Estados Unidos ha sido el país ejemplificador de los procesos democráticos e institucionales. Todos los países del mundo definen su democracia o sistema de gobierno y se comparan con los Estados Unidos, o se oponen a los Estados Unidos. Eso ha llevado al imperio del norte a establecer rankings y listas de ejercicio democrático en elecciones, libertad de prensa, derechos humanos, tráfico de personas…

Algunos países han establecido un sistema democrático sólido, a veces con variantes del sistema norteamericano, pero respetan y guardan la distancia, y tratan de no juzgar a los norteamericanos por la particularidad de su democracia. Y los norteamericanos son los que deciden dónde se ejerce bien y donde no se ejerce adecuadamente la democracia. Por ejemplo, ellos son los que determinen los paraísos para los lavados de activos, y los que aplican sanciones en todo el mundo por violaciones de los derechos humanos. Si en un país ellos consideran que hay prácticas de trabajo infantil, con tolerancia oficial, aplican sanciones. Y se han apropiado del derecho de la multilateralidad.

Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, mediante un proceso electoral transparente en 2016, muchas cosas han cambiado. El presidente de Estados Unidos de entonces, Barack Obama, procedió de inmediato y le dio tratamiento de jefe de Estado tan pronto ganó las elecciones. Hilary Clinton, la candidata perdedora, pese haber obtenido más de tres millones de votos por encima de los que obtuvo Trump, reconoció su derrota electoral sin chistar. Y todo fluyó son absoluta normalidad.

Donald Trump y los republicanos fueron a un proceso electoral y democrático de elección de nuevas autoridades. En el nivel presidencial perdieron las elecciones por más de cinco millones de votos de diferencia, a favor del candidato demócrata, Joe Biden, y también por una diferencia de 74 electores electores. De los 270 necesarios para obtener la presidencia, Biden obtuvo 306 y Trump se quedó en 232.

Pero Trump y los republicanos no han sido democráticos, ni han sabido ser perdedores, como se espera de cualquier persona que se someta a una elección. Han dado un ejemplo lamentable y lastimero para un país como Estados Unidos. En realidad, han llevado a los Estados Unidos a aliarse a los malos perdedores, o a los que pierden y quieren quedarse con el poder a cualquier precio. Ya Estados Unidos no es ejemplo democrático en procesos electorales.

Y cada día que transcurre es mayor la pérdida de credibilidad y de autoridad moral para exigir a los demás que cumplan con normas democráticas, de derechos humanos o de limpieza en la administración de fondos públicos.

Estados Unidos, con el accionar de Donad Trump para invalidar las elecciones del 3 de noviembre, ofrece una deplorable actuación antidemocrática que le desatoriza para querer seguir dando ejemplo. Y más lamentable aún es ver a personas educadas, que pedían actuaciones democráticas en muchos lugares del mundo, seguir en peor ejemplo antidemocrático que se puede conocer hoy en día. Muy lamentable y deplorable esta actuación de la que estamos siendo testigos.