Desde hace algunos años se viene mencionando en el país la posibilidad de convertir más liceos en politécnicos – incluso se ha hablado de convertirlos todos- con la esperanza de mejorar la preparación de la población de jóvenes que constituyen la fuerza laboral del futuro que está llamada a mover nuestra economía.
Antes de precipitarnos a conclusiones de qué es conveniente y qué no, creo adecuado que reflexionemos sobre las opciones que tienen actualmente los estudiantes de secundaria y sobre las oportunidades que derivan de cada una de esas opciones.
En este momento el país cuenta con tres modalidades de secundaria que diferencian el currículo del que se gradúan nuestros bachilleres. Las modalidades operan en los últimos tres grados de secundaria, es decir, en el denominado segundo ciclo y las opciones que ofrecen son: académica, técnica y artes, de la que egresan, respectivamente, el 88%, 11% y 2% de los estudiantes. La modalidad académica ofrece el título de Bachiller, la técnica cuenta con 53 opciones de título de Bachiller Técnico y la de artes, el título de Bachiller en Artes, con 8 diferentes menciones.
Cada modalidad es un camino que puede y debe ofrecer a los estudiantes las competencias necesarias para sus próximos pasos en la vida, según las intenciones de carrera que vaya desarrollando el o la joven.
En el caso del título de bachiller técnico, quienes lo obtienen pueden seguir transitando por la educación superior como los demás egresados, pero a la vez éste les permite incorporarse de inmediato al sector productivo y ejercer una ocupación, lo que, en principio, invitaría a dar una respuesta positiva a la pregunta de si debemos expandir esta modalidad a todos o la mayoría de los liceos del país.
Me permito, sin embargo, hacer dos grandes advertencias a las intenciones de expansión: la primera es que no pasemos por alto que para que una opción de bachiller técnico sea efectiva necesita estar bien diseñada y, sobre todo, bien implementada. La segunda, que no nos equivoquemos pensando que todas las personas somos iguales y debemos transitar por el mismo camino.
Retomo mi primera advertencia. La puesta en marcha de una modalidad de bachillerato técnico en un centro de estudios no debe ser tomada a la ligera; requiere una cuidadosa planificación y una rigurosa implementación para que no falle en su promesa de preparar a una oportunidad laboral. Al momento en que habilitemos una salida técnica en un centro, el centro debe contar con docentes, infraestructura, equipos y materiales para ofrecerla. Además, cada oferta técnica debe ser colocada en un entorno en el que se haga posible la vinculación con el sector a que busca servir: Agropecuaria debe ofrecerse en regiones en las que opera el sector agrícola y ganadero, Servicios Turísticos debe ser la modalidad estrella en zonas donde opera la llamada industria sin chimeneas, y así sucesivamente.
Por otro lado, la ruta profesional técnica no es la única que conduce hacia las ocupaciones necesarias hoy y en el futuro. Las carreras de artes son más ventajosas para la economía y la sociedad de lo que solemos entender, pues tienen un valor tanto para las personas que las ejercen como para la sociedad, además de que representan un “activo” de la economía naranja, de la que, aunque poco hablamos, se enriquece nuestro producto interno bruto.
Los títulos de la modalidad de artes han sido diseñados no “por amor al arte” sino con un enfoque laboral y mirando hacia afianzar una marca país que se distinga en las industrias culturales y artísticas. Un aspecto curioso y valioso que ha salido a relucir al estudiar el impacto en las comunidades en las que se han puesto en marcha ofertas de bachillerato en artes, es que incide en reducir los índices de violencia y de embarazo de adolescentes. Existe además evidencia en estudios realizados en otros países de que el arte combinado con procesos académicos de aprendizaje es un catalizador de la creatividad y de la resolución de problemas.
Actualmente el país cuenta con ocho diferentes menciones de esta modalidad y la tarea pendiente de peinar el sector para identificar qué otras propuestas educativas pueden conducir a ocupaciones que, por su relevancia en el desarrollo del país, ameriten propuestas que permitan profesionalizarlas.
De igual manera, no podemos obviar que hay y seguirá habiendo jóvenes que prefieren la ruta académica y que tienen los medios para dedicarse a ella de forma exclusiva al momento de hacer su tránsito hacia la educación superior.
De esta modalidad, destacaría que no hay tiempo para perder y que los años de secundaria son una oportunidad para desarrollar en los y las jóvenes conocimientos, destrezas o habilidades que puedan generarles una ventaja en el futuro. Creo que vale la pena explorar, por un lado, la oportunidad que ofrecerá la puesta en marcha del Marco Nacional de Cualificaciones para que los centros ofrezcan a los estudiantes la posibilidad de optar por programas que les permitan acumular de forma anticipada créditos universitarios. Por otro, la tendencia del sistema educativo de hacer del desarrollo de competencias conductuales un objetivo al que orientar su currículo, estrategias pedagógicas y sistemas de evaluación.
Tratar de forzar a todos los estudiantes a tomar carreras técnicas sería dar la espalda a todos los avances en el campo educativo de los últimos 50 años, incluyendo la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner. Se trata, entonces, de asegurar que haya diversidad de rutas construidas cuidadosamente y orientadas a habilitar las ocupaciones que puedan incidir en el desarrollo económico y social de nuestro país y, a la vez, capitalizar la diversidad de talentos propios de las personas.
Al sistema educativo le toca asumir la responsabilidad de diseñar mecanismos para que, durante los años escolares, el aprendizaje de los y las estudiantes sea relevante y aporte a la visión de ciudadanos y ciudadanas que la sociedad y el mundo van construyendo.
Las posibilidades ocupacionales para la juventud son muy diversas, hay espacio para todo tipo de talento: artistas, deportistas, técnicos, licenciaturas, ingenierías y doctorados, por lo que, NO, NO TODOS LOS LICEOS DEBEN SER POLITÉCNICOS. Necesitamos opciones diversas y cada una de ellas concentrada en brindar a la diversidad de nuestros jóvenes la mejor opción para desarrollar sus talentos.