La Resolución No. 03-2020 emitida por el Consejo Nacional de Educación de la República Dominicana en este mes de mayo, que establece la conclusión del año escolar 2019-2020 y proyecta el año escolar 2020-2021, ha concitado la atención de los actores del sistema educativo nacional y de los medios de comunicación. Esta Resolución se esperaba con ansiedad. Ha llegado tarde, desde nuestro punto de vista; pero lo importante es que la emitieron; y ahora urge la elaboración de un diseño que cumpla con lo indicado en su contenido y responda a las necesidades del contexto en el cual se culmina este año escolar y en el que se inicia el nuevo. En lo que respecta a la conclusión del año escolar 2019-2020, es necesario que las autoridades garanticen una organización y una aplicación efectivas. Es obvio que el Ministerio de Educación y el Ministerio de Educación Superior tendrán que arribar a acuerdos que faciliten el ingreso a la universidad de aquellos estudiantes que están interesados en postular para la educación superior.

De otra parte, educadores del ámbito de la Educación preuniversitaria, de la Educación Superior y de la sociedad civil, consideran que la prioridad ha de ser formalizar todo lo relativo a la finalización del año escolar y a la preparación del nuevo año 2020-2021. Estas son tareas que requieren acciones coordinadas que no se pueden demorar. Las autoridades han de emplearse a fondo, con el tiempo y con los recursos necesarios, para garantizar la apertura del año escolar con la calidad académica requerida y la observación sistemática de los protocolos que requiere la covidianidad. Esta expresión tiene gracia y musicalidad increíbles. Al escucharla vinculada al año escolar, adquiere más sonoridad; pero también provoca mayor preocupación. Las inquietudes más importantes se relacionan con problemas escolares endémicos y que ahora no pueden ni deben coexistir con la COVID-19. Uno de estos problemas es la carencia de condiciones sanitarias mínimas en un alto porcentaje de centros educativos. No cuentan con baños o tienen una población por encima de 500 estudiantes con un solo baño. Son múltiples las escuelas que carecen de agua porque en el sector este líquido no llega regularmente o porque el centro educativo está ubicado en un lugar que carece de este servicio fundamental. A estas carencias se añade la cantidad de estudiantes en las aulas. Todavía encontramos aulas en la que más de 50 estudiantes participan de las clases. De estas aulas, todavía es posible encontrar aquellas con una ventilación precaria y serias dificultades para la gestión de los residuos  sólidos. Todas estas dificultades relaman atención y, sobre todo, transformación para que la covidianidad afecte lo menos posibles la vida de los actores del centro educativo y, especialmente, para que los estudiantes desarrollen sus capacidades al máximo. La higiene escolar ha de ocupar un lugar especial; de lo contrario, esta institución se convertirá en factor de transmisión comunitaria del virus.

El Ministerio de Educación ha de disponerse a adecuar los centros educativos y las aulas para contrarrestar el impacto del virus mortal. De igual manera, el Ministerio de Educación podría implementar diferentes formas de participación; como, por ejemplo, la modalidad de asistencia presencial a clase de una parte de los estudiantes de un grado, mientras el otro grupo participa de manera virtual, alternando los grupos en cada modalidad.  Las condiciones tradicionales de insalubridad han de superarse. En la Educación Preuniversitaria, también se ha de buscar un equilibrio entre la educación presencial y la educación virtual. La presencialidad total no será posible, al menos hasta que se encuentre la vacuna que le quite velocidad y letalidad al virus. Por ello es necesario incentivar la formación tecnológica de los educadores, estudiantes y gestores. Este aprendizaje es necesario para responder a demandas de la covidianidad.

El cambio de actitud y de mentalidad es un componente primordial en el contexto del nuevo año escolar. Los gestores, estudiantes y docentes han de hacer un esfuerzo por transformar la mentalidad que se acomoda y quiere actuar pensando en lo bueno de ayer. La covidianidad nos sumerge en tiempos y desafíos nuevos. La novedad de nuestro discurso requiere confrontación con la práctica. Es desde esta acción reflexiva desde donde surge lo nuevo, lo que realmente ha de dar respuesta a la situación que a nivel personal y colectivo crea el virus mortal. El nuevo año escolar demanda todo esto acompañado de un uso efectivo y transparente del 4 %.