Con el fallecimiento de Johnny Ventura desaparece  la figura de la música popular más emblemática de la segunda parte del siglo XX dominicano y uno de los merengueros más célebres de todos los tiempos.

Con su deceso, que enluta a la nación entera, también comienza a fraguarse la leyenda del Caballo Mayor.

La consternación por una muerte que de súbita ha silenciado a todo un país ilustra cuán entrañable,  querido y admirado fue Juan de Dios Ventura Siriano a lo largo de 60 años de exitosa carrera.

Su carisma inigualable, el gracejo sin par con que engalanaba el escenario y el talento para haber plasmado en sus temas el puro reflejo de la cultura dominicana hacen de Johnny Ventura un paradigma del que podemos sentirnos orgullosos.  

Tras bambalinas, el que fuera legislador y alcalde, fue un ciudadano socialmente comprometido en múltiples causas por el fortalecimiento de la democracia, lo que redondea una trayectoria que pocos artistas pueden exhibir.

Una figura inmensa, cuya fama trascendió el país, Ventura obtuvo el reconocimiento continental y se codeó con lo más granado de la música desde Estados Unidos a Chile. 

Más de un centenar de producciones discográficas lo catalogan entre los artistas más prolíficos, y es innegable su significativa influencia en las transformaciones observadas en el género vernáculo en la etapa postdictadura.

Su estilo singular, único, y el impacto extraordinario de su música deleitaron a más de una generación y marcaron una época. Con Johnny Ventura bailaron padres, hijos y nietos, y sus merengues animaron por igual jolgorios y rebeldías callejeras.

ACENTO lamenta profundamente la muerte de un artista de rasgos excepcionales, cuyos aportes a la música popular quedarán como un legado de excelencia que perdurará en el tiempo.