El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, insiste en llamar a los periodistas “los verdaderos enemigos del pueblo”, y pese a que ha habido asesinatos de periodistas, dentro de la redacción de diarios, Trump mantiene su discurso de odio contra los medios que han decidido mantener una línea crítica de la gestión gubernamental.
No podemos echar al olvido el crimen que se cometió el 28 de junio pasado, en la ciudad estadounidense de Annapolis, a una hora de Washington, en donde un ciudadano penetró en la redacción del diario The Capital, y asesinó a cinco personas de la redacción e hirió a otras.
La pasada semana Estados Unidos vivió en vilo el envío de por lo menos 14 bombas por parte de un simpatizante de Donald Trump, precisamente a objetivos que consideraba enemigos del presidente, y a personas que relacionaba con los demócratas, como Barack Obama, Hillary y Bill Clinton, Robert De Niro o Joe Biden, sin dejar de lado a la cadena de televisión CNN. Las autoridades investigaron y descubrieron que Cesar Sayoc, simpatizante de Trump, era el autor de los atentados.
Ya en Francia ha habido atentados contra periodistas y contra medios de comunicación, como el ocurrido contra la revista Charlie Hebdo, en donde murieron 12 personas. El ejercicio periodístico ha seguido siendo uno de los más peligrosos, pese a las relativas libertades que se mantienen en todo el mundo.
Otros casos son más selectivos, como los asesinatos de periodistas en México y los ataques a periodistas en Brasil. La intolerancia política, la falta de institucionalidad democrática y el interés de algunos de monopolizar la información o cerrar el pensamiento crítico, conducen a crímenes tan horrendos como el ocurrido el mes pasado contra el periodista saudí Jamal Khashoggi. Fue asesinado en el consulado de su país en la capital de Turquía, y fue desmembrado por orden del heredero al trono en Arabia Saudita.
Durante 2018, 30 periodistas han sido asesinados en los países del continente americano, 20 de ellos solo entre abril y octubre. Esta fue una de las conclusiones de la 74 Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), celebrada del 19 al 22 de octubre en Salta, Argentina.
La llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil vaticina momentos difíciles para los periodistas y los medios de comunicación. El presidente electo no cree en la democracia, es simpatizante de la dictadura, y alaba a los militares que gobernaron Brasil y asesinaron a ciudadanos a partir de 1964. Hay registros de duros ataques a los medios y a los periodistas brasileños en medio de la campaña electoral del candidato Bolsonaro. Su propio discurso fue altamente agresivo contra medios como el Folha de Sap Paulo, al que acusó de parcialidad en la campaña electoral. En total, se registraron 42 casos de violencia contra periodistas desde el inicio de la campaña electoral, el 16 de agosto, casi todos los casos de parte de simpatizantes de Bolsonaro contra los periodistas.
Los dictadores, y los simpatizantes de dictadores, rechazan la democracia y como parte sustancial de ella, el papel que juegan los medios de comunicación. El control mediático es esencial para homogenizar el pensamiento político y encarcelar una sociedad. El mundo, y en este caso los demócratas y las organizaciones democráticas, deben defender el derecho a la información y el derecho de los periodistas a jugar el rol que les toca. Atacar a los medios con discursos altisonantes, agresivos, mentirosos, es solo el inicio, pues luego de los discursos de odio llegan los crímenes contra los periodistas.
Pese a que estamos en la era de las nuevas tecnologías, de las redes sociales, de la conectividad, del uso masivo del móvil, el rol que juegan los medios de comunicación es esencial para sostener viva la democracia. Las redes sociales por sí mismas no representan la amplitud de miras, la variedad, la diversidad ni la profundidad que sí garantizan los medios de comunicación.
Es un tema delicado, estrechamente vinculado con las libertades públicas, al que debemos atender sin más dilación. De lo contrario el ejercicio de la comunicación será regido por la tiranía de los imbéciles, como definió Umberto Eco a ciertos fanáticos de las redes sociales.