La República Dominicana, como los demás países del mundo afectados por la COVID-19, tiene que determinar cuál es su decisión con respecto al año escolar 2019-2020. Es una decisión de mucha importancia que tiene como epicentro del problema la finalización del curso, la promoción o no de los estudiantes; y la vuelta a las actividades escolares con la seguridad que la nueva época indica. Son tres aspectos que demandan atención prioritaria para salvaguardar el estado emocional de madres, padres y estudiantes; para darle respuesta a reclamos justos de la sociedad en general; y contribuir con efectividad al desarrollo socioeconómico del país. El Ministerio de Educación de la República Dominicana afronta estas tareas con incertidumbre y demora peligrosa. La peligrosidad estriba en que el Ministerio tiene poco margen para la organización y el impulso del curso escolar 2020-2021. La organización de este curso es demandante. Los factores que inciden en su planificación son complejos y el contexto en el que se va a desarrollar tiene características especiales, pues las actividades escolares van a coexistir con el impacto del virus.
Las autoridades han de agilizar el paso sin caer en la imprudencia; y arribar a posiciones y decisiones finales abiertas. Esta apertura va acompañada de flexibilidad, pues el escenario generado por la pandemia lo exige. Pero esto no implica indecisión y demora sin límites. Nos parece relevante la declaración pública del Ministro de Educación indicando que piensa proponerle al Consejo Nacional de Educación la promoción de todos los estudiantes. Es necesario que se aboque a una solución en este ámbito. No es admisible que el mes de mayo continúe avanzando sin que el organismo responsable de esta y de las demás decisiones actúe; y sin que llegue a los acuerdos que la Educación Primaria requiere. Cada tema ha de ser abordado desde la diversidad de perspectivas que la realidad educativa y social actual impone. Las autoridades educativas han de tener presente que está en juego la educación de la generación del futuro y el desarrollo socioeducativo de la nación.
El Consejo Nacional de Educación ha de hacer el esfuerzo de pensar y actuar con carácter sistémico. Para ello ha de darle paso a las miradas plurales de ese espacio institucional, de tal manera que se aleje de soluciones inmediatistas. Sus resoluciones han de ir más allá de la pandemia; el largo plazo no puede quedar olvidado. Si se focaliza solo la solución del presente, seguiremos observando en el Ministerio de Educación prácticas carentes de planificación holística y, por tanto, dispersantes. La promoción de los estudiantes ha de integrarse a una propuesta global que implique la formación y el acompañamiento de los docentes para trabajar en tiempo de pandemia. El 70% trabajado a nivel curricular en los centros educativos públicos y el porcentaje trabajado en los centros educativos privados, han de fortalecerse con medidas que apunten a cualificar los aprendizajes fundamentales: desarrollo del lenguaje, del pensamiento lógico, de las artes; de las ciencias sociales y de la naturaleza. De igual modo, las autoridades educativas han de tener en cuenta la educación y la cooperación de la familia. Esta, a partir de ahora, ha de tener un rol protagónico en la vida de los centros educativos. La articulación de fuerzas se convierte en un imperativo. Urge la superación del temor a la participación de la familia en los procesos de planificación, organización y ejecución de las acciones de los centros educativos. Es necesario eliminar la sospecha con respecto a la erosión que la familia le puede generar al poder de los directivos; o por la interpelación que supone para las autoridades de educación que las madres y los padres de los niños constaten los vacíos que pueblan la educación escolarizada del país. Voces plurales exhortan al Ministro de Educación para que de la declaración pase a una acción sistémica que se evidencie en los hechos. Es mejor reducir las palabras y desarrollar acciones convincentes para la sociedad; y pertinentes para el desarrollo pleno de los actores y sectores de la de la educación dominicana.