Los fenómenos atmosféricos que nos afectan años tras años ponen en evidencia la precariedad que en muchos aspectos vive la mayor parte del pueblo dominicano. Se asume como un hecho natural que los medios de comunicación presenten imágenes de diversos tamaños y tonalidades indicando el estado de los ríos, de las cañadas, de las viviendas, de las plantaciones agrícolas; del estado de las personas y de los animales. Todos estos aspectos son de vital importancia para la sociedad dominicana, pero en este contexto es crucial la situación de los niños, de los adolescentes y de los envejecientes. Todas las personas sufren, pero estas sufren más por ser más vulnerables. Esta condición de vulnerabilidad es la que requiere mayor atención de las instituciones del gobierno y de la sociedad en general.
En días recientes el conjunto de organizaciones que forma la Coalición por la Niñez, representadas por su coordinador, le informó al país que más de un millón setecientos mil (1, 700,000) menores son vulnerables. Esta condición de vulnerabilidad implica que viven situaciones difíciles que atentan contra su desarrollo integral. Los menores constituyen el potencial del futuro de la República Dominicana. Esto hace que informaciones de esta naturaleza nos lleven a preocupaciones profundas y a pensar qué y cómo hacer para revertir una situación que pone en riesgo el presente y el futuro del país. A este segmento de la población se añaden las personas envejecientes, muchas de las cuales viven un estado permanente de abandono e indefensión.
Los menores y los envejecientes, aunque resulte fuerte expresarlo, son tratados como residuos; y por ello la inversión para atenderlos es mínima. Las organizaciones que trabajan por condiciones dignas para los niños sostienen que las políticas públicas no han priorizado la protección de la niñez. Esta situación se manifiesta en el Informe Deuda con la niñez, de la Fundación Save the Children de 2017. Este Informe revela respecto a República Dominicana que este país ocupa la posición 120 de 172 países donde ser niña o niño supone un riesgo.
Esta realidad tiene que cambiar; y por ello es necesario que las autoridades pasen de las declaraciones públicas a la realización de hechos reales. La República Dominicana no resiste más análisis ni estadísticas cuando se plantea el problema de la niñez y de los envejecientes. Urgen hechos evaluables y tangibles. La problemática que abordamos nos indica que un compromiso del gobierno actual y de los que vendrán es hablar menos y mostrar una acción más eficiente y eficaz en favor de los sectores más débiles de la población. Esto supone, también, la elaboración y distribución de un presupuesto más justo y humano. Para revertir este problema es necesario un presupuesto en el que se consignen políticas sociales que acentúen el cuidado y el desarrollo humano y social de los menores; así como el cuidado digno de las personas mayores que ya no tienen capacidad de producir ni de valerse por sí mismas. El desafío está en asumir un compromiso más responsable con el presente y el futuro del pueblo dominicano. En este proceso importa recordar que los envejecientes constituyen una reserva moral, una fuente de sabiduría; y han de tenerse en cuenta al considerar el presente-futuro de la sociedad dominicana.