¡#Lascausalesvan! Tranquilos señores legisladores, nadie está obligado a tomar la decisión de abortar. Eso se llama el libre albedrío, o la posibilidad de que las mujeres tomemos nuestra propia decisión en caso de vida o muerte.
Dejen de lado artimañas y mala fe y no se olviden que el programa de gobierno del partido mayoritario reconoce que una de las problemáticas de las mujeres es la penalización del aborto. Cual sea su bancada honren sus compromisos con los derechos humanos de las mujeres dominicanas que los llevaron a las cámaras legislativas.
No nos vengan ahora con una ley separada, una comisión de justicia o aceptando una sola causal de las tres y recuerden que los derechos fundamentales no se pueden someter a un referendo, mecanismo que todavía no se ha implementado en nuestro país.
¿Les importa a ustedes que nuestras niñas y adolescentes compren píldoras abortivas y que lleguen desangradas a los hospitales? Con el dinero del barrilito se consigue un legrado bien hecho en una clínica privada.
¡Qué tanto discurrir, que tantos vaivenes y cobardía frente a un poder espiritual que no le impide a nadie pecar! Vivimos en un estado laico y no en una teocracia.
No se dejen entrampar por los conservadores, evangélicos y católicos, que rezan en contra de la vida de las mujeres a pesar de llamarse Provida. Promueven la peregrina idea que las causales son impuestas por las grandes potencias y ven la interrupción del embarazo como un gran negocio, cuando el peor de los negocios -porque genera muertes- lo propicia su prohibición.
El aborto es un tema de salud pública y de derechos universales. Ojo, apreciados legisladores, hay sectores de las iglesias y muchos creyentes, hombres y mujeres, que apoyan las 3 causales. Si no, ¿cómo se explica que casi el 70% de las personas entrevistadas se declaren a favor de la interrupción del embarazo en determinadas circunstancias?
Por favor, no jueguen con el poder emotivo del tema orando en público por el derecho a vivir de los bebés no nacidos. Las mujeres le decimos no al chantaje emocional y no a la doble moral de una sociedad machista.
No menosprecien la lucha de las llamadas “feministas”. Son nuestras hermanas y luchan por todas las mujeres. Una mujer que puede ser, el día que menos usted lo espera su esposa, su hija, su nieta o su sobrina.
Nuestras “feministas” son las que allanan el camino hacia la autonomía y la dignidad de todas las mujeres dominicanas.
Las mujeres no queremos vivir en un Nueva York chiquito, si se trata de un país pseudo moderno con leyes arcaicas, medidas atrasadas y donde nos representa políticamente un patriarcado falócrata, rancio e inconsistente.
Aplaudimos la posición privada y de avanzada del presidente de la República y entendemos su prudencia en su posición pública frente a los poderes del Estado.
Sin embargo, le queda todavía margen de juego: puede seducir, convencer o desaconsejar, como lo ha hecho en otro caso y, sobre todo, luego observar para no desprestigiarse y demostrar su coherencia como líder de un partido social demócrata.
¡Reflexionen señores legisladores! Si «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, ¿cómo es posible que las mujeres no podamos decidir si, en situaciones extremas, queremos cargar una gestación con el producto de una violación o incesto, un feto inviable o que hace peligrar nuestras propias vidas?