplice fue lo que vimos.

¿Por qué una actitud tan distante de la justicia por parte de las iglesias? Wesolowsky y los sacerdotes y pastores evangélicos son y fueron criminales actuando en un terreno con impunidad garantizada, hasta que se denunciaron públicamente sus delitos.

Hace falta desterrar el discurso de odio, el discurso que se sustenta en la mentira, en el engaño, en la diatriba, en el insulto.

Es frecuente escuchar a políticos sin relevancia alguna asumiendo de forma estridente estos discursos, para que alguien los escuche. Intentan exacerbar un nacionalismo retorcido, utilizar la fe de las personas, como si fuera posible estafar en el proceso electoral a quienes desean que este país marche por el camino de la decencia.

Como reza una vieja expresión: Muchas veces detrás del incienso de la oración se esconde el delito.

Rechacemos esos discursos de odio, racistas, negadores de derechos, xenófobos y homofóbicos, que a su vez ocultan los delitos y los crímenes cometidos por demonios vestidos de cristianos.