Tras el impacto del huracán Irma, una mayoría de la ciudadanía dominicana respira aliviada. Hablo de una mayoría, porque otras muchas, hasta 24,000 personas, según datos del Centro de Operaciones de Emergencias, tuvieron que abandonar sus casas, algunos de forma temporal, otros (128 según el Centro de Operaciones de Emergencia) para siempre. De estos últimos, tenemos la esperanza de que no se sumen a las 8,000 personas damnificadas por desastres pasados (David, Georges, Olga y Noel) que aún esperan una respuesta del Estado.
Difícil la desmemoria política y social, que damos por superados los desastres con la misma facilidad de cuando se apaga una cámara, o bien se descontinúa una determinada alerta por parte del Centro de Operaciones de Emergencia. O ¿acaso vemos alguna mención reciente respecto a la población que sufrió la peor sequía de los últimos 20 años? O ¿escuchamos alguna declaración por las personas afectadas por las inundaciones de octubre y noviembre que asolaron la provincia de Puerto Plata en este 2016?
¿Alguien dispuesto a romper una lanza a favor de los miles de afectados por las inundaciones acontecidas en mayo de este año? Infinita capacidad la de muchos de dar por cerrado un desastre casi a la vez que cierran el expediente administrativo, más cuando, según el Banco Mundial la recuperación de un hogar pobre de un solo ¡un solo! desastre puede durar toda una generación entera.
Y cuando despertamos del desastre, la desigualdad sigue estando ahí. Desigualdad que provoca que un simple aguacero se convierta en un desastre que afecta la vida de las miles de personas que viven en riesgo en el país. Desigualdad que parece estar en el bolsillo, cuando el 90% de las personas afectadas por las Tormentas Olga y Noel en 2007 fueron del estrato más empobrecido (CEPAL 2007). Desigualdad en el género, cuando el 74% de las afectadas por el zika entre 2015 y 2016 fueron mujeres (Médicos del Mundo, Oxfam, 2016) y, sobretodo, desigualdad en el poder que reparte las cartas del riesgo, enviando a muchos a vivir a orillas del río y a otros a gozarse los ciclones.
Y dentro de un mes, cuando haya pasado Irma a las hemerotecas nos podemos preguntar; ¿Por qué vivimos tan desiguales ante los desastres? Y esta situación perdura con el paso del tiempo y se repite con otro nombre: ya sea George, Noel, Sandy, Matthew…o ahora Irma, y siempre acaba afectando a los mismos.