En la era de la globalización la corrupción sigue siendo el punto débil de los sistemas democráticos.

En los países con mayor institucionalidad democrática, es posible juzgar y sancionar a los funcionarios corruptos, y también a los presidentes por ser permisivos con los corruptos.

Es lo que acaba de ocurrir en España, luego de que la Audiencia Nacional emitiera una sentencia condenatoria contra el Partido Popular, por corrupción en sus filas, el opositor Partido Socialista Obrero Español presentó una moción de censura y tuvo éxito: el presidente de gobierno, Mariano Rajoy, resultó destituido. Este sábado a las 11 de la mañana, hora de Madrid, el Rey Felipe VI tomará el juramento al nuevo jefe del gobierno, el secretario general del Partido Socialista, Pedro Sánchez.

Nadie debe olvidar que la salida del gobierno de los socialistas españoles estuvo marcada esencialmente por los casos de corrupción que derrumbaron la popularidad de los gobiernos de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. El PSOE como partido era un símbolo de la corrupción, pero se renovó, cambió su liderazgo, hizo promesas de cambio y de nuevo los socialistas vuelven a ser gobierno.

Los partidos políticos tienen la posibilidad de reivindicarse, siempre que se renueven y que hagan propuestas de caras nuevas, con ideas nuevas y con perfiles e historias que impliquen una repetición de los llamados viejos dirigentes, como ocurre con más frecuencia que la debida en la República Dominicana.

En Nicaragua el gobierno personalista y dictatorial de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo se tambalea, y no precisamente por corrupción, sino por la represión desatada contra cientos de miles de personas que han salido a las calles a protestar contra la represión y contra el continuismo sandinista. En Nicaragua no hay seguridad para nadie, pese a la instalación de una mesa de diálogo, el gobierno mantiene grupos paramilitares y parapoliciales que reprimen a los que consideran opositores o adversarios al gobierno, no importa que sea mujer, joven, sacerdote, obispo o intelectual. De fondo se encuentra la corrupción y la acumulación de recursos por parte de funcionarios y presidentes, que como Ortega, traicionaron a millones de personas que en todo el mundo apoyaron su lucha contra la dictadura somocista, incluso los hubo que se ofrecieron y ofrendaron sus vidas para que Daniel Ortega llegara al poder. La frustración no podría ser mayor.

Es lo que también ha pasado en Venezuela, con autoridades represivas, agresivas y desconsideradas, que en primer lugar han fallado a su propio pueblo con la pretendida revolución popular y bolivariana que ofrecieron, y que han terminando sepultándola al reprimir y asesinar en las calles a los ciudadanos que se atreven a protestar.

Y lo peor es la farsa que montaron con las elecciones de mayo pasado. Prohibieron a la oposición participar en las elecciones y cuadraron un sainete a su medida, que pocos países aceptan, salvo sus incondicionales socios. En el fondo estamos hablando de la corrupción y del hurto vulgar de los recursos del pueblo más rico en petróleo del subcontinente latinoamericano.

En esta era del Internet, de la globalización, del derecho de los ciudadanos a decir todo cuanto piensan y sienten, la corrupción es el punto débil de las democracias. Ya ocurrió en Brasil, con la destitución de la presidenta Dilma Rousseff y el encarcelamiento del ex presidente Luis Eduardo Lula. También ocurrió en Ecuador con la destitución y encarcelamiento del vicepresidente Jorge Glas, por haber recibido fondos de Odebrecht. Ocurrió en Perú con el apresamiento de un ex presidente, y la persecución de otro ex presidente, además de la renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski, por vínculos con Odebrecht. Todo sigue siendo corrupción como lastre y como espina clavada en el corazón de la mayor parte de los países del continente.

México está en un proceso electoral cuando su presidente Enrique Peña Nieto, tiene la más baja tasa de aceptación de gobernante alguno, y cuando el candidato opositor Andrés Manuel López Obrador duplica en apoyo la popularidad de su segundo contendor, Ricardo Anaya Cortés. Y los más grave de México sigue siendo la corrupción.

La República Dominicana tiene sus propios problemas de corrupción e impunidad, que deberá resolverlo sin lesionar la democracia de que disfrutamos. Todo cuanto podemos avanzar debe hacerse defiendo y protegiendo el sistema democrático. Democráticamente contra la corrupción. Como ha ocurrido en España, en Perú y como está sucediendo en muchos otros países.