¿Nadie se cansa de escuchar que los dominicanos no leemos? ¿Nadie cree que en tiempos de tantos cambios también hay que modificar eso? Y bien, ¿cómo se vuelve una persona un lector? Pues eso todos lo sabemos, leyendo, leyendo y leyendo, no hay de otra. Y eso sí, mucho se ha escrito en nuestro país de la importancia, la riqueza, el deleite y la amplia visión de la vida que ofrece el ser un lector.
¿Y cuándo es que hay tiempo para iniciarse como lector? Pues a mi parecer (y puedo estar muy equivocado) es la época de estudio en una Universidad. No creo que en el bachillerato nuestro, con tantos problemas y tanto para aprender, ni veo que es después de graduado de profesional, que hay que conseguir trabajo, aprender el oficio que se estudió, organizar su vida, se marcha de su casa, hace una familia y tantas cosas más.
¿Y qué hacen nuestras universidades para que nuestros estudiantes lean? Nada, absolutamente nada. Tenemos medio millón (más o menos) de jóvenes ciudadanos en nuestras manos y no hemos pensado qué hacer para que se desarrollen mejor, para que amplíen sus miras, para que vivan más intensamente conociendo muchas vidas y circunstancias. Simplemente les ofrecemos algo de instrucción y muy poco de educación.
Y como aquí todo el mundo tiene una propuesta para algo, quiero presentar la mía. Leo y escucho tantas por la prensa, la radio, la tv, que es una más y si lo amerita hay toda la libertad de hacer lo que yo hago con tantas que me llegan, tirarla al zafacón, Y por favor no nos comparemos con países desarrollados. Los bachilleres de muchos de esos lugares van a la Universidad o a la vida laboral con 10 a 15 libros, de cultura, no de texto, bien leídos y analizados en su época escolar.
Bien, propongo que en el primer año universitario sigamos como estamos. Una lengua española I y II que llenan variadas lagunas y refuerzan muchas cosas. Hay que conocer algo de nuestra lengua.
En el segundo año, todas las carreras y todos los estudiantes, recibirán Lengua Española III y IV. ¿Cómo? Un profesor seleccionará tres textos (novelas) o seis cuentos clásicos (III) y se discutirán y leerán en clase. Los estudiantes deben entregar un trabajo escrito (a mano) sobre cada texto y de ahí su nota. Cada profesor escogerá libremente los textos que enseñará y deben ser aprobados por su departamento el cual será el responsable de la calidad de los mismos. Cada tres años debe cambiar sus obras para estudio por otras. No importa que dos profesores del mismo nivel presenten una sola misma obra. No más de una. En lengua española IV, por igual, pero con textos de literatura dominicana contemporánea (digamos, posteriores a 1960).
El tercer año Lengua V y VI, literatura latinoamericana clásica y contemporánea. Dejemos atrás ver y escuchar a nuestros profesionales (y a veces muy buenos) que confunden a Borges con Neruda. (Puede ser discutible, pero me parece que Confieso que he vivido, vale como novela).
En cuarto año (o su equivalente) Lengua VII y VIII. Textos de escritores españoles clásicos y contemporáneos. No ensayos, no libros de divulgación de lo que sea, solo novelas y cuentos.
El quinto año Lengua IX y X, literatura universal clásica y contemporánea. Nuestros profesionales todos, saldrán graduados de sus estudios particulares y además habrán leído, discutido y pensado un mínimo de 24 textos de cierto nivel cultural.
¿Y de dónde vamos a sacar los profesores? Estos serán entre todos nuestros escritores activos hoy, los consagrados y los que van por esa vía. Los ganadores de premios y menciones en concursos nacionales y regionales y si aparece, algún premio internacional, por supuesto que sí, o algún extranjero contratado.
Pudieran ser tres créditos académicos, o sea tres horas presenciales a la semana (el zoom es también presencial, pues están presentes, ¿no?) dedicadas a leer y discutir un texto. Las universidades invertirán en libros para sus bibliotecas (con ayudas del Ministerio), pero los escritores saben cómo conseguir muchos textos en la Internet.
Para la UASD, sería un muy serio esfuerzo, aunque tiene el mayor departamento de letras del país, con muchos y buenos escritores. Las universidades privadas estarán de plácemes de tener más créditos para cobrarle a sus estudiantes. Educación Superior pudiera dar un plazo de tres años a todas nuestras universidades para ponerse al día. Basta una resolución, que no solo sean para repartir becas!!
Si me han leído hasta aquí, permítanme una digresión, por si algún escritor endémico pone a volar su ego. En 1941 el poeta y ensayista anglo-estadounidense W.H. Auden dictó un curso en la Universidad de Michigan, U.S.A., llamado “Destino y el Individuo en la Literatura Europea”, que desde entonces se conoce como “El Curso de Auden”.
En su “syllabus” (lista de temas o lecturas de un curso, algo obligatorio de entregar a los estudiantes), descubierto recientemente, se pueden observar unas 6,000 páginas a estudiar ¡Para un semestre!: desde Esquilo y Sófocles, Horacio, San Agustín, Dante hasta Rilke y Kafka, aparte de 9 libretos de ópera, Morfeo, Carmen, La Traviata y ensayos de pensadores de la época. Para un curso de 2 horas semanales. Claro, hasta libros de cómo sobrevivir a Auden se han escrito. Y si alguno aquí piensa en emularlo, no es para tanto, ni estamos para tanto.
En cinco años veremos cómo nos va. Habrá tramposos, por supuesto. Se venderán los informes sobre obras estudiadas en los diversos puestos que rodean a todas nuestras universidades, como dudarlo. Pero un estudiante le podrá decir a otro: a mí me tocó el profesor tal y que buen libro leo ahora y su amigo le dirá, los tres de mi profesor lo que me dan es sueño, me prestarás ese en vacaciones. Y habrá de todo, como siempre.
Pero también miles de estudiantes universitarios, decenas de miles, leerán libros, conocerán otros mundos, otras vidas, otras épocas, otras circunstancias. Compararán sus ideas y sus ideologías con las mejores mentes del planeta…y quizás, solo quizás, dejemos de ser solamente un paisito de sol, cocos y maqueyes y una sola librería para 11 millones de personas. ¡Y nadie jamás podrá decir, los dominicanos no leen! Pudiera ser. Pudiéramos cambiar.