La lectura es una de las urgencias pendientes en la sociedad dominicana. Comenzando por el Ministerio de Educación, y siguiendo con el Ministerio de Cultura y los programas de estimulación de la lectura. Claro, las universidades tienen una excelente oportunidad para estimular la lectura en sus más de medio millón de alumnos que cursan distintas carreras en el sistema de educación superior.

Hace ya muchos años el país vivió la experiencia de una campaña, muy intensa, con la consigna de que "los libros no muerden". Y el propósito era estimular la lectura como una forma de superar muchas de las trabas sociales, incluyendo la violencia, la pobreza, la incapacidad de diálogo y muchas otras lacras sociales.

La pasada semana el Ministerio de Economía y Planificación hizo referencia a la bajísima capacidad de comprensión que tienen los estudiantes del nivel primario en la República Dominicana.

La nota recogida por el gratuito Diario Libre decía: “La República Dominicana enfrenta serios desafíos educativos que resultan en pobreza de aprendizaje, según los resultados del Boletín de Competitividad Sectorial (BCS) 2021, publicado por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (Mepyd), que revela que el 62.3 % de la población de 10 años no podía leer ni entender un texto simple”. Y continuaba diciendo que “en la pobreza de aprendizaje, el país se ubica cercano al promedio de América Latina y el Caribe, que es un 62.1%”.

Esos niveles se mantienen pese a que en los 16 años de gobierno del Partido de la Liberación Dominicana se adoptaron iniciativas como la especialización del 4% del PIB para el sistema educativo, y se aprobó y puso en marcha una ley especial para estimular la lectura.

El 29 de diciembre del 2008 fue aprobada la ley 502-08, llamada Ley del libro y bibliotecas, dirigida a fomentar las bases de una política pública que condujera a democratizar la lectura y el acceso al libro en la República Dominicana, y al mismo tiempo a estimular el desarrollo de la industria editorial en sus diversos sectores y procesos, además de estructurar un sistema nacional de bibliotecas que sirviera a la educación y a la recreación formativa con la lectura.

El reglamento de esa ley fue promulgado mediante el decreto 511-11, por el presidente Leonel Fernández. La entonces primera dama de la República de entonces, Margarita Cedeño, asumió parcialmente la responsabilidad de estimular la lectura. Lamentablemente, aún seguimos muy lejos de ese deseo.

De acuerdo con publicaciones españolas de este fin de semana, la pandemia del Covid, con las restricciones y la permanencia en los hogares, lo que provocó fue un estímulo por la lectura y ahora comienza a producirse un crecimiento de la industria editorial y el florecimiento de las librerías.

Nada de eso se siente en la sociedad dominicana. Lo que hemos tenido, lamentablemente, es el quiebre y el cierre de prácticamente todas las librerías, con excepción de las dedicadas a libros de textos y alguna que otra librería bien plantada en la capital y en Santiago, con gran apoyo empresarial detrás.

El profesor José Ramón Albaine Pons escribió el pasado lunes en Acento, un texto propositivo sobre la lectura para el nivel de educación superior. Lo recomendamos encarecidamente, porque es una forma de alcanzar algunos cientos de lectores, ojalá que miles, con un programa de formación que incluya cada año la lectura de algunos libros, tal y como propone el profesor Albaine Pons.

El gobierno debe asumir este desafío. A través del Ministerio de Educación, que es la vía más idónea, y a través del Ministerio de Cultura, con gran apoyo a la industria editorial y a la edición de libros de bajo costo, o la inclusión de literatura dominicana y mundial, ya libre de los cargos por propiedad intelectual, para que la lectura se facilite a los estudiantes de todos los niveles y a los ciudadanos con posibilidad de abrirse a la experiencia gratificante de la buena lectura, en el género que más les guste, en los dispositivos móviles que está entregando el Ministerio de Educación. Es una gran oportunidad que tiene este gobierno, que apenas inicia, para que en un tiempo prudente pueda comenzar a ofrecer resultados.

Es seguro que a nivel internacional habrá experiencias que nos puedan ayudar a poner en marcha un buen programa, o varios buenos programas, de estímulo a la lectura. Es una de las tareas pendientes del país y de los ministerio de Educación y de Cultura, y es muy seguro que podrían contar con el aval de entidades como la UNESCO, en donde contamos con un magnífico embajador, intelectual, poeta, novelista, como Andrés L. Mateo.