La República Dominicana no puede pretender hacer vaticinios sobre la próxima pandemia ni sobre las medidas preventivas que tendrían que tomarse desde ahora, como ya hacen algunos países con inmensos recursos e investigadores interesados en descifrar esos temas.

Conocemos la experiencia de habernos sumado al programa Covax de la Organización Mundial de la Salud, para tener acceso oportuno y equitativo cuando salieran las vacunas, y llevamos casi cinco meses, de haberse lanzado las vacunas, y Covax no ha distribuido nada, pese a los esfuerzos que se hicieron y a que el nuevo gobierno de Estados Unidos ofreció su apoyo al programa y retornó a la membresía de la OMS.

El Congreso Nacional acaba de aprobar el Estado de Emergencia por 45 días, y llevamos más de un año en esta crisis por la pandemia, aplicando medidas especiales, confinamiento, y reduciendo la acción de todo el sistema de salud a combatir el Covid casi con exclusividad, dejando de lado muchas otras enfermedades, dolencias, deficiencias, infecciones, que han sido olvidadas, para poner la prioridad del Covid, como corresponde.

Aterra volver a atender a las personas con problemas renales, con diálisis, con diabetes, hipertensión, además de las enfermedades catastróficas, como el cáncer, que siguen haciendo estragos en una parte de la sociedad dominicana. Sin embargo, las políticas públicas siguen atentas al Covid y a la compra de vacunas, pese a que hemos pagado por 17 millones de vacunas a Pfizer y Astra Zeneca que no terminan de llegar. Tampoco llegan las vacunas de Covax ni tenemos respuestas esperanzadoras de la OMS.

Digamos que ese es nuestro drama. La economía en picada, como consecuencia del Covid. El turismo en tragedia, las exportaciones precarias. La deuda externa en crecimiento. Las recaudaciones no dan para cubrir los gastos del gobierno. Y vamos camino a un nuevo trimestre de confinamiento, con las manos en la cabeza, esperando el resurgimiento de un nuevo brote de Covid como consecuencia de la semana santa.

Pese a todo ello, el optimismo del gobierno es obvio. Y semana santa nos trajo este año, otra vez, una tragedia por intoxicaciones con alcohol adulterado y criminal. Llegan a 30 los fallecidos, y seguimos contando más muertos y personas internas por la ingesta de alcohol venenoso.

En seis meses hemos tenido tres ministros de salud: Rafael Sánchez Cárdenas (del pasado gobierno), Plutarco Arias hasta febrero pasado y Daniel Rivera, el nuevo incumbente, desde febrero hasta este momento.

No podemos confiar a la OMS o a la OPS la sistematización del modelo de salud que hemos puesto en marcha para atender a los ciudadanos ante la pandemia de Covid. El hecho de contar con la menor letalidad del continente puede estarnos dejando dicho algo positivo del sistema de salud o del sistema de inmunización que tenemos a través del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI).

Es probable que la clave del éxito del sistema de salud sea el PAI. Y muchos no lo entienden o no han logrado llegar hasta ese punto. ¿Dónde están los investigadores del sistema de salud dominicano? ¿Han realizado investigaciones sobre el virus en este año que ya tenemos? ¿Los ministros de salud han tenido la visión, la claridad, de la importancia que esto tiene? ¿Lo previeron y ordenaron realizar estudios sobre Covid desde temprano?

Lamentablemente, en vez de salubristas, epidemiólogos con vocación para la mirada amplia en materia de salud pública, parece que hemos tenido médicos clínicos como ministros. Por eso son muy dados a usar batas médicas para aparecer en los medios. Porque piensan que su trabajo es ir a los lugares y hacer consultas, en vez de tomar decisiones sobre asuntos de salud colectiva. Ese es el gran riesgo de nuestro sistema de salud.

No es pequeño el desafío. El Ministerio de Salud es el ente rector del sistema de salud público y privado. Pero los ministros que hemos tenido lo entienden a la antigua. Piensan que el Ministerio es el proveedor de los servicios de salud. Y el error no puede ser mayor. Es una tragedia, que la pagaremos con más muertes que pudieron ser evitadas.

No es pequeño el problema que nos afecta. Ni es poco el tiempo que necesitamos para que el sistema político asuma la salud como una cuestión delicada, vinculada con las políticas sociales, y que quienes sean escogidos en las posiciones relevantes tienen que ser especialistas, salubristas, no médicos clínicos.

Ojalá el gobierno del cambio asuma la responsabilidad que tiene con el sector salud.