El tercer y último debate de los dos candidatos presidenciales más importantes de los Estados Unidos, celebrado la noche del miércoles, deja muchas dudas sobre la calidad de los políticos que aspiran a dirigir la primera potencia mundial en economía, asuntos militares y temas científicos y tecnológicos.

Y no se trata de la superficialidad en el abordaje de temas fundamentales para Estados Unidos, como su seguridad interna, su deuda pública o los programas de salud, sino sobre aspectos en los que ese país influye en el país, como los temas estratégicos, militares, su presencia en áreas de conflictos políticos y el desarrollo de un modelo democrático consistente, que incluya la seguridad colectiva ante la presencia de tantas ojivas nucleares.

Pocas veces dos candidatos contendientes en un proceso electoral en Estados Unidos había tenido una tasa de rechazo tan alta como las que, en conjunto, resumen Hillary Clinton y Donald Trump. Ese elemento, y pese a los excesos y extravíos del magnate inmobiliario Donald, mantiene una duda tan grande sobre la calidad y sinceridad de la candidata demócrata, Hillary Clinton, quien emocionalmente no ofrece garantías de liderazgo y se la señala como alguien del establishment acostumbrada a mentir. No es ocioso que Donald Trump la tachara, casi hasta el hartazgo, de mentirosa e incapaz y de haber auspiciado políticas que han dañado a Estados Unidos y al mundo.

Es extraño que todavía mucha gente siga apoyando a Donald Trump pese a que ha sido un candidato hostil a muy amplios sectores, como las mujeres, los afroamericanos, los hispanos o latinos, musulmanes y determinadas corrientes religiosas. Entre los propios republicanos que postulan al señor Trump hay serias dudas sobre la solvencia ética y mental del señor Trump para asumir un cargo como la presidencia de los Estados Unidos. No son pocos los republicanos que rechazan al señor Trump.

El historial financiero, laboral y de compromiso con el cumplimiento de las leyes, es algo que perjudica seriamente al señor Trump. Ni siquiera ha podido presentar su declaración de impuestos, un caso único en un candidato presidencial en más de 50 años.

Las grabaciones que existen de Trump sobre describe su criterio el uso y abuso de las mujeres con las que se relaciona son aspectos que dañan la imagen presidencial del candidato del Partido Republicano. Sin embargo, pese a sus errores, a la desconfianza, a la temeridad que genera, el hecho de seguir recibiendo apoyo y de sostenerse como candidato, con porcentajes que rondan el 40 por ciento, evidencian la debilidad de la candidatura de la señora Clinton, la cual lleva más de 30 años en la vida política, desempeñando funciones como primera dama de los Estados Unidos, senadora por el Estado de Nueva York y luego secretaria de Estado.

Estados Unidos no es necesariamente la mejor democracia del mundo, pero es la que más se muestra y la que más se toma como ejemplo. Tal vez el hecho de tener un sistema electoral tan sólido y un sistema de partidos políticos que se sustenta apenas en el 50 por ciento de los votantes, se permite contar para esta elección del 8 de noviembre con dos candidatos tan controversiales y que generan tan poco entusiasmo para acudir a las urnas, y que a la vez son motivo de tanta curiosidad para los medios de comunicación.

El proceso político de Estados Unidos, en que concluye la presidencia del primer afroamericano llegado a poder máximo, y que se abre la posibilidad de que la primera mujer gane la presidencia de los Estados Unidos, tal vez puede darse estos lujos, y dejar atónitos a los políticos extravagantes y tradicionales de cualquier parte del mundo, incluyendo a Vladimir Putin presidente de Rusia, a Rodrigo Duterte, presidente de Filipinas, o a Nicolás Maduro, presidente de Venezuela.