Los partidos políticos están llamados a sobrevivir a sus fundadores y a sus líderes, y a trascender generaciones de dirigentes y militantes.

Claro está, de algún modo los partidos necesitan operar como un sistema bien estructurado y dinámico, capaz de renovarse de manera permanente, para no envejecer, disminuir y hasta desaparecer al unísono con sus más longevos dirigentes.

La disminución y pérdida de peso político de partidos tradicionales que durante decenios fueron protagonistas de las más importantes luchas por el poder se ha evidenciado en muchos países.

A ningún sistema político conviene la degradación o desaparición de sus partidos políticos. Por el contrario, los sistemas políticos más estables, llámense democracia o lo que fuere, deben de contar partidos fuertes y cohesionados.

Aunque en la República Dominicana es un lugar común afirmar que el sistema de partidos es muy fuerte todavía, en los últimos años ha visto fraccionados y disminuidos a los partidos Revolucionario Dominicano (PRD), con más de 80 años de fundado, y al Reformista Social Cristiano (PRSC), de 57 años. Ambas organizaciones suman más de 34 años de gobierno. Las pugnas internas y la desaparición de sus líderes mesiánicos llevó a estos dos partidos por el sendero de las divisiones y la pérdida de sus tradicionales bases de apoyo social.

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), de 47 años, perdió el poder en las recientes elecciones. Había gobernado durante cuatro períodos consecutivos, es decir 16 años, más un período anterior de 4 años, lo que suma 20 años de ejercicio gubernamental.

Para crecer Fuerza del Pueblo necesitará, en la práctica, fagocitarse casi por completo al PLD, partido al que ya ha logrado arrancarle legisladores, alcaldes y otros dirigentes

De los tres grandes partidos tradicionales el PLD fue el que con mayor éxito logró superar la pérdida de su líder fundador, Juan Bosch.

El PRD, que desde 1973 contó con el liderazgo de José Francisco Peña Gómez, y el PR que desde su fundación fue liderado por Joaquín Balaguer, no lograron reponerse a la desaparición de sus líderes.

El PLD, con la ruptura interna que llevó al tres veces presidente Leonel Fernández a abandonar sus filas y a fundar el nuevo partido Fuerza del Pueblo, enfrenta el reto de renovarse y trabajar para recuperar el espacio de apoyo ciudadano perdido.

El Partido Revolucionario Moderno (PRM) fundado por los dirigentes más influyentes del PRD, es en estos momentos el principal del país, pero no por eso puede acomodarse y descuidar el trabajo político para mantener viva su organización interna, consolidarse y renovarse de manera permanente con miras al futuro.

Fuerza del Pueblo todavía es un proyecto de construcción de un partido, y por lo visto su mejor activo y su mayor fortaleza orbitan en torno a su líder, el expresidente Fernández. Para crecer necesitará, en la práctica, fagocitarse casi por completo al PLD, partido al que ya ha logrado arrancarle legisladores, alcaldes y otros dirigentes.

El PLD, aunque mantiene su solidez organizativa, no tan funcional como en el pasado, tiene el desafío de su necesaria renovación. Sus dirigentes más conocidos han envejecido con el partido y su líder de mayor peso es el expresidente Danilo Medina, quien tiene impedimento constitucional para volver a ser candidato presidencial.

Tocará al presidente Medina liderar el camino hacia la renovación del PLD, tarea difícil porque tendrá que colocarse por encima de los intereses y ambiciones grupales. Hasta el momento no se vislumbra que la vieja dirigencia permita sin resistencia el ascenso de la juventud al Comité Político, por ejemplo, para que la sangre nueva tome las decisiones sobre el porvenir de ese partido. Esa es una batalla ineludible.

El PRM, por su lado, podría decidir aprender de los errores del PRD, el PLD y el PRSC para evitar cometerlos.

O ¿quién sabe? Tal vez se conforme con observar cómo se pelean el PLD y FP, y trate de sacar ventaja de las debilidades de esas dos organizaciones.

Pero si el PRM no hace su propia tarea política, formando a su dirigencia, manteniendo activo el aparato partidista, el provecho que pueda obtener de las debilidades y errores de sus competidores le servirá de poco.

Para los observadores del acontecer político el PRM es un caso singular de partido en el poder. Ha abandonado el escenario de la política, dejándolo al dominio de sus aliados electorales, de sus nuevos aliados coyunturales y de sus opositores. ¿Exceso de optimismo o ingenuidad política?