La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) acaba de informar que el crecimiento de la economía dominicana durante 2018 ha sido del 6.3% del Producto Interno Bruto. Seguimos siendo el segundo país en crecimiento económico de la región, después de Panamá, y cuando se compara el conjunto de América Latina la distancia que existe es muy grande, pues mientras nosotros hemos crecido un 6.3% la región apenas creció, en este año, un 1,2 %. De acuerdo con la CEPAL, este año 2018 ha sido “complejo”.
Son buenas noticias para la economía dominicana. El empleo sigue creciendo, y los sectores de mayor crecimiento no parecen tener dificultades, como son las zonas francas, construcción, el turismo, la industria y los servicios. La inflación se ha mantenido controlada, entre un 3.5% y un 4%, lo mismo que la tasa de cambio. El gobierno dominicano, en ese sentido, presenta buenas credenciales, con la ventaja de que la inversión extranjera sigue confiando en la rentabilidad de las inversiones en la República Dominicana.
Todo ello representa aplausos para el gobierno. Sin embargo, no podemos complacernos y olvidar los muchos problemas que tenemos. Aparte de los déficits que hemos acumulado, porque el gobierno gasta más de los fondos que recibe, hay un componente pernicioso y cada día más grave: para financiar un presupuesto deficitario, el gobierno se endeuda más cada año, y estamos tomando dinero prestado para pagar deudas, lo que nos coloca ante un riesgo máximo, con miuras a nuestro futuro inmediato.
El gobierno ha sido autorizado por el Congreso Nacional a emitir 190 mil millones de pesos en bonos para financiar el déficit. La deuda pública sobrepasa el 50% del PIB, y las recaudaciones no son suficientes para sostener el costo de un Estado clientelar oneroso, que no hace ningún esfuerzo para racionalizar el gasto público, y con criterios oficiales que están muy lejos de la austeridad y la racionalidad administrativa.
Debemos ser más competitivos, más eficientes, gastar menos en barriles sin fondos como el subsidio eléctrico, invertir mejor los fondos de pensiones para hacerlos más rentables. Una gran parte de esos fondos están en manos del gobierno, que está cada día más endeudado. Los esfuerzos para enfrentar problemas ancestrales son poco significativos. Pobreza, precariedad en los servicios, mala administración, corrupción pública, escasa transparencia, baja calidad de nuestra democracia, precaria supervisión y contrapesos de escasa significación.
Nos satisface grandemente el crecimiento de la economía dominicana durante el 2018, y probablemente en el 2019, pero es notorio que las políticas públicas no reducen la desigualdad, la falta de equidad, tampoco reducen la pobreza, ni aumentan las riquezas colectivas. El propio Estado es cada día más exiguo en sus tenencias, mientras la fuerzas productivas, el sector privado, pareciera no tener vocación de lucha por un fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas. Estamos también ante una sociedad con poca conciencia solidaria, prejuiciada, anquilosada, renunciando a la defensa de derechos sustanciales de las personas, incluyendo a nuestros migrantes, que tanta riqueza generan al conjunto de la sociedad con las remesas anuales que aportan.
Son temas para la reflexión, y para que seamos mejores como miembros de una sociedad progresista, democrática, próspera.