Antonio Almonte, como Ministro de Energía y Minas, se ha colocado en el centro del tema eléctrico, habiendo sido uno de los críticos más firmes de la pasada administración. Luis Abinader lo designó con todas las atribuciones de dirigir la minería y el sector eléctrico en conjunto. A ningún ministro anterior le había tocado esa responsabilidad, con el añadido de que el presidente Luis Abinader muy pronto ordenó la reorganización del sector eléctrico, mas la eliminación de la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE).

Antonio Almonte es un hombre cordial y decente. No es un polemista tradicional, ni una persona de hacer alharaca ni de gritar sandeces o improperios a sus adversarios y críticos. Fue el coordinador del sector eléctrico del Partido Revolucionario Moderno (PRM), al mismo tiempo que realizaba su trabajo profesional en uno de los hospitales más importantes del país. Su formación es la de graduado en física, en Madrid, y en ingeniería nuclear, en Londres.

No queremos entrar en consideraciones técnicas, ni en la responsabilidad que le toca con Punta Catalina. Sólo queremos ponderar las altas cualidades éticas del ministro Antonio Almonte. Es un ministro que ha enfrentado numerosas limitaciones para la realización de su trabajo. Encontró desorganizado el sector que le correspondió dirigir, con grandes intereses privados interviniendo y con agentes dudosos por muchos lados (incluidos los parientes de Danilo Medina). El presidente Luis Abinader, además de designar al ministro Almonte, designó un gabinete eléctrico presidido por el ministro de la presidencia, Lisandro Macarrulla, y como director ejecutivo honorífico fue designado Celso Marranzini, pasado administrador de la CDEEE.

Antonio Almonte igualmente se encontró, luego de su designación como ministro, con la designación de Andrés Astacio como vicepresidente ejecutivo del Consejo Unificado de las Empresas Distribuidoras de Electricidad. Esto quiere decir que la toma de decisiones en el sector, a los fines de las preocupaciones y propuestas del ministro, una pequeña odisea. Con todo ello, Almonte ha llevado las riendas de un sector en el que tiene que vérselas con las figuras más conspicuas y poderosas del sector privado, y con las trabas y desconsideraciones políticas, además de los ataques de los profesionales del área que le echan todas las culpas de viejísimas costumbres a la falta de voluntad o a la lentitud del ingeniero Almonte.

No es hombre dado a ofrecer excusas, ni a justificarse. Observa y aguanta los ataques como los viejos guerreros, y quién sabe si hasta está en espera de una decisión del presidente Luis Abinader, quitándolo de la posición. Sin embargo, no es Antonio Almonte el responsable de las barbaridades del sector eléctrico, tampoco es Antonio Almonte el culpable de las equivocaciones de Punta Catalina, de Serafín Canario o quien sea, ni puede atribuirse al ministro las muchísimas distorsiones que existen en un área que ha sido amarrada a facciones políticas y que también ha llevado la dirección que algunos grupos privados han querido.

Antonio Almonte está obligado en este momento a unificar el personal que antes estaba en tres edificios, los que ocupaban antes el Ministerio de Energía y Minas, el de la CDEEE y el de la Unidad de Electrificación Rural y Sub-Urbana (UERS), en uno solo. Es su deber hacerse ese sacrificio. A finales de diciembre tiene que entregar el edificio donde operó en la pasada administración el Ministerio de Energía y Minas. Y todos los departamentos los ha llevado al antiguo edificio de la CDEEE. Ya lo están acusando peculado, de arbitrariedad, de violación a las leyes, de abuso de poder y unas cuantas barbaridades más. Porque Antonio Almonte ha sido la tablita de picar carne que tienen muchos críticos del sector eléctrico, y del gobierno. Lo que muchos gobiernos no han podido resolver en el sector eléctrico en 40 años, ahora quieren que Almonte lo resuelva en un año, y más con la pandemia de Covid.

Ojalá que Antonio Almonte se rebele y cuente dos o tres historias de las que ha tenido que soportar, y deje a un lado su condición de hombre decente y eche dos o tres sanantonios a quienes lo odian y lo quieren hundir. No sabemos si es porque es negro, porque es decente o porque no responde a intereses particulares. Algo, sin embargo, deberá hacer Antonio Almonte para que lo dejen trabajar y coordinar un sector que necesita de personas honestas. Hoy más que nunca.