La educación es una ciencia que  ofrece aportaciones significativas al desarrollo de las personas, de los pueblos y de las instituciones. Su contribución es invaluable por su dimensión transformadora y por las potencialidades que posee para posibilitar mayor calidad de vida y de inserción social; por ello las naciones interesadas en avanzar, en abrirse a nuevos horizontes y proyectos, la convierten en tarea prioritaria. Los procesos sociales exitosos generalmente tienen en la base actores y grupos con educación sistemática y de calidad. En este contexto, nos parece importante que la Junta Central Electoral (JCE) redoble los esfuerzos para que los pobladores, del campo y de la ciudad, tengan claridad a la hora de ejercer el derecho al voto.

Las elecciones municipales están a la puerta y todavía no todos los ciudadanos tienen claro qué y cómo han de hacer para votar.  Según informaciones en prensa, radio y televisión, la JCE está preparando materiales para ello; pero ya se está haciendo tarde. Es necesario que la educación electoral se prevea y se organice con más tiempo en las elecciones de mayo de 2020. Si la educación electoral se prevé con antelación,  los procesos y las acciones tienen más posibilidades de generar cambios en la mentalidad, en la visión y en la práctica de los diferentes actores y sectores sociales.

Asimismo, la JCE ha de poner en ejecución una estrategia educativa que despierte en los ciudadanos el interés y esfuerzos, para apropiarse a fondo del carácter y de los procedimientos para una votación consciente y responsable.  De igual modo, ha de establecer una estrategia educacional que libere a la sociedad de las malas prácticas que se han producido históricamente en los procesos eleccionarios. Lo primero que se ha de lograr con procesos educativos electorales en la República Dominicana es que los ciudadanos no vendan  su voto, ni se conviertan en instrumentos para que otros lo vendan;  ya que al hacerlo,  se convierten en objeto de los compradores; reproducen esa actuación ante otros,  al tiempo que reducen su dignidad a la mínima expresión. Unido a esto, se produce una cultura de comercialización del voto, que afecta la ética y la madurez ciudadana. Esta forma de proceder convierte a la sociedad en un espacio vulnerable e inconsistente.

En este marco, habrá de superarse la compra de cédulas y toda acción que violente la actuación libre y autónoma de los ciudadanos. La educación electoral ha de propiciar un mayor respeto a las orientaciones de la JCE relacionadas con la tregua electoral que se les solicita a los partidos políticos; y la abstención de proselitismo el mismo día de las elecciones. La educación ha de reorientar el modo de actuar con respecto a la campaña electoral. En nuestro país, los partidos políticos obvian estas orientaciones, especialmente los candidatos y afiliados del partido político que esté de turno en el gobierno. Habrá que investigar si esta última mala práctica obedece a que la JCE se hace de la vista gorda para no chocar con los que tienen la fuerza propia del Poder Ejecutivo, o si realmente es terquedad de los partidos políticos al convertirse en una esfera de poder. En este mismo orden, la estrategia  ha de provocar una práctica distinta en los líderes políticos que adoptan  postura autoritaria en colegios electorales, tratando de imponerse y de buscar atenciones privilegiadas.  La educación electoral ha de posibilitar, además, que las elecciones sean una actividad más natural y menos especial. Hemos de avanzar para que el ciudadano vaya a votar y regrese con toda normalidad a su casa o a su trabajo.

Hay que ponerle fin al espectáculo electoral y aprender a realizar esta actividad sin la presencia de tantos militares; sin la exhibición de armas que asustan y quebrantan la calma, no solo personal, sino social. Los anuncios de las Fuerzas Armadas sobre cantidad y diversidad de militares para proteger las elecciones también hay que descartarlos. Estos anuncios no contribuyen a la vivencia pacífica y educativa de las elecciones; se asocia a la fuerza, a la coerción; y esto no favorece el cambio de visión respecto de las elecciones del pasado. En esta misma dirección, hemos de avanzar hacia una Junta Electoral más segura y con más apropiación de sus funciones. En ningún momento puede parecer el eco de sectores oficiales, ni marioneta de la oposición.  A este proceso educativo hemos de contribuir todos. Es tiempo oportuno. Actuemos.