El pasado 15 de enero los obispos dominicanos anunciaron que darán a conocer un documento pastoral titulado “Escuchar y acompañar a los jóvenes en un proceso de discernimiento”, con el propósito de reivindicar el rol que la Iglesia Católica ha jugado y quiere seguir jugando en el forjamiento y la formación de la juventud dominicana.
La carta se dará a conocer el 21 de enero, con motivo de la celebración del Día de Nuestra Señora de la Altagracia.
Hay que celebrar que los obispos hayan tomado en cuenta algunos errores fundamentales de la práctica de ciertas autoridades eclesiásticas. No sólo en la República Dominicana, sino en todo el mundo, la Iglesia se ha visto y sigue afectada por conductas abusivas e impropias de clérigos, que aprovechando la autoridad moral y ética de su función religiosa, han abusado sexualmente de miles de jóvenes, varones y hembras, incluidos niños y niñas, en todo el mundo, y en particular en nuestro país.
De acuerdo con la nota divulgada, los obispos pidieron perdón a los jóvenes y familias afectadas por anti-testimonios de algunos miembros de la Iglesia. “Entre las luces también hay sombras. Como Iglesia pedimos perdón a los jóvenes y sus familias que se han visto afectados por cualquier anti-testimonio de algunos miembros de nuestra Iglesia. Que debilidades de algunas personas de nuestra comunidad eclesial no les desanimen. Que la fragilidad y los pecados no sean la causa de perder su confianza. La Iglesia es su madre, no les abandona y está dispuesta a acompañarles por caminos nuevos”, manifestaron los obispos.
La Arquidiócesis de Santo Domingo formó una comisión para investigar las denuncias de abusos sexuales por parte de clérigos. Es hasta ahí que han llegado en el caso de la Arquidiócesis. Ninguna diócesis ha tomado una medida parecida. Aún así, sigue siendo muy tímida la medida, cuando se sabe que en instituciones educativas eclesiales, en seminarios y otras dependencias de la Iglesia ha habido y se han registrado abusos sexuales persistentes, que se han ocultado precisamente por decisión de las propias autoridades, algunas de las cuales aparecen como firmantes del documento episcopal.
El problema es y seguirá siendo tan grave, que habría que sugerir a las autoridades del Ministerio Público que tomen decisiones valientes e investiguen casos que bien pudieran arrojar luz sobre las conductas de ciertos clérigos, no de la Iglesia Católica, que desdice infinitamente de su apostolado. La petición de perdón no puede quedar solamente en el arrepentimiento por el “anti-testimonio” de algunos, sino en su identificación y sanción, al tiempo que se pueda resarcir en parte el daño causado a las víctimas.