En los partidos y en los políticos dominicanos se ha producido una transformación en los últimos 20 años. Tal vez esa transformación ha llegado impulsada por la superficialidad que se percibe con placer en los nuevos tiempos, y por la profunda popularidad de los teléfonos móviles y reducida atención a las peroratas largas de los políticos y expositores sobre la situación nacional.

Estamos hablado de esto: Pocos políticos hablan en profundidad de los temas nacionales. Casi ninguno. El debate se reduce a dos o tres frases, y algunos incluso prefieren hablar en parábolas, porque tienen temor a expresar su posición sobre asuntos que pudieran ser delicados.

El caso más extremo es el de los políticos que aspiran a una nominación presidencial por algunos de los partidos de más tradición y antigüedad.

Esos políticos hablan de proyectos a desarrollar en el gobierno, en caso de llegar a la presidencia de la República. No quieren calificar la gestión de gobierno de Danilo Medina, como si temieran una reacción virulenta. Otros sencillamente dicen que harán realizaciones, inversiones, que adoptarán medidas para ampliar las políticas clientelares del gobierno. Y por eso resulta tan difícil el trabajo de los periodistas y de los medios. Lo que tienen los periódicos para publicar se reduce a las notas de prensa o a las palabras en Twitter que dan a conocer los aspirantes y sus plataformas de redes sociales. Total, con un párrafo de 140 caracteres se prepara una nota periodística de las modernas, concisa, con una fotografía del declarante. Y ya está.

Los viejos discursos de Balaguer, Bosch o Peña Gómez son parte de la historia. Por eso, no es necesario que los candidatos se preparen para profundizar en los temas que pudieran surgir en la discusión. El debate entre candidatos es inútil. El debate sobre la economía, las tasas de interés, deuda pública, modelos productivos, reducción del gasto público, endeudamiento externo, incentivo de la productividad, se quedan en manos de los equipos técnicos. Esos equipos técnicos preparan unos programas de gobiernos que el candidato ni siquiera tendrá tiempo de leer, y que se utilizarán para realizar algún anuncio televisivo o un resumen de acciones que pondría en marcha el gobierno en caso de ganar las elecciones, para entregarlo como promoción. Y tener algo que presentar a la JCE como gasto de campaña.

Otros aspirantes hablan exclusivamente de infraestructura para el futuro, de la manera en que van a hacerlo mejor de lo que se está realizando ahora, que es muy bueno, y honestamente les resulta muy complicado promoverse con frases y promesas que ya están en marcha o están siendo elaboradas por los especialistas oficiales.

Nos hemos quedado huérfanos de discursos. Ya ni siquiera el más conceptualizador de los dominicanos, Leonel Fernández, quiere hablar. Su paso por el nordeste, el pasado fin de semana es lo más parecido a un hombre mudo. Hubo un diario que resumió las palabras de Leonel en San Francisco de Macorís con esta frase: “Estamos aquí para estar embullaos, pero todos sabemos que estamos ganados”.

Nos fuñimos.