La República Dominicana tiene más de un 20% de adolescentes embarazadas. Este porcentaje coloca al país en una posición de primacía en la región de América Latina y el Caribe, ya que según el Fondo de Población de las Naciones Unidas-UNFPA-, ocupa el quinto lugar con mayor proporción de embarazos en adolescentes. El Mapa de Embarazos en Adolescentes elaborado por el Programa Progresando con Solidaridad (Prosoli), de la Vicepresidencia de la República, el Ministerio de Salud, la Oficina Nacional de Estadística y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), presentado en marzo del año en curso en Santo Domingo indica que en República Dominicana, la tasa de natalidad en adolescentes de 15 a 19 años es de 90 por cada mil, cantidad que casi duplica la cifra mundial, que es de 51. Por ello, organizaciones nacionales e internacionales están analizando el problema e intentando buscar soluciones efectivas.
Además, organismos gubernamentales están proponiendo la formulación de políticas que contrarresten la situación. El embarazo de las adolescentes se está convirtiendo en una tragedia social, por las condiciones socioeconómicas y educativas de estas jóvenes. La precariedad que padecen les impide atenciones regulares y de calidad para asegurar su salud, su vida y el nacimiento sin problemas de la nueva criatura. El ambiente familiar de las adolescentes embarazadas se caracteriza por la pobreza y por el bajo nivel educativo de sus padres. Todos estos factores aumentan la complejidad del embarazo de las adolescentes.
En este contexto, se explicitan múltiples factores causales del embarazo de las adolescentes en la sociedad dominicana. Generalmente se penaliza a las familias por la falta de seguimiento a sus hijas y se evalúa también a las adolescentes por los fáciles que son para llegar hasta el embarazo. En este fenómeno, la mujer es la que resulta evaluada; el hombre que embaraza queda excluido de todo, incluyendo las preocupaciones. El fenómeno de las adolescentes embarazadas pone al descubierto muchos aspectos que son silenciados en la sociedad para no chocar con los que no ven con buenos ojos que la educación sea realmente integral incluyendo todas las dimensiones del ser humano. Pero ya la educación integral tiene que serlo de verdad. No puede seguir siendo una educación recortada; y para ello es preciso que la educación sexual deje de ser una idea y pase a ser una realidad en los centros educativos y en las familias.
La carencia de educación sexual en las familias y en los centros educativos es un factor que puede estar provocando el incremento del embarazo de las adolescentes. Nos preguntamos: ¿Por qué le tenemos miedo a la educación sexual? ¿Por qué la educación dominicana les niega a los estudiantes la posibilidad de conocer a fondo las distintas partes de su cuerpo, su sexualidad y los niveles de responsabilidad que requiere este conocimiento? ¿Por qué la educación dominicana todavía alimenta la duda, los tabúes y la irresponsabilidad en el conocimiento y gestión de la sexualidad humana? ¿Por qué no es posible abordar con naturalidad y autenticidad la sexualidad humana, siendo esta un proceso normal y muy importante en el desarrollo humano de los sujetos? Ya no es aceptable solo lamentarse; ya no es aceptable más discurso; ya no es aceptable aparcar la formación de las niñas, de los niños, de los jóvenes y adolescentes en el ámbito de la educación sexual.
Si la educación sexual formara parte de la propuesta curricular dominicana, los adolescentes y los jóvenes tendrían capacidad para administrar con mayor racionalidad la energía sexual que los inunda. Sería importante saber qué se busca con el bloqueo histórico a la educación sexual en la escuela; por qué todavía a estas alturas no hay programas para formar a las familias como colaboradoras natos en la educación sexual de sus hijos. Las familias están en el limbo en materia de educación sexual; y por esto el problemas es más agudo.
La calidad de la educación que se busca en el país no puede ser solo para determinadas áreas del conocimiento. Hay que saber matemáticas; hay que saber lengua; hay que saber física, química, ciencias de la naturaleza y nuevas tecnologías. Hay que saber, también, qué es la sexualidad, que función tiene en el desarrollo y en la vida de las personas. Hay que saber, sin rubor alguno, cómo cuidar y gestionar la sexualidad propia. Pero la educación sexual no puede asumirse como algo separado del desarrollo y de la educación de las personas. Es parte constitutiva de la persona y un elemento estructurante de la educación integral. Elevar la calidad de la educación y fortalecer la innovación y el cambio educativo pasan por una educación integral en la que la educación de la sexualidad humana se asume sin miedo y como un proceso fundamental.