Lo ocurrido en las recientes elecciones presidenciales de Chile, en las que un candidato surgido de los movimientos de protestas sociales y no sustentado en uno de los partidos tradicionales se convirtió en el presidente electo, no es único del país suramericano.

El caso del presidente electo de Chile, Gabriel Boric, no es único. América Latina ha visto en los últimos lustros cómo las izquierdas y las derechas se alternan en el poder, y los partidos y líderes tradicionales pierden apoyo popular.

Pero lo que llama la atención es el surgimiento de líderes provenientes del fenómeno llamado "antipolítica", que rechazan a los partidos. También los hay que una vez alcanzado el gobierno desde  partidos tradicionales, se apropian de esas organizaciones y las convierten en feudos personales. Los ejemplos son muchos, incluso más allá de Latinoamérica.

En la República Dominicana los dirigentes de los partidos tradicionales se muestran seguros de que sus organizaciones tiene la fortaleza necesaria para continuar existiendo como soportes del sistema político y participar de la alternancia en el gobierno.

No obstante, debía de prestar atención a estudios como Latinobarómetro 2020 indican que la Iglesia, el presidente de la República, el gobierno, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional gozan de mayor credibilidad que los partidos políticos en la República Dominicana.

Y aunque en cada proceso electoral un porcentaje importante de la población dominicana acude a las urnas y participa de las campañas, no quiere decir que el país esté exento de sufrir el desencanto, la desilusión, la apatía que han llevado al declive y hasta a la desaparición a partidos de otras naciones.

Los partidos mueren o se empequeñecen hasta perder la posibilidad de constituirse en competidores de primer orden. Ha ocurrido en la República Dominicana. Dos de los partidos tradicionales que dominaron la competencia electoral en segunda mitad del siglo XX han terminado disminuidos y fragmentados: el Partido Reformista Social Cristiano y el Partido Revolucionario Dominicano.

En el caso del PRD, su disminución se produjo por las divisiones que generaron las luchas grupales internas. La democracia interna desapareció y no se abrió paso a la necesaria renovación.

El PRSC, que gobernó en seis períodos, se ufanaba en proclamar que el pueblo nunca le daría la espalda debido a la obra de gobierno de su líder Joaquín Balaguer, basada en la construcción de obras de infraestructura. Pero no fue capaz de renovarse y la realidad le golpeó con crudeza.

El PLD está repitiendo el fallido argumento del PRSC. Piensan sus dirigentes que la ciudadanía los volverá llevar al poder, supuestamente porque les reconoce su legado de gobierno.

En estos momentos el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que cuenta con 5 administraciones de gobierno, sufre los efectos de una división y tres derrotas electorales.

Y lo que es peor, el PLD arrastra una pesada carga de descrédito, debido a los casos de corrupción en los que habrían incurrido importantes dirigentes y aliados, entre los cuales hay varios hermanos y parientes cercanos del expresidente Danilo Medina, líder de la organización política.

¿Le ocurrirá al PLD lo que les ocurrió al PRD y al PRSC? ¿Se desgastará con sus viejos dirigentes en lugar de emplearse en una profunda renovación que le devuelva la credibilidad perdida?