En los últimos 11 años Haití ha sufrido una tragedia tras otra. El terremoto de enero del 2010 mató a más de 300 mil personas de ese país, destruyó una gran parte de la infraestructura de la capital y provocó daños a más de 500 mil personas. Lo peor de aquel terremoto no fueron las muertes y daños materiales, sino que provocó una sustitución del gobierno de René Preval en condiciones que dañaban seriamente la construcción y consolidación democrática que se había alcanzado.
De los candidatos presidenciales que se presentaron en la elección de noviembre del 2010, en primera vuelta, tres resultaron con la mayor votación para acudir a la segunda vuelta a realizarse en marzo del 2011. El que había quedado en tercer lugar, Michael Martelly, extrañamente ocupó la primera posición, y fue juramentada como presidente. Un presidente díscolo, desorganizado, irresponsable, un cantante popular sin conocimientos de política ni de organización del Estado, y terminó hundiendo más Haití.
La recuperación del país no se produjo, la solidaridad internacional perdió la confianza en el gobierno y en la capacidad del país para salir adelante, y Haití desaprovechó la posibilidad de la reconstrucción y de utilizar una gran cantidad de recursos para los más pobres. Martelly salió del gobierno sin haber organizado elecciones, y tuvo que entregar el poder a un presidente provisional, Jocelerme Privert, para que organizara las elecciones y colocara al país en posibilidad de un relevo eficiente.
Varios ciclones afectaron Haití, inundaciones, hasta que finalmente pudo hacerse una elección con cierto grado de credibilidad. El 20 de noviembre de 2016 se hicieron elecciones y Jovenel Moise obtuvo el primer lugar con el 55 por ciento de los votos. La gran tragedia es que apenas participó un 18.1 por ciento del electorado, y Moise era electo presidente por una minoría. De 6.1 millones de votantes registrados para votar apenas ejerció el derecho al voto 1.1 millones. Moise juró la presidencia el 7 de febrero de 2017.
Sin fuerza política suficiente, con la oposición radicalizada contra su gobierno, y con una declaratoria de ilegalidad a partir del 7 de febrero del 2021, en medio de la pandemia de Covid-19, el gobierno de Moise quedó cercado y sin posibilidad de organizar un referendo constitucional y una elección presidencial. El 7 de julio pasado se produjo su magnicidio, y hoy aún se desconoce quiénes fueron los autores materiales e intelectuales del crimen contra el presidente.
Asumió como primer ministro Ariel Henry, luego de varias batallas jurídicas e institucionales. Cuando el gobierno acaba de anunciar el referendo sobre la Constitución y la fecha probable de las elecciones presidenciales y congresuales, en el sur del país ocurre nuevamente otro terremoto, este sábado en horas de la mañana. Los daños materiales y las muertes y daños a las personas apenas se acercan a la realidad. Lo que se ha dicho hasta el momento en que las muertes superan las 1,300 personas. Podrían ser miles más. La autoridad es muy débil y está muy desorganizada para tener datos sobre la dimensión del siniestro. Hasta ahora se sabe que por lo menos hubo 700 edificios colápsanos, incluyendo escuelas, hospitales, iglesias, edificios oficiales, y más 3,700 viviendas destruidas, carreteras dañadas y una gran incertidumbre entre los gobiernos interesados en colaborar y entre los ciudadanos del país sin posibilidad de obtener refugio.
Es una gran tragedia nuevamente la que está viviendo Haití, sobre las recientes tragedias del magnicidio y el gran desorden que sigue reinando en ese país, con barrios completamente secuestrados por las bandas delincuencias y criminales, que secuestran personas e instituciones y que generan tanto miedo a cualquiera que desee acercarse para brindar apoyo, ayuda voluntaria y solidaridad a Haití.
Como hemos visto, el terremoto del 2010 fue el gran responsable de los desastres políticos subsiguientes, y es muy probable que este otro terremoto del 2021 sea también el responsable de la posposición de la consulta constitucional y de la elección presidencial. Lo que a su vez genera más tragedia e incertidumbre a este desolado país.
Esta tragedia es la oportunidad para que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas asuma el compromiso de acompañar mucho más de cerca a las autoridades haitianas, en los esfuerzos restauradores de los daños físicos y políticos que aquejan a millones de personas en Haití. Las imágenes que se muestran del terremoto y su devastación son la muestra de la miseria en que se vive en esa nación, y de que hace falta que la comunidad internacional asuma el rol solidario en su más urgente expresión: La compañía permanente, con seguridad y vigilancia, hasta llevar a Haití a una condición en que ya no sea Posible que parezca. Como se haría con cualquier persona a la que se le ayuda para evitar el ahogamiento. Se le saca a lo claro, y se le suelta cuando ya está en condiciones de sostenerse por sí misma.