Haití está en medio de un momento muy difícil. Sus autoridades tratan de organizar el país, tras el crimen contra el presidente Jovenel Moise, y luego del terremoto que devastó al sur de esa media isla caribeña.
Miles de migrantes haitianos han optado por ingresar, a través de México, a los Estados Unidos. Por lo menos 13 mil haitianos han sido detenidos en la frontera mexicana y se ha iniciado el proceso de devolución hacia Haití. Una parte de los haitianos a ser deportados llegó hasta Texas.
Las autoridades norteamericanas han dicho que se trata de “un peligroso camino” el que han emprendido miles de haitianos. El secretario de seguridad Nacional (DHS), Alejandro Mayorkas, dijo que las fronteras de los Estados Unidos no están abiertas a procesos irregulares como el emprendido por miles de haitianos.
Es relevante que Estados Unidos haya tomado la decisión de devolver a miles de haitianos que atravesaron su frontera y que pretendieron quedarse en ese país. El Estado de la democracia haitiana es altamente sensible. Un primer ministro sin poder político, que maneja un país con una clase política dividida. Un primer ministro cuestionado en relación con el crimen del presidente Moise, y que comete el error de destituir al fiscal que apenas inicia una investigación sobre los actores del crimen, dentro de los cuales incluye al primer ministro Ariel Henry.
Haití no tiene Ejército. Tiene una policía débil, también dividida, con bandas criminales controlando parte del territorio haitiano. Estados Unidos ha tenido que desplegar fuerzas para proteger el aeropuerto y algunas zonas estratégicas de Haití. Y aún así, atrapa y detiene a miles de haitianos que han intentado entrar en su territorio.
Es sintomático que esa sea la política que el gobierno demócrata esté poniendo en marcha sobre Haití y los migrantes haitianos. Claro, migrantes irregulares.
El presidente Luis Abinader, quien se encuentra en la ciudad de Nueva York en visita oficial, porque el miércoles 22 ofrecerá un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, ha dicho que tratará este asunto en su discurso.
El presidente Abinader ha dicho que la comunidad internacional debe asumir un compromiso para apoyar Haití y hacerse sentir en los procesos democráticos de ese país, sin que se puedan quebrarse. Pero si Estados Unidos deporta haitianos en medio de esta crisis, estaría invitando a los demás países a que deporten haitianos si llegan de forma irregular, como lo están haciendo en México. El gobierno mexicano ha dicho que acogería a los haitianos que regularicen su situación y que se acojan a las leyes mexicanas.
Nuestra frontera con Haití no se ha visto presionada, hasta donde se tienen noticias. Son ya muchos los migrantes haitianos integrados en nuestra economía, que ofrecen servicios en la construcción, la agroindustria, el turismo, los servicios.
Habrá que recordar que en 1993 ya hubo un proceso masivo de migrantes haitianos que acudieron en frágiles embarcaciones a los Estados Unidos. Se iban en masas y les llamaban boats people.
Es una situación que pudiera repetirse que pudiera crear una crisis humanitaria, y sobre la que sería imposible acusar a las autoridades del país, porque prácticamente están imposibilitadas de impedir que los haitianos, desesperados, tomen el camino del mar.