Como el alcohol, un auge de la deuda tiende a inducir euforia. Comerciantes inversionistas ven subir los precios de sus activos, lo que interpretan como prueba absoluta de su brillantez. Lo mismo ocurre con el Banco Central y funcionarios del gobierno, que ven la estabilidad macroeconómica como sinónimo del crecimiento en el PIB, sin darse cuenta que este crecimiento no es más que un síntoma de los altos niveles de endeudamiento a que nos sometemos para sostener el abultado gasto público.
Pero los problemas de endeudamiento van más allá del gobierno, son cada vez más parte de nuestra cultura. La respuesta a todos nuestros problemas siempre suele ser más deuda. ¿Deprimido? Use su tarjeta de crédito para irse a los malls de Miami; ¿Se siente pobre? No se preocupe, compre una jeepeta de último modelo para que pueda presumir a sus amigos; ¿Quiere hacerse rico rápidamente? Entre a la política y si no llega a robar, pida un préstamo en el Banco de Reservas; ¿Busca un crecimiento más rápido para su negocio? Pida dinero prestado para comprar el equipo necesario; ¿Quiere casa? Vaya al banco y busque su préstamo.
Desafortunadamente, el endeudamiento es una espada de doble filo. Cuando se utiliza con prudencia y moderación, realza prosperidad. Pero cuando se usa imprudentemente y en exceso, el resultado puede ser el desastre. Lamentablemente, el país se ha convertido en un esquema Ponzi en los últimos años. Viejas deudas son retiradas con emisión de nuevas deudas, algo que ha funcionado muy bien hasta ahora sólo porque los intereses actuales están por debajo de los intereses de la deuda retirada. Es decir, la baja en intereses mundiales ha permitido a muchos países, incluyendo al nuestro, a pagar su deuda con cierta facilidad. Como en el juego de sillas musicales, todos seguimos bailando al ritmo de la música, emitiendo más deuda, siempre y cuando la música siga. Pero sabemos que la música no seguirá tocando para siempre, y cuando pare, nos daremos cuenta de que ya no hay más sillas en que sentarse. Cuando las tasas empiecen a aumentar, algo que podría ocurrir en los EEUU a partir del 2015, los intereses de la nueva deuda emitida será probablemente mayor que los intereses actuales, lo que resultará en mayor endeudamiento y en reformas fiscales severas.
Pero aun sin un alza en los intereses a nivel mundial, mayor endeudamiento es prácticamente inevitable. ¿Por qué creo esto? La respuesta es simple: fracaso político. Creo que el concepto de "fragmentación" es fundamental para explicar la tendencia de nuestro gobierno en acumular deudas. Según el concepto de fragmentación, el endeudamiento aumenta mientras haya mayor competencia de fondos entre funcionarios públicos, que necesitan satisfacer a sus respectivos electores y grupos políticos. Cada funcionario trata de tomar lo más que pueda del pastel presupuestario para satisfacer el clientelismo y aumentar su poder político. Esta fragmentación de recursos entre funcionarios del gobierno lo que hacen es incrementar el déficit de cada institución. A esto se le suma la corrupción, que sustrae importantes fondos en muchas instituciones públicas.
En el congreso ocurre lo mismo, cada honorable intenta traer tantos proyectos públicos y repartir tantas canastas navideñas como sea posible en su distrito o circunscripción para asegurar su reelección, esperando distribuir los costos de su proyecto local entre toda la población. Dudo que la elección de nuevas fuerzas políticas solucione el problema de endeudamiento, pues cada nueva administración quiere deshacer el capital político invertido por administraciones anteriores, lo que tiende a incrementar la probabilidad de permanecer en el poder, pero lamentablemente a costillas del pueblo.
Así que la solución de nuestros problemas de endeudamiento no es tanto una cuestión de poner freno a los especuladores, o aumentar la recaudación de impuestos a través de nuevas reformas fiscales. Tales escaramuzas son sólo una distracción de la responsabilidad que tienen los políticos cuando incurren constantemente en mayor endeudamiento, empeñando el bienestar de futuras generaciones. La gran ironía es que la gran mayoría de estos funcionarios tienen muy pocas deudas personales. O sea, favorecen cargar a la población con deudas que jamás cargarían ellos mismos.
La responsabilidad realmente cae en los votantes, que tienen la capacidad de utilizar sus votos para recompensar o penalizar ese comportamiento. En otras palabras, el aumento de la deuda nacional, que a la vez ha influido en el aumento de cargas impositivas sobre la población, ha sido culpa de cada uno de nosotros. En secreto, los economistas del gobierno reconocen que la situación actual es insostenible; todo el mundo sabe que un esquema Ponzi no puede continuar para siempre. Como dice el inversionista Warren Buffett, sólo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo.