Cada día una noticia o una iniciativa desplaza a la otra y nos aporta nuestra dosis de sorpresas. Mejor dicho, en la República Dominicana nunca se sabe sobre qué pie estamos parados.
De manera sorpresiva, descubrimos que la educación sexual científica e integral es todavía un tema tabú y desata pasiones en un país hiper sexualizado como el nuestro. Un país que exhibe una cifra alarmante de adolescentes embarazadas, de “matrimonios” de menores con adultos, de muertes maternas y neo natales, de exportación de trabajadores sexuales a todos los rincones del planeta, fruto de la terrible falta de educación y de la pobreza en la cual está sumergida una gran parte de nuestra población.
Este tema es tan neurálgico que un buen día nos despertamos con la noticia que la Iglesia Católica, de manos de Monseñor Masalles, presidente de la Comisión Nacional de la Vida de la Iglesia Católica, se ha sentido en la obligación de proponer un anteproyecto de ley creando la asignatura de “Introducción a la sexualidad humana”, dentro del marco del séptimo Foro Legislativo de la Cámara de Diputados, nueva modalidad de este cuerpo y de su presidente para dar cancha a los ciudadanos para una gestión “más transparente, más democrática y participativa” de diputados que han horrorizado la ciudadanía por no saber usar vehículos de menos de 100,000US$.
Tenía entendido que en cuanto a la implementación de la educación sexual en las escuelas publicas, el MINERD se guiaba por el Programa de Educación Afectivo Sexual (PEAS), que fue sometido a un proceso de revisión en el año 2011 y que trajo como consecuencia la elaboración de los Lineamientos del Sistema Educativo para la Educación Afectivo Sexual en los Centros Educativos.
Pensaba que la educación sexual estaba avalada por la Ley Orgánica de la Estrategia Nacional de Desarrollo de la República Dominicana 2030, por el Pacto Nacional para la Reforma Educativa en la República Dominicana y la Ley 136-03, entre otras normativas nacionales.
Si bien eso no significa que la educación sexual se imparta en las escuelas públicas de manera satisfactoria existe, sin embargo, todo el arsenal legal que permite la formación cuidadosa de los recursos humanos para implementar esta materia, como bien lo ha recalcado el Ministro de Educación, Andrés Navarro.
Me pregunto, entonces, porqué Monseñor Masalles, seguramente una de las personas más al día e informadas de este país, propone una ley de educación sexual que sería aplicada en las escuelas públicas. Me llama poderosamente la atención que esta ley debería reconocer “el derecho constitucional de los padres de retirar sus hijos de la asignatura, siempre que no estén de acuerdo con su contenido”. ¿Será entonces una anti ley? ¿El ejercicio de mi derecho constitucional me permitiría también retirar mi hijo de la clase de historia porque no me gusta la forma en que esta se imparte?
Ya es tiempo que se llame a un pene un pene, y a una vulva una vulva y que se explique claramente -según las etapas del desarrollo de los niños y jóvenes- en el respeto de los valores de la no discriminación y de los derechos, las funcionalidades y el cuidado del cuerpo humano, la reproducción, el placer, los métodos anticonceptivos, los peligros de una sexualidad a temprana edad y sus consecuencias. La calidad humana y la formación de cada uno y cada una de nuestros maestros, orientadores y psicólogos son la condición sine qua non del resultado de esta asignatura tan contestada como de todas las asignaturas impartidas en el país. Esta responsabilidad recae sobre el Ministerio de Educación.
La escuela pública debe garantizar el acceso a todos de los conocimientos científicos y éticos, sin que la religión merme las oportunidades de aprendizaje de ninguno de nuestros niños, niñas y adolescentes. Una cosa son las creencias individuales y otra los derechos que son universales.