El currículo vigente en la República Dominicana propone una metodología participativa y reflexiva, que pone énfasis en la construcción de conocimientos. Se incentiva una construcción que acoja las experiencias previas de los estudiantes; y, sobre todo, le confiere un valor importante a la capacidad de propuesta, tanto de los docentes como de los estudiantes. La propuesta curricular opta por un trabajo en el que las partes que intervienen reconozcan las posibilidades que tienen de aprender en reciprocidad. De igual modo, el diseño curricular nacional considera que los actores participan de oportunidades para enriquecerse mutuamente y caminar juntos hacia el horizonte propio de la enseñanza y de la  adquisición de aprendizajes con significados para todas las personas involucradas en el proceso. Nos satisface observar que el Profesor Roberto Fulcar, quien será designado Ministro de Educación en el próximo gobierno que iniciará el 16 de agosto, ha organizado su agenda abriéndole espacio al diálogo abierto y propositivo con diversas organizaciones de la sociedad civil que trabajan por el desarrollo social y educativo del país.

Pero desde que toman posesión asumen el estilo propio de la pandemia, distancia a todos los niveles. Además, es como si regresaran de Marte. No conocen a personas ni a instituciones y, muchos menos, a los sectores con los que necesariamente tienen que pensar y trabajar. Se olvida totalmente la cercanía y la ternura dispensadas en  la campaña electoral y en el período de transición.

El intercambio con la diversidad de organizaciones y la escucha proactiva de sus sugerencias, propuestas y observaciones, seguro que han potenciado el programa que el próximo ministro tiene previsto ejecutar. La experiencia de un diálogo permeado por las necesidades y perspectivas de mejoras  de la educación dominicana constituye una decisión importante. Cada una de las organizaciones ha realizado esfuerzos para aportar lo mejor de sí, con tal de que la calidad y la efectividad de la educación dejen de ser un simple deseo; y haya compromiso real para lograrlo en el trabajo ordinario del Ministerio de Educación y de los centros educativos, con la participación de las familias y de los diferentes sectores de la sociedad civil.

Los logros esperados en educación han de contar con la ayuda de  un proyecto educativo y gerencial que ocupe y preocupe al nuevo ministro. Esta preocupación ha de priorizar un Ministerio de Educación centrado en su rol; organizado para superar la dispersión y la reproducción de acciones; que, en ocasiones más, que formar instrumentalizan a los actores. Ha llegado el momento de eliminar la figura del ministro como un administrador de los proyectos seudoeducativos y políticos de la presidencia de la República. Ha llegado la hora de eliminar la proliferación de titulares hermosos y sonoros en materia educativa. Es tiempo de trabajar sin mentiras. Es una oportunidad para actuar a favor de una población necesitada de mayor desarrollo humano, social y cultural. Creo con toda firmeza que cada uno de los encuentros ha abierto nuevos horizontes, ha aportado nuevas maneras de pensar y de hacer educación para que el país avance y fortalezca su eficiencia e institucionalidad.

Celebramos la construcción compartida; y, al mismo tiempo, alertamos para que esta metodología dialógica y constructiva no sea solo ahora, antes de iniciar la ejecución de la función. Es necesario que esta sea la cultura característica del ministro y del Ministerio de Educación globalmente considerado. Históricamente, desde el Presidente de la República hasta el último funcionario de los distintos gobiernos, nos tienen acostumbrados a una simpatía y a una apertura inigualable antes de tomar posesión del cargo. Pero desde que toman posesión asumen el estilo propio de la pandemia, distancia a todos los niveles. Además, es como si regresaran de Marte. No conocen a personas ni a instituciones y, muchos menos, a los sectores con los que necesariamente tienen que pensar y trabajar. Se olvida totalmente la cercanía y la ternura dispensadas en  la campaña electoral y en el período de transición. La construcción compartida ha de ser ahora y después. Ha de ser sin pausa y cada vez más amplia y robustecida para que la educación  resuelva, al menos, algunos de los graves problemas que la aquejan. La construcción compartida ahora y después es un cauce de revitalización de la educación; y es una acción coherente con los requerimientos del currículo nacional.