Pocas veces un presidente ha comparecido indignado ante las cámaras de televisión, para denunciar un crimen cometido por agentes de la Policía Nacional.
Siempre se recuerda a Joaquín Balaguer, luego de un crimen atroz de las fuerzas del orden, en el mes de octubre de 1961, pronunciar un discurso diciendo:
“Sean mis primeras palabras para felicitar calurosamente a la Policía Nacional por la ejemplar conducta que observó desde las explosiones de violencia que han ocurrido en los últimos días en diferentes localidades del país”…“Es la primera vez, en la historia del país, que las fuerzas del orden ofrecen a la ciudadanía un ejemplo de civilidad que honraría a los cuerpos castrenses de los países civilizados de la tierra”…“El hecho de que varios agentes de la Policía se hayan excedido en el cumplimiento de sus deberes, como ocurrió la tarde del 20 del mes en curso en la ciudad de Moca, no resta méritos a la abnegada conducta cívica y al inmaculado espíritu de tolerancia con que en la capital de la República y en las demás ciudades del país actúan los miembros de esa institución que acaba de escribir una página de honor en la historia de las Fuerzas Armadas nacionales”.
En contraste, Luis Abinader, actual presidente de la República, lució indignado este miércoles, en una rueda de prensa en el Palacio Nacional. Lo dicho por el presidente no deja lugar a dudas de que estamos en momentos totalmente disímiles a los tiempos del doctor Balaguer.
Ojalá que la indignación del presidente Abinader, que es la misma que ha sentido la sociedad en su conjunto, sirva de punto de partida para la anhelada, mil veces prometidas y hasta ahora no cumplida reforma profunda de la Policía
“Hoy es un día en que cuesta describir con palabras lo que uno siente, porque ninguna alcanza al expresar la indignación, el grado de dolor y la rabia que todos llevamos dentro al ver la noticia del tiroteo a cargo de policías que han arrebatado la vida a dos jóvenes dominicanos que tenían un gran futuro por delante”. Es notable que el presidente quería dejar claro la distancia de su gobierno con un acto de barbarie cometido contra los jóvenes Elisa Muñoz y Joel Díaz.
“Les puedo asegurar que no voy a tolerar de ninguna manera que nadie esté por encima de la Ley, ni tampoco puede usarla a su antojo”. Es lo que dijo el presidente.
“En este país no cabe la impunidad, la arbitrariedad y mucho menos el abuso para nadie”.
Claro está, el presidente ya tiene toda la información de lo ocurrido en Villa Altagracia. Conversó con los familiares de las víctimas, dio instrucciones al ministro de Interior y Policía, y dijo que aunque no habría forma de devolver la vida a las víctimas, el gobierno estaría haciendo todo cuanto esté a su alcance para que haya justicia y condena contra la acción desaprensiva de los agentes policiales que asesinaron a dos ciudadanos.
El cambio es notable en la actitud y la reacción del gobernante. Ahora corresponde al Ministerio Público y a la Justicia hacer que los responsables por esta matanza sean juzgados y condenados sin demora.
Jamás habíamos sido testigos de la acción rápida y contundente de un presidente de la República contra un crimen que se había cometido y que era necesario denunciar y poner en evidencia la acción irregular de los agentes policiales. Generalmente la Policía Nacional acude en defensa de sus agentes. Inventa alguna denuncia contra las víctimas. Le atribuye alguna actividad irregular o ilegal. La denuncia del presidente evita toda actuación de protección. Y hasta el propio de la Policía Nacional está bajo serio cuestionamiento. Se entiende que no hizo lo que correspondía hacer en cuanto a la formación y las orientaciones a los agentes bajo su mando.
Lo que ha hecho el presidente es poner distancia de su gobierno de los abusos que tradicionalmente ha cometido la Policía Nacional. Y es justo lo que esperábamos. El presidente ha Puesto en claro que su gobierno no tolera ni acepta los abusos policiales, de cualquier naturaleza. Es una buena noticia en un entorno de tragedia.
Ojalá que la indignación del presidente Abinader, que es la misma que ha sentido la sociedad en su conjunto, sirva de punto de partida para la anhelada, mil veces prometidas y hasta ahora no cumplida reforma profunda de la Policía Nacional.