Haití sigue atrapado en una crisis sin solución a la vista. Partidos políticos, empresarios, iglesias, medios de comunicación y entidades populares y de la sociedad civil dicen e insisten que el período para el que fue electo Jovenel Moise finalizó el pasado 7 de febrero de 2021.
Moise y su precario gobierno, en cambio, sostienen que su período concluye el 7 de febrero del 2022, y que antes debe hacerse una reforma constitucional, con plebiscito propuesto para junio, y que las elecciones presidenciales y del Congreso se realizarían en noviembre de este año.
No hay mediación posible. No existen mediadores. Y no hay nadie con credibilidad para hacer elecciones o consultas. No existe el Tribunal Electoral, no existe parlamento, no existe primer ministro, no existe Corte de Casación o suprema Corte de Justicia. El gobierno apenas puede cumplir con tareas mínimas, indispensables. No hay acciones del gobierno que conduzcan a algún acuerdo. Moise desperdició la pasada semana una gran oportunidad que tuvo frente al Consejo de Seguridad de la ONU.
Las masas populares se movilizan todos los domingo, atizadas por la oposición, en rechazo al gobierno. Toda oportunidad se utiliza para desacreditar y derrumbar cualquier iniciativa. La oposición no acepta que Moise organice elecciones. Propone que se forme un gobierno provisional que sea quien organice las elecciones y el gobierno que surja se juramente en febrero próximo. Hay muchas otras versiones sobre cómo hacer esta transición.
Mientras tanto, las pandillas gobiernan en las calles en Haití. No hay seguridad para nadie. Autobuses llenos de pasajeros son secuestrados a cualquier hora del día. Los asesinatos de personas ocurren en cualquier momento. La seguridad no existe en Haití. Los secuestros son actividades comunes, y ocurren situaciones insólitas: Esta semana un hijo de un empresario secuestrado fue a pagar un monto de dinero para obtener la liberación de su padre, y lo consiguió luego de pagar, pero la banda delincuencial secuestró al hijo que llevó el pago. Y el gobierno no tiene respuesta ante este gravísimo estado de inseguridad.
La comunidad internacional ante esta gravísima situación de ingobernabilidad, y ante la ausencia de mediadores, ha perdido interés en continuar ayudando a los haitianos. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas decidió mantener su misión de apoyo en Haití por un año más, pero no encuentra salidas posibles. La Organización de Estados Americanos está interesada en promover un documento para sentar en la mesa de discusión a los actores políticos del país, profundamente divididos.
Nadie asegura éxito en estos esfuerzos. Los gobiernos de Estados Unidos, Francia, Alemania, Canadá y otros países que estuvieron interesados en apoyar a Haití, ahora se concentran en la solución a la crisis venezolana, y no desean seguir haciendo mas esfuerzos con los haitianos.
Eso indica que Haití se ha ido quedando solo. Y que los haitianos tendrán que hallar la solución mínima y elemental a sus diferencias, sin apoyo de la comunidad internacional. Es un gran desafío, pero la división interna que han mostrado los haitianos no tiene comparación. No hay partidos políticos, no hay asociaciones empresariales, no hay mecanismos creíbles en el Estado, y no hay justicia. Moise se encargó de destituir a tres jueces del Tribunal de Casación.
Ese cuadro deja al pueblo haitiano frente a su propio destino. Y de este lado de la isla, está la República Dominicana, que observa con preocupación una posible crisis de mayores proporciones. Podría ser una explosión popular. O una huida de cientos de miles de personas, como ocurrió en los años 90 con los boats people, lanzados al mar a conquistar las costas de Estados Unidos. Habría que saber si los haitianos estarían interesados en seguir cruzando la frontera dominicana para establecerse en nuestro territorio, como han hecho cientos de miles a lo largo de las últimas décadas. Con la pandemia de Covid-19 lo que ha ocurrido es que los haitianos en nuestro país comenzaron a retornar a su territorio, según los datos ofrecidos por las Naciones Unidas.
El gobierno dominicano debe evitar que la frontera se convierta en un elemento de tensión o de riesgo, para dominicanos y para haitianos. Inteligencia y seguridad deben combinarse en un esfuerzo para que la frontera no sea un punto de quiebre en la tranquilidad entre dominicanos y haitianos.
Le toca a las fuerzas democráticas de Haití, con la cooperación de sus amigos y aliados, buscar y proponer una salida que demuestre un cambio de actitud y algún encuentro creíble, que solucione más allá del 2021 su falta de instituciones y sus diferencias políticas. Nadie desde fuera podrá ir e imponerle soluciones foráneas. En sus manos está el pandero. Ojalá que lo entiendan y lo logren.