La educación artística es un proceso para reinventar la vida y la práctica educativa de los maestros y de los estudiantes. Se concibe como un proceso orientado a la adquisición de competencias que posibiliten la creación artística, la valoración estética y el desarrollo de una nueva sensibilidad ante la vida; ante los problemas sociales y personales. Este proceso posibilita, también, el desarrollo de la imaginación creadora y del pensamiento divergente. El fortalecimiento de estas dimensiones favorece una visión más integral y global de los problemas y de la educación. Los aprendizajes que derivan de este proceso convierten a los actores en sujetos capaces de comprometerse con la acción creadora. El acto de crear fortalece la libertad de las personas para reimaginar los hechos y pensar más allá de lo inmediato. Por ello la educación artística es un proceso que redimensiona el ingenio creador. En un proceso de educación artística interesan los aprendizajes vinculados a la producción de ideas y de experiencias originales; aprendizajes cooperativos que les permitan a los sujetos aprender y desaprender con sus pares; en el contexto familiar, escolar y social. Son aprendizajes que generan actitudes y prácticas liberadoras y resilientes.
La educación artística pone su atención en procesos y acciones que posibilitan un aprendizaje en la vida y para la vida. Desde esta perspectiva se tienen en cuenta las distintas dimensiones del ser humano: cognitiva, afectiva, social, cultural, comunicacional, relacional y política. Esta última dimensión pone el acento en la construcción del bien común. La educación artística favorece el fortalecimiento de la solidaridad universal y de relaciones inclusivas. No concebimos la educación artística como un campo del conocimiento mesiánico. Sí reconocemos que tiene la fuerza necesaria para generar cambios significativos en el ser humano, haciéndolo más humano y más sensible a la belleza, a la bondad; y, especialmente, a la construcción de la paz.
El proceso que implica la educación artística prioriza el trabajo interdisciplinario, reflexivo y práctico. Esta modalidad de trabajo requiere un compromiso mayor del Ministerio de Educación de la República Dominicana. Este compromiso ha de tener como foco la inversión en este tipo de formación y la creación de estructuras de apoyo que posibiliten la formación de educadores en este campo. Actualmente, los cursos optativos de la Jornada Escolar Extendida de múltiples instituciones educativas tienen dificultad para ofrecer los que se relacionan con las artes, por la falta de profesores formados en este campo. El proceso de educación artística requiere durante su desarrollo y posdesarrollo un proceso de acompañamiento cualificado y mixto; por tanto, presencial y virtual. La conectividad se convierte en un instrumento importante para potenciar el trabajo compartido y la producción individual y colectiva. El acompañamiento a la experiencia de educación artística se ha de asumir como oportunidad que posibilita la formación de agentes multiplicadores en ese campo. Este proceso propicia la construcción de nuevas prácticas, a partir del trabajo conjunto entre los sujetos acompañados y los acompañantes. Además, el proceso de acompañamiento ofrece nuevas oportunidades para el cambio de actitudes, para la cualificación de las formas de aprender y de las formas de enseñar las artes. La educación artística no puede continuar relegada a un segundo plano. Ha de retomarse para que el acto creador en los centros educativos, en los espacios familiares y en los espacios sociales constituya un cauce de humanización y una vía nueva para comprender la complejidad y la diversidad del mundo.