La pandemia ha exacerbado y puesto al desnudo los problemas de los más necesitados en un mundo que, pese a la globalización, ha fallado en resolver la asimetría en las relaciones internacionales. Caso patente es el vecino país, cuyos serios problemas de gobernabilidad nos obligan a la adopción de políticas que nos protejan ante una situación similar a lo que ocurre hoy en día en Somalia, donde pandillas desenfrenadas controlan su territorio.
El anuncio de Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Nacional de nuestro principal aliado, los Estados Unidos de America, dando aviso a cubanos y haitianos de que serían repatriados de inmediato si llegan a USA ilegalmente, despeja el camino a nuestro gobierno para adoptar una política migratoria similar.
Además de proteger nuestra frontera tal como se viene haciendo, la presente administración debe promover la regularización de todos los extranjeros en el país en atención exclusiva a necesidades reales de mano de obra y recursos humanos específicos. Indudablemente, se trata de una tarea larga y ardua; pero el empresariado puede ayudar con solo abstenerse de contratar extranjeros sin estatus migratorio. Solo esa medida resolvería en gran parte nuestro problema.
Que conste: no reniego de la contratación de extranjeros sino de limitarla a a las áreas donde haya un déficit de recursos y al requisito de la documentación legal.
Lamentablemente, insisten en elecciones este año cuando realmente no hay condiciones por el problema de pandillas. Estos grupos armados son el principal escollo para las votaciones. Dada la experiencia con Moïse, Haiti no puede darse el lujo de repetir elecciones con una escasa asistencia y un gobierno de pobre legitimidad.
Muchos de los que más critican los controles de migración son los primeros en contratar personas sin documentación. Es perentorio que observemos la ley aunque esto implique un sacrificio.
Me siento honrado de haber servido a mi país de manera honorífica en foros internacionales, lo que me ha dado la oportunidad de comprender y aprender a navegar en organismos internacionales multilaterales.
En este momento, lo más preocupante es la situación en nuestro vecino Haití. Como ha manifestado nuestro presidente, “no hay solución dominicana al problema haitiano”. Y está en lo correcto. La solución debe nacer en Haiti y no en la comunidad internacional, a la que solo corresponde un acompañamiento en las políticas que los haitianos decidan libremente. De no existir la voluntad de sacar a su país del largo letargo político en que se encuentra, es poco lo que la comunidad internacional puede hacer.
Mi propuesta es que, mientras tanto, la República Dominicana continúe fortaleciendo sus relaciones bilaterales con países amigos, principalmente con los que han tratado de ayudar a Haiti tanto económica como políticamente. Esta interacción es la manera más expedita de preservar la imagen de nuestro país en los foros internacionales si las cosas en Haiti siguen empeorando.
Ya no está Jovenel Moïse, sin lugar a dudas un gran aliado en el enfrentamiento de los problemas comunes. Nunca durante su presidencia diplomático haitiano alguno criticó a la República Dominicana o la culpó por problemas de manufactura esencialmente haitiana, contrario a a sus sucesores. Siempre respetó nuestros derechos como nación y le debemos el tradicional que descanse en paz.
No quiero repetir sugerencias de qué debe hacer Haití. Muchos articulistas han cubierto todos los ángulos posibles; pero importa resaltar nuevamente que los haitianos deben ser los únicos protagonistas de su solución.
Corresponde protegernos y tomar medidas para prevenir las consecuencias que la crisis haitiana nos pueda causar. La ONU, a través de su Consejo de Seguridad, solo actuará decididamente si en Haiti si hay una guerra civil o un conflicto en la frontera. En las actuales circunstancias, nada hará. Quizás sean los Estados Unidos el país con más posibilidades de ayudar a los haitianos en materia política y económica. Lamentablemente, insisten en elecciones este año cuando realmente no hay condiciones por el problema de pandillas. Estos grupos armados son el principal escollo para las votaciones. Dada la experiencia con Moïse, Haiti no puede darse el lujo de repetir elecciones con una escasa asistencia y un gobierno de pobre legitimidad.
Por ultimo, insisto en sugerir a Haiti que su forma de gobierno parlamentario es una de las principales razones de la inestabilidad política y pobre gobernabilidad. A la luz de la historia reciente, el modelo presidencial sería más conveniente. Hago esta sugerencia, que implica una reforma constitucional, con el mayor respeto a un país que es el único dueño de su historia pasada y por venir, y que ha dejado una impronta en la lucha por la libertad en nuestro continente.